A menos que manden a hacer al candidato ideal en Ilobasco, Javier
Simán es el mejor candidato a la presidencia. No es perfecto, pero de
todos modos, no me gustan las personas que se presentan como perfectas.
No estoy de acuerdo con todas sus posiciones. Pero no hace falta.
Hace falta tener confianza al candidato, en su capacidad y racionalidad,
en su ética y su sensatez. Solo las personas muy sensatas se escapan de
la tentación de, al llegar al poder, imponer sus posiciones e intereses
al país.
Por ejemplo: No comparto sus posiciones conservadoras en cuanto a
libertades sociales, el derecho de los homosexuales a contraer
matrimonio, y la liberalización de la prohibición absoluta del aborto.
Pero que un potencial presidente tenga estas posiciones conservadoras no
me preocupa, si tiene suficiente tolerancia y apego a la ley para
respetar un cambio de legislación, en caso que surja una mayoría social y
legislativa para consensuar estas reformas. Es clara su posición: No
voy a gobernar con la biblia, sino con la Constitución.
A veces se me generaron dudas, cuando vi que a Javier Simán lo apoyan
fervientemente personas con los cuales no comulgo por nada. Pero
observo también que Javier Simán acepta estos (y otros) apoyos sin
hacerse dependiente de las agendas de nadie. Se me dibuja la imagen de
un candidato que atrae apoyos muy fuertes de sectores muy diversos: de
conservadores y fundadores, pero al mismo tiempo de los sectores más
progresistas y liberales, que dentro de ARENA y la sociedad
civil empujan la
renovación, la lucha contra la corrupción y la
transparencia. Uno podría pensar que esto solamente lo puede lograr un
candidato de doble cara y doble discurso. Pero en el caso de Simán no es
así: Tiene un discurso muy franco, muy claro y anclado en principios.
No dice lo que la gente quiere escuchar. Es de los tres precandidatos de
ARENA el que más está dispuesto a tomar posiciones impopulares y a
desafiar viejas tradiciones y discursos de ARENA. Hace críticas a ARENA y
su pasado mercantilista, de corrupción e de imposición, aunque pueden
ofender a los conservadores; y tampoco esconde sus posiciones
conservadores en asuntos religiosos, aunque pueden chocar con los
liberales.
Si alguien logra con (o a pesar de) esta franqueza ganar adeptos
tanto de conservadores y liberales, de fundadores de ARENA y de
progresistas y hasta sectores que provienen de la izquierda, y si lo
logra sin caer en doble discurso, entonces es un excelente candidato. ¿Y
no quieren los areneros que su candidato tenga capacidad de unir al
partido? ¿No quieren un candidato que sepa unir la corriente
conservadora y la corriente liberal para derrotar las corrientes
autoritarias y populistas?
Lo mejor que puede pasar a ARENA es un candidato con un liderazgo capaz
de asegurar que las diferencias entre conservadores y liberales no
dividan esta mayoría ciudadana que hay que construir para derrotar al
populismo, tanto en su versión tradicional del FMLN como el emergente de
Nuevas Ideas. A esto se refiere Javier Simán cuando insiste que no es
el momento de dividir la sociedad con un gran debate sobre temas como
matrimonio y aborto, sino de responder a las necesidades básicas de la
gente: seguridad, educación, salud, empleo.
Javier Simán es el candidato que tiene claro en qué temas hay que
marcar claras diferencias (y si es necesario, confrontar con claridad,
sin miedo a la polarización), y en cuáles temas no.
Lo que me refuerza esta convicción es mi propia experiencia con
Javier Simán. Ya en su función de presidente de ASI, lo conocí como
alguien dispuesto a escuchar y a aceptar posiciones críticas y
divergentes. Esto es positivo, pero implica el riesgo de no tomar
decisiones, para nunca quedar mal con nadie. No es el caso de Simán.
Discute para poder tomar decisiones y fijar posiciones. A los que no
lograron convencerlo en un determinado tema, en vez de alejarse de
ellos, los invita a sostener sus diferencias y aportar donde hay
coincidencias. Esto es una calidad muy rara en personas que ejercen
poder. Por esto, cuando Javier Simán, para construir su gobierno, no las
va a buscar a los que fielmente coinciden con todas sus posiciones
políticas, ideológicas o religiosas, sino a los más idóneos. Y la
definición de idóneo incluye que tengan criterio propio y crítico, pero
disciplina para ejecutar lo acordado.
Conozco a Javier Simán como un hombre que sabe delegar y fomentar la
iniciativa de los miembros de su equipo, pero sin dejar de asumir la
última responsabilidad. Estoy seguro que con él no habrá un gabinete
negociado entre sectores y sus intereses, sino un equipo compacto con
claro liderazgo. Esto es lo que el país necesita luego de 2 gobiernos
con falsos liderazgos – y uno sin liderazgo.
En los debates, a pesar de las limitaciones de sus formatos, hemos
visto que Simán tiene conceptos claros de cómo incentivar la
reactivación de la economía, pero también para políticas de inversión
social que rompan con la tradición del clientelismo y jugarán un papel
clave para el desarrollo económico y la reducción de la pobreza, pero al
mismo tiempo para la construcción de la paz social – y por tanto, para
construir políticas de seguridad que ataquen la raíz del problema. Este
candidato entiende que aparte de una PNC eficiente que logre recuperar
la mística con la cual fue fundada, y aparte de una firme aplicación de
la ley, se necesita que el Estado focalice todos sus esfuerzos en la
transformación integral de los barrios donde ha perdido presencia y
legitimidad.
Por todas estas consideraciones, y sin menospreciar las cualidades
manifiestas de Gustavo López Davidson y Carlos Calleja, recomiendo a los
areneros a votar el 22 de abril por Javier Simán.
(EDH-Observadores)