miércoles, 12 de noviembre de 2014

Carta a un amigo caído en la guerra

Dear Lucas:
Un día 11 de noviembre, creo que fue en el año 2000, llegué a la Ventana, todavía en la San Luis, y en la barra me estaban esperando Greg y Paul, dos excomandos británicos, y mi amigo Raúl Otero, salvadoreño que había ido a la guerra gringa en Vietnam. Los dos ingleses estaban en El Salvador para terminar la tarea de buscar y desactivar las miles de minas que la guerra había dejado en nuestro país. Raúl, quien vivía en Los Ángeles, recién había regresado al país para establecerse como fotógrafo de publicidad y moda.

Los tres ya habían tomado varios tragos. "Sit down, man! ¡Sentáte, hombre! Today is Remembrance Day, let's drink on the fallen. Hoy es el día de memoria, tomemos en honor de los caídos…"

Carlos, el bartender, nos sirvió 4 whiskies. De una botella de Glenlivet que Glen había traído. Shots sin hielo, así como lo toman los británicos. "Falta uno, man, para mi amigo Shawn quien murió en una emboscada en Dublin," dijo Paul. Se levantó, los 4 nos levantamos, y Paul contó la historia de Shawn. Recién había llegado de Glasgow, donde tenía 2 hijas. Murió de un tiro certero de un francotirador. "You're not forgotten, my man. No te olvidamos. Cheers!" Y Paul se tomó su whisky, y el shot de Shawn.

Nos sentamos. Nadie habló. Cada uno pensando en camaradas muertos. 5 nuevos shots. Se levanta Greg, quien había estado en 10 guerras, algunos de ellos inconfesables, nunca declaradas. "There was a man, the best of the braves, Kovalski his name, he was from Poland. El mejor de los más bravos, polaco. Y yo ni siquiera puedo recordar su cara ni su nombre. Pisó una mina el 24 de febrero de 1991, en la frontera de Kuwait, cuando entramos a Irak. Íbamos infiltrados detrás de las líneas de Hussein. This is on you, Kovalski! Disculpe que se me olvidó tu nombre…"

Turno de Raúl. 5 nuevos shots. El hombre no puede hablar sin llorar. No me recuerdo el nombre del hombre a quien dedica esta ronda. Algún chicano que anduvo con él en Saigón. Murió en el jeep que Raúl manejó, a 100 metros del cuartel. Francotirador él, francotirador quien lo mató. 5 whiskies. Silencio largo.

"Your turn, Paolo! Te toca a vos, Paolo". A esta altura ya me habían pasado revista docenas de caras de compañeros muertos. Algunos que había conocido bien: el Gato Jimmy, quien me condujo de San Miguel hasta La Guacamaya, la primera vez que entré al frente de guerra en Morazán, pasando por el maldito cerro de Chapeltique; Mabel, la hermana de Letty; Walter, quien murió en la toma de Perquín. Y vos, Lucas, el gringo viejo…

"Tomemos por Lucas, el tipo más loco que he conocido en Morazán. Otro francotirador. Escritor. Fumador dispuesto a arriesgar su vida por conseguir cigarros. Me enseñaste desarmar, limpiar, armar y disparar mi carabina M2. Me enseñaste cómo enrollar tabaco con papel de biblia. Te mataron en Poza Honda, y años después logramos mandar tus diarios a tu hermano en Estados Unidos. Cheers, Lucas!" 5 shots Glenlivet.

Pasamos horas y horas tomando whisky y recordando a hombres y mujeres que hoy nos hacen falta. No sé cómo llegue a la casa esa noche. A partir de esa noche, cada 11 de noviembre, sirvo un trago a algún amigo muerto. No sé qué se han hecho Greg y Paul, pero estoy seguro que no pasa un Remembrance Day sin que estén en algún bar en alguna parte del mundo para tomar en honor de sus caídos.

Brindo por ellos también. Y por vos, Lucas, con quien nunca tomé otra cosa que aquel café espeso hecho en tu taza de equipo, que trajiste de a saber qué guerra.

Adiós, Lucas, adiós soldados y guerrilleros muertos en guerras que ya nadie se recuerda bien cómo comenzaron. Paolo Lüers 


(Mas/El Diario de Hoy)