A solicitud de su gobierno, la Asamblea Legislativa acaba de nombrar el 2017 “Año de la Paz”. Al mismo tiempo, también por solicitud de su gobierno, la Asamblea está discutiendo un decreto para prolongar por un año más las “medidas extraordinarias”, que su gobierno está implementando en su lucha contra las pandillas.
Las dos cosas son incompatibles: El 2017 será o de paz o de guerra. Depende de la decisión suya.
Su política de seguridad, puesta en marcha desde inicio del año 2015 y reforzada por las “medidas extraordinarias” en marzo del 2016, no ha tenido éxito, como afirman usted y sus funcionarios. Al contrario, 2015 y 2016 han sido los años con la cuota de sangre más alta de la postguerra: 6,657 homicidios en el 2015, y 5,274 en el 2015. En los dos años anteriores eran: 2,475 en el 2013, y 3,894 en el 2014. ¿Con qué cara usted ofrece esto como éxito, si es un aumento de 178%? Y son vidas, no sólo cifras.
Durante los 31 meses, desde que usted ha asumido la presidencia, el promedio de homicidios ha subido a 426.68 al mes, cuando durante los 3 años anteriores estaba en 248 al mes, y durante los 15 meses de ‘la tregua’ en 174.5 al mes. Son vidas, no sólo cifras.
Nadie en su sano juicio puede interpretar que la política de seguridad de su gobierno es exitosa, y que las “medidas extraordinarias” merecen ser prolongadas por un año más.
La filosofía detrás de las “medidas extraordinarias” no sólo ha causado más muertos. Ha creado en los centros penales y las bartolinas policiales una situación que la recién electa Procuradora de Defensa de los Derechos Humanos ha caracterizado comparables a la tortura. Ya la Sala de lo Constitucional, incluso antes de la puesta en marcha de las “medidas extraordinarias”, sentenció que es inconstitucional la situación de hacinamiento en bartolinas y centros penales. Las “medidas extraordinarias”, que ahora quieren prolongar, han agudizado esta situación, porque imponen un régimen que no permite a los internos el acceso al aire libre y al sol. Esto ya tiene consecuencias tan graves que han obligado al Ministerio de Salud a intervenir para enfrentar epidemias de tuberculosis.
El tipo de medidas aplicadas desde marzo 2016, por definición de convenios internacionales firmados por El Salvador, son transitorios y sólo se permiten en situaciones de emergencia, por plazos cortos, y de manera individualizada, no a toda una población carcelaria en general. Pero su gobierno solicita a la Asamblea prolongarlos por un segundo año, y aplicarlas a toda la población de seis centros penales con más de 10 mil internos. Esto es incompatible con el discurso de paz que toda la nación ha adoptado en estos día. ¿Será solo discurso?
Aparte de las “medidas extraordinarias” (ya se han hecho ordinarias) en los centros penales, su gobierno ha dado pasos acelerados en una dirección contraria a los Acuerdos de Paz: En su gobierno, la Fuerza Armada ha sido desplegada casi en su totalidad en tareas de seguridad pública; y además, y aun más grave: la PNC se ha militarizado al grado que ya no merece al apellido Civil que los Acuerdos de Paz le dieron como misión.
Muchos en este país dicen: Bueno, si todas estas medidas resuelven el problema, olvidémonos un rato de los principios legales, éticos y de derechos humanos y pongamos orden en el país. El problema es que no hay éxito, las medidas no resuelven el problema, sino lo agravan. Y no hay orden por ninguna parte.
Usted dijo que como presidente se iba a poner al frente de la lucha por la seguridad ciudadana. Pero en vez de esto, puso a Oscar Ortiz y Mauricio Landaverde a la cabeza de una guerra contra un fenómeno que tiene profundas raíces sociales. Todavía es tiempo para recapacitar. Si algo de su discurso sobre los 25 años de paz es sincero, tiene que cambiar su política de seguridad, priorizando el esfuerzo por la inclusión social y el diálogo social encima de la represión y la guerra. Sin una audaz decisión de usted, vamos al abismo, y todo su discurso de paz quedará como mentira.
Atentamente,