jueves, 19 de abril de 2018

Un hombre sin doble discurso

A menos que manden a hacer al candidato ideal en Ilobasco, Javier Simán es el mejor candidato a la presidencia. No es perfecto, pero de todos modos, no me gustan las personas que se presentan como perfectas.

No estoy de acuerdo con todas sus posiciones. Pero no hace falta. Hace falta tener confianza al candidato, en su capacidad y racionalidad, en su ética y su sensatez. Solo las personas muy sensatas se escapan de la tentación de, al llegar al poder, imponer sus posiciones e intereses al país.

Por ejemplo: No comparto sus posiciones conservadoras en cuanto a libertades sociales, el derecho de los homosexuales a contraer matrimonio, y la liberalización de la prohibición absoluta del aborto. Pero que un potencial presidente tenga estas posiciones conservadoras no me preocupa, si tiene suficiente tolerancia y apego a la ley para respetar un cambio de legislación, en caso que surja una mayoría social y legislativa para consensuar estas reformas. Es clara su posición: No voy a gobernar con la biblia, sino con la Constitución.

A veces se me generaron dudas, cuando vi que a Javier Simán lo apoyan fervientemente personas con los cuales no comulgo por nada. Pero observo también que Javier Simán acepta estos (y otros) apoyos sin hacerse dependiente de las agendas de nadie. Se me dibuja la imagen de un candidato que atrae apoyos muy fuertes de sectores muy diversos: de conservadores y fundadores, pero al mismo tiempo de los sectores más progresistas y liberales, que dentro de ARENA y la sociedad civil empujan la
renovación, la lucha contra la corrupción y la transparencia. Uno podría pensar que esto solamente lo puede lograr un candidato de doble cara y doble discurso. Pero en el caso de Simán no es así: Tiene un discurso muy franco, muy claro y anclado en principios. No dice lo que la gente quiere escuchar. Es de los tres precandidatos de ARENA el que más está dispuesto a tomar posiciones impopulares y a desafiar viejas tradiciones y discursos de ARENA. Hace críticas a ARENA y su pasado mercantilista, de corrupción e de imposición, aunque pueden ofender a los conservadores; y tampoco esconde sus posiciones conservadores en asuntos religiosos, aunque pueden chocar con los liberales.

Si alguien logra con (o a pesar de) esta franqueza ganar adeptos tanto de conservadores y liberales, de fundadores de ARENA y de progresistas y hasta sectores que provienen de la izquierda, y si lo logra sin caer en doble discurso, entonces es un excelente candidato. ¿Y no quieren los areneros que su candidato tenga capacidad de unir al partido? ¿No quieren un candidato que sepa unir la corriente conservadora y la corriente liberal para derrotar las corrientes autoritarias y populistas?


Lo mejor que puede pasar a ARENA es un candidato con un liderazgo capaz de asegurar que las diferencias entre conservadores y liberales no dividan esta mayoría ciudadana que hay que construir para derrotar al populismo, tanto en su versión tradicional del FMLN como el emergente de Nuevas Ideas. A esto se refiere Javier Simán cuando insiste que no es el momento de dividir la sociedad con un gran debate sobre temas como matrimonio y aborto, sino de responder a las necesidades básicas de la gente: seguridad, educación, salud, empleo.

Javier Simán es el candidato que tiene claro en qué temas hay que marcar claras diferencias (y si es necesario, confrontar con claridad, sin miedo a la polarización), y en cuáles temas no.

Lo que me refuerza esta convicción es mi propia experiencia con Javier Simán. Ya en su función de presidente de ASI, lo conocí como alguien dispuesto a escuchar y a aceptar posiciones críticas y divergentes. Esto es positivo, pero implica el riesgo de no tomar decisiones, para nunca quedar mal con nadie. No es el caso de Simán. Discute para poder tomar decisiones y fijar posiciones. A los que no lograron convencerlo en un determinado tema, en vez de alejarse de ellos, los invita a sostener sus diferencias y aportar donde hay coincidencias. Esto es una calidad muy rara en personas que ejercen poder. Por esto, cuando Javier Simán, para construir su gobierno, no las va a buscar a los que fielmente coinciden con todas sus posiciones políticas, ideológicas o religiosas, sino a los más idóneos. Y la definición de idóneo incluye que tengan criterio propio y crítico, pero disciplina para ejecutar lo acordado.

Conozco a Javier Simán como un hombre que sabe delegar y fomentar la iniciativa de los miembros de su equipo, pero sin dejar de asumir la última responsabilidad. Estoy seguro que con él no habrá un gabinete negociado entre sectores y sus intereses, sino un equipo compacto con claro liderazgo. Esto es lo que el país necesita luego de 2 gobiernos con falsos liderazgos – y uno sin liderazgo.

En los debates, a pesar de las limitaciones de sus formatos, hemos visto que Simán tiene conceptos claros de cómo incentivar la reactivación de la economía, pero también para políticas de inversión social que rompan con la tradición del clientelismo y jugarán un papel clave para el desarrollo económico y la reducción de la pobreza, pero al mismo tiempo para la construcción de la paz social – y por tanto, para construir políticas de seguridad que ataquen la raíz del problema. Este candidato entiende que aparte de una PNC eficiente que logre recuperar la mística con la cual fue fundada, y aparte de una firme aplicación de la ley, se necesita que el Estado focalice todos sus esfuerzos en la transformación integral de los barrios donde ha perdido presencia y legitimidad.
Por todas estas consideraciones, y sin menospreciar las cualidades manifiestas de Gustavo López Davidson y Carlos Calleja, recomiendo a los areneros a votar el 22 de abril por Javier Simán.

(EDH-Observadores)