Este día me embarga una profunda tristeza, ha muerto el creador de Juan Pablo Castel, ha muerto Ernesto Sábato. Con la humildad que lo caracterizó nos diría que para escribir sobre él: bastaría decir que soy Ernesto Sábato. Pero Sábato no sólo fue un hombre más, Saramago lo describió de una manera excepcional diciendo “quizá no se encuentre situación tan dramática como la tuya, la de alguien que, siendo tan humano, se niega a absolver a su propia especie, alguien que a sí mismo no se perdonará nunca su condición de hombre”.
Sábato fue un personaje entrañable que ocupo diferentes roles a lo largo de su vida; hijo, esposo, padre, científico, novelista, periodista, ensayista y pintor, pero Sábato no sólo fue sus investigaciones científicas, sus novelas, sus crónicas periodísticas, sus ensayos y sus pinturas, fue una persona fiel a su condición humana, producto de la cual un día hundido en una profunda depresión, frente a las aguas del Sena, le subyugó la tentación del suicidio, de esta crisis existencial parió su novela emblemática: El túnel.
Porque para Sábato escribir era su forma de no huir del mundo, de reconquistar la unidad inefable de la vida, desde entonces hasta antes del fin siempre intentó desesperadamente comunicarse, hacernos ver el exagerado racionalismo de nuestras sociedades modernas, lo deshumanizador de nuestro tiempo, lo insensato de nuestras acciones pero también darnos un poco de esperanza e ilusión para la vida, en busca de recuperar cuanto de humanidad hemos perdido.
Ernesto Sábato fue un hombre que en muchos momentos de su vida se encontró viviendo fuertes y profundas crisis existenciales que lo llevaban a encontrarse vacío de sentido, de ahí que considerase que el oficio de vivir fuese tan difícil, pero ha sido su postura frente a la vida, la resistencia, uno de los legados más grandes de Ernesto Sábato para todos nosotros, así escribe en uno de sus últimos libros titulado La Resistencia: el mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria.
Que manera de vivir la vida, que ante las adversidades, ante la frustración, ante las crisis existenciales, cantar, aunque en el caso de Sábato no sólo era cantar, era escribir, pintar, admirar la belleza de una puesta de sol, disfrutar una taza de café, gozar el silencio, tener la compañía de un amigo o de su mujer, simplemente estar en el mundo. Ernesto cuando por fin aprendiste el oficio de vivir te moriste.
Afortunadamente lo escrito permanece, así tú siempre permanecerás al lado de quienes te leísmos y acudimos a tus palabras cada vez que necesitamos un poco de aliento para seguir resistiendo, estarás entre nosotros cada vez que alguien lea tus pensamientos y se sienta reconfortado. Ahora solo resta seguir resistiendo.
Adiós Ernesto Sábato