El problema de ARENA es que Freddy Cristiani es indispensable, pero no puede ser la solución. Y si en estos meses de transición no tiene mucho cuidado, puede, incluso, convertirse en obstáculo.
La derrota electoral ha metido a ARENA en una crisis de liderazgo. El liderazgo de Tony Saca era tan fuerte, su control del partido tan excluyente y en última instancia destructivo, que al final no hubo a quién echarle la culpa de la derrota, sólo a Saca. Era tan obvio que la responsabilidad para la estrategia equivocada - la selección del candidato, el manejo de las primarias, el nombramiento del vice, la definición de los temas de la campaña y de los ejes del ataque al FMLN - recaía sobre Tony Saca, que para salvar al partido era inevitable un golpe de Estado.
Irónicamente, a Tony Saca le costó el poder el exceso de poder. Una ARENA equilibrada, con un liderazgo representativo de la pluralidad dentro del partido, probablemente no hubiera perdido las elecciones; y si las pierde, seguramente hubiera podido sobrevivir la derrota sin mayores traumas, divisiones y revanchismos.
Sólo una dirección colegiada tiene la consistencia para amortiguar derrotas. Sólo una dirección realmente representativa resiste golpes sin peligro de división. Y sólo una dirección que ya trae en sus filas los relevos políticos y generacionales puede hacer transformaciones y redefiniciones importantes de manera rápida y sin necesidad de rupturas, golpes de estado y revanchismo.
Si la dirección de ARENA hubiera sido democrática, incluyente y plural, tampoco hubiera habido necesidad de obligar a su gran figura paternal - a don Freddy - a volver a asumir el mando. Bueno, pero esto es como decir: si mi abuela tuviera ruedas...
Mi abuela no es bicicleta - y ARENA no es un partido dirigido democráticamente -. Dicen que está cambiando, pero medio año es poco para transformar un partido, sobre todo estando en cuidados intensivos. Nadie está esperando milagros. Sin embargo, a esta altura ya tendría que ser mucho más claramente dibujado el rumbo de su transformación. Está bien que hayan cambiado el Coena, era inevitable, pero lastimosamente sustituyeron un Coena débil manipulado por Tony Saca por otro Coena que hasta ahora no ha mostrado que tenga personalidad, liderazgo, audacia e ideas nuevas.
Está bien que hayan llamado a figuras del pasado como Mauricio Sandoval y Mario Acosta a que les ayuden en la transición, pero siguen siendo figuras del pasado. Obviamente no serán ellos los que podrán restablecer la confianza en ARENA. Ellos, igual que los ex-presidentes, tienen que tener una función temporal, y sería bueno que todo el mundo, incluyendo ellos, lo entendieran así. Tienen que llevar en su etiqueta la fecha de vencimiento.
Lo que ARENA necesita es un relevo generacional. Y aunque en el nuevo Coena hay gente mucho más joven que en el anterior, están lejos de proyectar una ruptura, un relevo. No los proyectan porque no existen, ni en lo político-programático ni en lo generacional.
Un relevo generacional no sólo es un problema de edades. Es más bien un problema de cómo llegan los nuevos líderes. Para que sea relevo, no pueden llegar de la mano de los tatas. Tienen que irrumpir en la política y tomarse el partido, a fuerza de propuesta, iniciativa, ganas de trabajar y sed de reformas. No pueden llegar humilditos a ver qué oportunidades les dan. Tienen que llegar con la actitud arrogante de la juventud de !Apártense, ahora nos toca a nosotros!
Además, tiene que haber una visible ruptura con los amarres ideológicos de la generación anterior. Tiene que asumir el liderazgo, gente que ya no se siente condicionada ni limitada por los conflictos y debates del Siglo XX. Los nuevos liderazgos necesitan sentirse con el derecho de decir: ‘Ustedes hicieron la guerra e hicieron la paz, y es mucho lo que han logrado. Pero de ahí en adelante, nosotros vamos a arreglar y reformar el país, sin ninguna intención de, retrospectivamente ganar la guerra. La guerra era suya y nadie la ganó. Nosotros ya no estamos en esta lógica. Podemos discutir la privatización del Seguro Social y la concesión de los puertos, al mismo tiempo que la nacionalización del transporte público y la regulación de los precios de los medicamentos. Podemos realizar reformas que huelen a izquierda y al mismo tiempo fortalecer la empresa privada...’
Mientras no escuche en ARENA a dirigentes jóvenes hablando así, no puedo creer que este partido logrará perfilarse como alternativa cuando el FMLN se aliste a conquistar el segundo gobierno, el de ellos, el del “cambio verdadero”.
Si la Convención de ARENA, el próximo mes de octubre, no manda los señales necesarias y no marca el rumbo correcto, Freddy Cristiani le habrá salvado la vida al partido, pero una vida de vegetal que nunca saldrá de cuidados intensivos.
El 17 de junio de 2008, publiqué en este periódico una columna titulada: “ARENA es obsoleta”. Cito la conclusión de aquel artículo: “Tienen ante sí la siguiente disyuntiva: desmoronarse en el intento de asegurar el continuismo o convertirse en parte de una nueva fuerza con nuevos liderazgos, una nueva cultura política, nuevas formas de inclusión social y política. Si se inclinan hacia la segunda opción, pueden contar con amplios apoyos que ahora ni siquiera los pueden soñar. Sea para ganar las elecciones o sea para crear una fuerza capaz de asegurar, desde la oposición, la democracia del país.”
La derrota electoral ha metido a ARENA en una crisis de liderazgo. El liderazgo de Tony Saca era tan fuerte, su control del partido tan excluyente y en última instancia destructivo, que al final no hubo a quién echarle la culpa de la derrota, sólo a Saca. Era tan obvio que la responsabilidad para la estrategia equivocada - la selección del candidato, el manejo de las primarias, el nombramiento del vice, la definición de los temas de la campaña y de los ejes del ataque al FMLN - recaía sobre Tony Saca, que para salvar al partido era inevitable un golpe de Estado.
Irónicamente, a Tony Saca le costó el poder el exceso de poder. Una ARENA equilibrada, con un liderazgo representativo de la pluralidad dentro del partido, probablemente no hubiera perdido las elecciones; y si las pierde, seguramente hubiera podido sobrevivir la derrota sin mayores traumas, divisiones y revanchismos.
Sólo una dirección colegiada tiene la consistencia para amortiguar derrotas. Sólo una dirección realmente representativa resiste golpes sin peligro de división. Y sólo una dirección que ya trae en sus filas los relevos políticos y generacionales puede hacer transformaciones y redefiniciones importantes de manera rápida y sin necesidad de rupturas, golpes de estado y revanchismo.
Si la dirección de ARENA hubiera sido democrática, incluyente y plural, tampoco hubiera habido necesidad de obligar a su gran figura paternal - a don Freddy - a volver a asumir el mando. Bueno, pero esto es como decir: si mi abuela tuviera ruedas...
Mi abuela no es bicicleta - y ARENA no es un partido dirigido democráticamente -. Dicen que está cambiando, pero medio año es poco para transformar un partido, sobre todo estando en cuidados intensivos. Nadie está esperando milagros. Sin embargo, a esta altura ya tendría que ser mucho más claramente dibujado el rumbo de su transformación. Está bien que hayan cambiado el Coena, era inevitable, pero lastimosamente sustituyeron un Coena débil manipulado por Tony Saca por otro Coena que hasta ahora no ha mostrado que tenga personalidad, liderazgo, audacia e ideas nuevas.
Está bien que hayan llamado a figuras del pasado como Mauricio Sandoval y Mario Acosta a que les ayuden en la transición, pero siguen siendo figuras del pasado. Obviamente no serán ellos los que podrán restablecer la confianza en ARENA. Ellos, igual que los ex-presidentes, tienen que tener una función temporal, y sería bueno que todo el mundo, incluyendo ellos, lo entendieran así. Tienen que llevar en su etiqueta la fecha de vencimiento.
Lo que ARENA necesita es un relevo generacional. Y aunque en el nuevo Coena hay gente mucho más joven que en el anterior, están lejos de proyectar una ruptura, un relevo. No los proyectan porque no existen, ni en lo político-programático ni en lo generacional.
Un relevo generacional no sólo es un problema de edades. Es más bien un problema de cómo llegan los nuevos líderes. Para que sea relevo, no pueden llegar de la mano de los tatas. Tienen que irrumpir en la política y tomarse el partido, a fuerza de propuesta, iniciativa, ganas de trabajar y sed de reformas. No pueden llegar humilditos a ver qué oportunidades les dan. Tienen que llegar con la actitud arrogante de la juventud de !Apártense, ahora nos toca a nosotros!
Además, tiene que haber una visible ruptura con los amarres ideológicos de la generación anterior. Tiene que asumir el liderazgo, gente que ya no se siente condicionada ni limitada por los conflictos y debates del Siglo XX. Los nuevos liderazgos necesitan sentirse con el derecho de decir: ‘Ustedes hicieron la guerra e hicieron la paz, y es mucho lo que han logrado. Pero de ahí en adelante, nosotros vamos a arreglar y reformar el país, sin ninguna intención de, retrospectivamente ganar la guerra. La guerra era suya y nadie la ganó. Nosotros ya no estamos en esta lógica. Podemos discutir la privatización del Seguro Social y la concesión de los puertos, al mismo tiempo que la nacionalización del transporte público y la regulación de los precios de los medicamentos. Podemos realizar reformas que huelen a izquierda y al mismo tiempo fortalecer la empresa privada...’
Mientras no escuche en ARENA a dirigentes jóvenes hablando así, no puedo creer que este partido logrará perfilarse como alternativa cuando el FMLN se aliste a conquistar el segundo gobierno, el de ellos, el del “cambio verdadero”.
Si la Convención de ARENA, el próximo mes de octubre, no manda los señales necesarias y no marca el rumbo correcto, Freddy Cristiani le habrá salvado la vida al partido, pero una vida de vegetal que nunca saldrá de cuidados intensivos.
El 17 de junio de 2008, publiqué en este periódico una columna titulada: “ARENA es obsoleta”. Cito la conclusión de aquel artículo: “Tienen ante sí la siguiente disyuntiva: desmoronarse en el intento de asegurar el continuismo o convertirse en parte de una nueva fuerza con nuevos liderazgos, una nueva cultura política, nuevas formas de inclusión social y política. Si se inclinan hacia la segunda opción, pueden contar con amplios apoyos que ahora ni siquiera los pueden soñar. Sea para ganar las elecciones o sea para crear una fuerza capaz de asegurar, desde la oposición, la democracia del país.”
(El Diario de Hoy)