Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, viernes 24 diciembre 2021
Estimados amigos:
Navidad y Año Nuevo, si los vemos como más que unas vacaciones, tienen que ver con paz amor, esperanza. ¿Podemos celebrar estas fiestas sin ni siquiera mencionar a los que están privados de estas aspiraciones: los encarcelados? Por lo menos en Navidad, nuestra solidaridad debería incluir a todos los que están en prisión, solos y desesperados, pero muy en especial a quienes están en esta situación por razones políticas, por venganzas, o por que son obstáculos para el poder…
Hablemos de los presos políticos. Es fácil ser solidario con los presos políticos de los dictadores del mundo: con Aleksei Navalny, el rehén de Putin; con Josnars Baduel, a quien Maduro tiene encerrado en el mismo calabozo donde dejó morir a su padre, el general Baduel, luego de años de aislamiento y tortura; con Cristiana Chamorro y todos los demás opositores que echó presos Ortega para que no le hicieran sombra en su farsa electoral, y que siguen presos, porque alguien botó las llaves; con los periodistas, opositores e intelectuales presos en China, Cuba, Turquía, Bielorrusia…
Pero cuando se trata de los que aquí en El Salvador están encerrados por razones políticas, no nos atrevemos a hablar de presos políticos. El régimen habla de ‘políticos presos’ por corrupción u otros delitos, igual que Maduro, por cierto. Inventan causas penales para detener a quienes son obstáculos para el poder.
Dejémonos de pajas y eufemismos: aunque enfrentan cargos penales (que pueden tener validez o no, porque nada está comprobado), a Neto Muyshondt, Violeta Menjivar, Carlos Cáceres y ahora también al general David Munguía Payés los tienen encerrados y aislados por razones políticas, no jurídicas. ¿Alguien tiene duda que Erlinda Handal está encarcelada por su apellido?
Ellos son presos políticos. Y esto hay que decirlo por su nombre, coincidamos con ellos o no. No es un asunto de simpatía, sino de humanismo, pero también de realismo. Cualquier detención es un mensaje a todos los demás que no comulgan con las Nuevas Ideas, que están llevando al país a un desastre fiscal y la pérdida del Estado de derecho. No podemos olvidar a los presos políticos. Visto desde la perspectiva de los desaparecidos o encarcelados, el olvido mata…
¿Quién habla de Raúl Mijango, quien fue el primer preso político de este nuevo capítulo de nuestra historia? Está enfermo, perdiendo la vista, lo privan de los tratamientos necesarios, del contacto con su familia e incluso con sus abogados. El presidente Bukele y su fiscal Delgado heredaron a este preso político de sus predecesores, pero tampoco hacen nada para garantizarle sus derechos. A Mijango lo condenaron por un delito inventado. Lo condenaron por extorsión, pero él negoció con extorsionistas por encargo de la empresa afectada. ¿Acaso quieren penalizar a los que pagan renta por el delito de financiar a los delincuentes? A Mijango le inventaron este cargo absurdo, porque en dos juicios largos no lograron penalizar la tregua y a criminalizar la mediación que él condujo. Hoy van tras Munguía Payés por la misma razón. Es el intento de penalizar una política pública con la cual los actuales gobernantes no están de acuerdo. O la versión más absurda: quieren criminalizar una política pública de reducción de violencia, que ellos mismos adoptaron, la pervirtieron, hasta llegar a negociar pactos oscuros.
Ellos necesitan enemigos y necesitan humillarlos y destruirlos. Y esto apenas comienza. Pregunten a los nicas…
La única forma de evitar que logren destruir a los presos políticos es que la sociedad no los olvide y hable de ellos. Como dije, el olvido mata…
La sociedad tiene que distinguir entre justicia y venganza, entre la lucha contra la corrupción y la lucha para destruir a adversarios y conseguir que los demás nos callemos.
A ustedes, los que pasan esta navidad solos y encerrados, les digo: no los olvidamos. Manipular la justicia para cometer persecución política tiene un costo político y ético, y lo vamos cobrar.
Que el próximo año sea de lucha contra la persecución política.
Saludos, Paolo Luers