sábado, 20 de enero de 2018

Carta a los candidatos de todo tipo y color: Quien se corre pierde

Estimados candidatos:
Hay un dicho que siempre me ha gustado: Quien se enoja pierde. Lo voy a modificar un poco: Quien se corra pierde. Podemos combinarlos: En esta campaña electoral (y en cualquier otra a partir de hoy), quien no acepta debatir pierde. Y quien acepta debatir y se enoja que lo reten, o que le hagan preguntas o críticas incomodas, también pierde.

Quien de malas ganas va a un debate con sus competidores y habla puras pajas, sin presentar propuestas racionales, pierde.

Quien se siente en un debate y contesta con ataques personales a críticas o al reto de aterrizar en soluciones que benefician la población, pierde.

Los debates, por supuesto, tienen que ser públicos, en vivo y en televisión. Nada de foros donde cada uno lee discursos estudiados, sino debates de verdad y francos, enfrentándose y cuestionándose los candidatos. Quienes se corren, y quienes no saben manejarse con decoro en una discusión pública, no tienen madera para representarnos o gobernarnos.

Todos deberían pasar por este filtro. No solo para que escuchemos si de verdad tienen propuestas y posiciones que valen la pena, sino sobre todo como examen de carácter y de capacidad. ¿Tienen capacidad de formular ideas coherentes? ¿Tienen el valor de enfrentar críticas y preguntas incómodas? ¿O solamente se sienten seguros en sus zonas de confort, repitiendo líneas de partido? ¿Saben escuchar o solo saben repetir consignas trilladas?

Solo de esta manera los ciudadanos podemos valorar el temple de los candidatos, sea para diputados, para alcaldes o para candidaturas presidenciales. Solo de esta manera podemos saber si los candidatos tienen los conocimientos, la independencia de criterio y la capacidad de dar la cara en debates públicos que se necesitan para convertirse en buenos funcionarios.

Para esto, los debates tienen que ser abiertos, sin tantas reglas. Los canales de televisión, las universidades, los tanques de pensamiento estarían más que felices de organizarlos.

Queremos ver debatiendo a los candidatos a alcalde de las ciudades principales. Neto versus Jackeline en San Salvador. Roberto d’Aubuisson versus el Dr. Vicente Coto en Santa Tecla. Luis Rodríguez versus Milagro Navas en Antiguo. Will Salgado versus Miguel Pereira en San Miguel. Milena de Escalón versus Marta Cecibel Lau en Santa Ana…

Queremos que los diputados veteranos se enfrenten en público a los candidatos nuevos que los retan. Exigimos que Javier Simán y Carlos Calleja hagan una serie de debates, una vez que pasen las elecciones de diputados y alcaldes.

Vamos a movilizar a la ciudadanía para que exija estos debates, y que castigue a los candidatos que se corren, o se enojan, o hablan pura paja.


Nos vemos en televisión, señoras y señores, y en los auditorios de las universidades.


Saludos,

44298-firma-paolo
(MAS! /El Diario de Hoy)

jueves, 18 de enero de 2018

Carta a los que menosprecian los Acuerdos de Paz

En innumerables cartas y columnas cuestioné la militarización, la impunidad y los abusos de poder que desde hace años estamos observando en la Policía Nacional Civil. Y aunque por esto me caigan reproches y amenazas, lo seguiré haciendo.

Pero me asusta la cantidad de voces que en ocasión del reciente aniversario de los Acuerdos de Paz sostienen que esta refundación de la República del 1992 no haya servido para nada. Me asusta ver a una intelectual (y además amiga) escribir que “las calles siguen militarizadas, los pobres siguen muriendo impunemente en manos del estado, la OIE sigue persiguiendo a periodistas, etc. Lo que hubo fue un Acuerdo Político / Tregua que enquistó la impunidad. Que lo celebren los firmantes.”

A los que durante las décadas de los 70 y 80 estaban demasiado jóvenes -y a los que fingen amnesia- hay que decirles: La militarización de la seguridad pública de ahora no es lo mismo que el Estado dominado por militares que tuvimos antes de los Acuerdos de Paz. La PNC, con todo su abuso de poder, no es lo mismo que la Guardia Nacional o Policía de Hacienda abolidos por los Acuerdos de Paz. El GRP, con todas sus desviaciones y corrupciones, no es lo mismo que el Batallón Atlacatl, que cometió masacres como la de El Mozote y asesinatos políticos como los de los padres jesuitas. La hostilidad del FMLN de hoy a la independencia de la Sala no es lo mismo que los asesinatos y secuestros de los comandos urbanos guerrilleros. El espionaje y las intimidaciones, que hoy sufren políticos, empresarios y periodistas por parte de la OIE y la Inteligencia Policial dirigidas por cuadros del FMLN, no es lo mismo que los asesinatos a periodistas, los atentados a medios de comunicación que cometieron ambos bandos en la guerra, o los secuestros a manos de guerrilleros y las desapariciones a manos de escuadrones que marcaron las décadas de los 70 y 80. Hay que ser muy ignorante o muy ideologizado para no ver las diferencias.

Quisiera que existiera una máquina de tiempo que transportara de regreso a estos tiempos de represión, activar guerrillero y guerra a los que ahora dicen que los Acuerdos de Paz solo fueron un arreglo de cúpulas sin beneficios para los ciudadanos.

Es cierto que no logramos la paz duradera, y esto nos obliga a poner su construcción a la cabeza de nuestras prioridades. Pero no la vamos a lograr nunca si menospreciamos lo que se logró en 1992: la erradicación de la violencia política, es decir: de la violencia organizada por el Estado y partidos políticos para preservar el poder o alcanzarlo; la apertura del sistema político al pluralismo; la irrestricta libertad de expresión y de organización.

Tenemos cualquier tipo de violencia: violencia de pandillas, violencia extralegal de la PNC, violencia intrafamiliar, violencia de género – pero a diferencia de países vecinos como Honduras, México y Guatemala no tenemos violencia política, ni electoral, ni asesinatos de periodistas. Tenemos políticos presos, pero no tenemos presos políticos. Tenemos gobernantes que expresan abiertamente su menosprecio a la libertad de prensa y la independencia del poder judicial, pero desde 1992 tenemos un consenso social muy sólido, que no permite que un gobierno cierre medios de comunicación o sustituya magistrados incómodos.

Estos avances no cayeron del cielo. Son resultados de la solución política consensuada que encontramos para terminar la guerra. Solo preservando, consolidando y defendiendo estos logros históricos podremos avanzar hacia la paz social que falta construir.


Saludos,

44298-firma-paolo

(MAS! / El Diario de Hoy)



martes, 16 de enero de 2018

Carta a los frustrados, impacientes e ilusos: No necesitamos rupturas, sino mejores políticas.

Hoy celebramos otro aniversario de los Acuerdos de Paz. Más bien, este año nadie lo celebra. Además hay un clima político, en el cual predominan el escepticismo y la frustración. Cuando la anti-política levanta la cabeza, ya no parece sexy un hecho como la solución política a un conflicto armado. Cuando la demagogia populista contamina el discurso político, ya no entusiasma una fecha, en la cual hace 26 años la racionalidad se impuso sobre los resentimientos y emociones de la guerra.

En España pasa algo parecido: Surgió con fuerza un movimiento populista que se arroga descalificar “el régimen del 78” y “la transición”, o sea la histórica refundación de la democracia luego de la dictadura. Cuando a raíz de la crisis catalana se comienza a discutir en serio una reforma constitucional para reforzar las autonomías, el partido PODEMOS de Pablo Iglesias exige un nuevo proceso constituyente.

Aquí Nayib Bukele trata de imitar a Pablo Iglesias, apostando también a la anti-política y un discurso anti-sistema, que niega la vigencia de lo que se ha logrado con los Acuerdos de Paz. Por lo menos el primer impulso le sale fácil, solo está recogiendo a los frustrados que se aburren de la tan poca sexy política en un país que ha entrado en la normalidad, con todos sus logros y defectos.

Los ilusos de las “Nuevas Ideas” no están solos. En el FMLN hay muchos que, luego de que este partido logró la alternabilidad y asumió la responsabilidad de gobernar, se enredaron en la permanente contradicción entre el discurso revolucionario y la política reformista, que su cúpula ejerce desde el poder. Por esto a Bukele le sale fácil recoger a los frustrados entre las bases del FMLN.

Pero hay otros que fomentan esta nueva búsqueda de emociones y rupturas en la política, precisamente cuando necesitamos más racionalidad para consolidar lo caminado desde los Acuerdos de Paz. Un intelectual socialdemócrata como Alberto Arene abre todos los domingos su programa de televisión “Focos” (por demás, bastante bueno) diciendo con cara de tragedia: “La post guerra está agotada…” Y Rubén Zamora sentencia con tono igualmente grave que “los Acuerdos de Paz fallaron al transformar el sistema de partidos políticos.” Aunque ambas son afirmaciones vacías, sí abonan a la percepción irracional que algo está mal con nuestro sistema político y que necesitamos una nueva transformación, cuando lo que necesitamos es que se haga mejor política.

Sumemos a esto que Carlos Calleja, quien en su carrera por la candidatura presidencial de ARENA, lejos de exponer soluciones concretas y reformas necesarias, centra su discurso en el slogan “Nueva Visión”, igualmente vacío que “Nuevas Ideas”. Ambos conceptos no apelan a soluciones racionales, sino al estado emocional de la gente que busca ilusiones, o sea algún tipo de ruptura con este sistema político aburrido de pasos pequeños y presuntamente agotado.

Ante todo esto, insisto en más y mejor política,
más racionalidad, y menos discursos vacíos.

Saludos,

                                                                      44298-firma-paolo(MAS! / El Diario de Hoy)