Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, sábado 30 octubre 2021
Estimados televidentes:
Por suerte muy pocos de ustedes vieron el reality show “Yo santo, vos corrupto”, dirigido por Jorge Castro, quien en su tiempo libre es diputado. El script de esta tragicomedia es de Nayib Bukele, el actor-imitador de presidente.
La trama básica es bien simple, y con un poco más de talento podría funcionar muy bien: ponés en una salita a personajes de trayectoria política, con preferencia que también sean destacado críticos del actual gobierno o representantes de la oposición, pero por separado. Ellos son los acusados. Además completás la mesa con nueve actores, que pretenden ser diputados limpios, casi santos. Ellos son los acusadores. Tienen la tarea de acosar al invitado y presentarlo como corrupto. El invitado tiene que defenderse e ir al contraataque. Al final el público elige dos ganadores: el acusado que mejor logró dejar ver a sus acosadores como payasos. Y el presunto diputado que mejor logra hacer el ridículo.
En esta última edición de jueves 29, los invitados eran Carlos Acevedo, el expresidente del Banco Central bajo el gobierno de Funes; Roberto Rubio, el hombre de Transparencia Internacional en El Salvador; y Salvador Samayoa, firmante de los Acuerdos Paz del 1992. Acevedo tiene nombre de duro crítico de las políticas fiscales del gobierno, Rubio como el eterno crítico de la falta de transparencia, y “el Pollo” Samayoa como defensor de la institucionalidad democrática construida en el proceso de paz y declarada por Nayib Bukele como una farsa que hay que desmontar.
Si los acusadores tuvieran la capacidad intelectual para enfrentar a los tres invitados, podría salir un reality show bien interesante. Pero ahí comienza el problema: el desequilibrio de inteligencia, elegancia y capacidad de argumentar. En vez de entrar en discusiones interesantes y pelear con elegancia como en los duelos de espada, a los diputados sólo les queda el insulto, la repetición interminable de las mismas acusaciones, el ataque personal y el irrespeto. Así obviamente es una lucha desigual, y cuando desde el inicio se sabe quién gana, siempre es aburrido. En televisión como en política, el pecado mortal es aburrir.
Ahí se hace notar la poca capacidad creativa e intelectual del creador de este show, el publicista Nayib Bukele. Y el director Jorge Castro, con un script tan malo, anda perdido, dando patadas a la loca. Incluso, le ganan en la competencia por “el payaso de la semana” varios de los otros diputados..
Uno se pregunta: entre los 65 que tienen en el taller de aprendices de diputados, ¿no podían encontrar a algunos que sepan llevar un duelo de altura con quienes perciben como sus enemigos?
Bueno, para ser justo: A Marcela Pineda le sale fácil y natural el papel de mujer malvada. Se ganó el premio de “payasa de la semana”, aunque no sepa hacer reír. Sin embargo, hay payasos que te hacen llorar y de repente te hacen hervir la sangre. De estas es Marcela, hay que reconocerle el mérito.
Veamos a la contraparte: los invitados. Obviamente tienen una gran ventaja: no dependen del script de Bukele, tienen libertad de argumentación. Y esta vez, los tres lo hicieron muy bien. Supieron que la mejor defensa es la ofensiva, y la practicaron con solvencia y sin levantar la voz. Salvador Samayoa incluso lo hizo con una sonrisa, así que se llevó el premio del invitado que mejor puso en ridículo y vergüenza a sus acusadores. La escena donde uno de los gallos chingueros le preguntó si revisó si “los pagos en efectivos realmente se hicieron en efectivo”, Samayoa lo remató con un ruidoso silencio y con un mínimo juego de mímica.
En anteriores episodios ni siquiera pudieron lidiar con testigos que trajeron de Mariona. Tony Saca hizo con ellos lo que quiso.
El formato obviamente no puede funcionar mientras lo dirigen personas como Nayib Bukele y Jorge Castro. Gente sin humor no puede producir comedias. Y gente con tan poca autoestima no puede aguantar un duelo de argumentos. Como dije: suerte que casi nadie lo ve.
Mejor nos quedamos con Netflix o Amazon.