lunes, 5 de mayo de 2008

Sobre la gestión ecosistémica, los espacios naturales y la deformación del pensamiento conservacionista.

La aproximación ecosistémica puede ser entendida como una visión sobre la gestión del territorio desde la integración de las ciencias. Para realizar la gestión de un territorio sea protegido o no, hay que tener una visión holista. Esta visión ha faltado, siempre se ha tenido una visión sectorial, muchas veces impulsado desde la misma ciencia. Entonces el problema está, en como entender e integrar todas esta visiones científicas, a la elaboración de estrategias adecuadas. Cuando este lenguaje esté integrado y abra un puente de unión par poder discutir y crear una base conceptual. Este leguaje integrado tiene que ser el de las ciencias: naturales, sociales y económicas.

El problema comienza cuando tratamos de entender este lenguaje. En el caso de las ciencias biológicas existe un debate, que muchas veces tiende a confundir. Los científicos a raíz de la problemática del cambio global, como dice Peñuelas (2002) un cambio que preocupa sobre todo por su componente climática, y la disminución de la biodiversidad han tratado de idearse métodos para solucionar este problema. Pues dentro de estos intentos surge la biología de la conservación. Este enfoque es biocentrista y dedica el centro de protección a unas cuantas especies que resultan de especial interés. Cuando la verdadera conservación tiene que ser un enfoque integrado y con una visión holística. Es a partir de esa visión que se tienen que generar los proyectos específicos. Este instrumente puede ser muy útil para la conservación de procesos, pues además de estas especies emblemáticas habría que tratar las especies que desarrollan un papel funcional en el ecosistema y tratar de dirigir los esfuerzos de conservación hacia esta área.

Esta visión, tiene que ser amplia y no ser un fin en si misma sino una línea de pensamiento, tiene que tratar de entender cuales son todos los procesos incluidos en un espacio y tratar de ver como conservar esos procesos “invisibles”. Esto hace que para entender esta visión se tenga que dejar aparte toda una serie de patologías que normalmente los gestores (manejadores de áreas protegidas) tienen y muchas veces la misma ciencia les ha reforzado. Hay que tratar de conocer cuales son esos procesos “invisibles” para poder gestionar; y ese conocer, ese leguaje, ese base conceptual nos la darán las ciencias.

Ejemplo de estos procesos “invisibles” son las interacciones entre plantas y animales, normalmente las políticas de conservación de especies y hábitat rara vez toman en cuenta las claras asociaciones que existen entre plantas y animal. Esto produce que se interrumpan procesos que han evolucionado desde hacer 400 millones de años (Herrera, 2003) y esto conlleva a que la biodiversidad disminuya. Entonces estas políticas que surgen con el fin de preservar la biodiversidad, al no tener en cuenta aspecto tan básicos como este, definitivamente no están cumpliendo su función.

Muchas veces hasta el mismo concepto de biodiversidad es mal entendido y las políticas de conservación sobre está tienden a ser parte del problema y no la solución. Y muchas veces se confunde la diversidad ecológica, que es una característica emergente de los ecosistemas, con la biodiversidad, que solo es la expresión de la variabilidad. Si se fijaran en los ecosistemas entenderían que la velocidad con que estos transmiten la energía es inversamente proporcional a la biodiversidad. Y de esta manera se pudiera conservar esta biodiversidad entendiendo como fluye la energía en dicho ecosistema.

Otra cuestión que ha deformado el pensamiento conservacionista son las perturbaciones, porque muchas veces se ha visto a estas como la causa directa de la disminución de biodiversidad. Pero las perturbaciones antropocéntricas, en algunos casos como las dehesas del mediterráneo, han aumentado la biodiversidad. Las perturbaciones ocurren en todos los ecosistemas. Los espacios naturales no son un mosaico estático. Dicho esto, hay que tener en cuenta que a la hora de estudiar un territorio las perturbaciones son algo natural y por tanto no podemos pensar en tratar de tener un mosaico estático sino que hay que estudiar el dinamismo producido por las perturbaciones.

Las dehesas españolas son un ejemplo de cómo el hombre ha entendido las perturbaciones y ha tratado de imitarlas, en un bosque que está sujeto a una presión de herbívoros y fuegos ocasionales. Entonces este lo que ha hecho es imitar las perturbaciones así obteniendo bienes de este bosque. Esta actividad ha llevado a la creación de un ecosistema tan particular como son las dehesas, que además mantiene una biodiversidad propia debido a estas perturbaciones. Una vez obtenidos estos bienes solo es cuestión de mantener un balance en el uso que se le da al territorio, así conservando perturbaciones originales.

En el caso de América hay que ver que las practicas que funcionan para el monte mediterráneo no necesariamente van a producir los mismos beneficios, habría que investigar cual es el régimen de perturbaciones adecuado para estos ecosistemas. También habría mucho que discutir sobre que se hace en el caso de tener un área núcleo muy pequeña, como es el caso de la mayoría de espacios naturales salvadoreños, las perturbaciones son en su mayoría antropocéntricas, habría que discutir que hacer para mantener los procesos estables. A mi criterio nos tenemos que olvidar de la concepción del espacio protegido como un ambiente aislado, e integrarlo a una unidad de manejo más amplia y con fundamentos ecológicos, áreas de conservación con custodia del territorio privado.

Este nuevo territorio tiene que tener un elemento integrador que tenga sustento ecológico, este elemento es muy probablemente el agua, aunque este análisis puede variar dependiendo de en que escala jerárquica que nos situemos. Entonces el primer paso que habría que hacer es tratar de ordenar el territorio de acuerdo a las cuencas o microcuencas que están incluidas en él. El ciclo del agua es uno de los principales procesos “invisibles” que nos presenta barreras a partir del cual podemos comenzar a gestionar el territorio, eso si, no hay que descuidar que existe otro proceso implicados y que tienen igual y en algunos cosas mayor importancia.

Entonces esta aproximación ecosistémica que busca conservar procesos, tiene que posibilitar que en el territorio gestionado exista integridad ecológica y salud de los ecosistemas. Esta integridad ecológica no es más que la capacidad de mantener su estructura, funcionamiento y desarrollo, además esta implícito que ante una perturbación mantendría estas condiciones. Pero el asunto más importante esta en definir que es la salud de un ecosistema. Pues no es otra cosa que el valor social que este tiene y para esto la mejor herramienta con la que contamos es la de la economía ecológica, y volvemos a ver reflejado como la nueva gestión del territorio es una integración de las ciencias. Esta nueva ciencia nos ayuda a entender y estudiar cuales son las bienes y servicios que los ecosistemas prestan. Entonces, ¿por qué definir la “salud” de un ecosistema en función de los bienes y servicios que este presta?, pues bien como define Díaz Pineda (2001) el paisaje es resultado de un conjunto de procesos ecológicos y por tanto la variación del paisaje estará explicada por la variación de esos procesos, yo agregaría que estos procesos generalmente varían dependiendo de los bienes y servicios que este preste, por ejemplo Díaz Pineda, a elaborado complejos análisis que tratan de explicar como a través de algunas variables de las estructura de población de una comunidad se puede modelar que le pasará a este paisaje.

Ahora frente a este nuevo marco de referencia como se puede gestionar una espacio natural, un territorio. Pues bien hay que tener este lenguaje común que te lo dan las ciencias, esta base conceptual y hay que elaborar medidas de conservación desde este lenguaje. Cuando este lenguaje se convierte en medidas puntuales de conservación y estas medias estén articuladas entre si entonces nos dirigiremos hacia la aproximación ecosistémica.

Si el territorio es un ente dinámico, la gestión tiene que ser dinámica. El gestor no pude tratar de trazar un plan de manejo que busque conservar la fauna, flora y gea. Debe tratar de conservar proceso y estos procesos son dinámicos, la gestión tiene que tener integridad. Esta gestión debe poder adaptarse a las perturbaciones y poder aun así mantener su estructura y sus procesos administrativos. Igual debe tener resilencia. En fin la gestión tiene que ser del territorio tiene que ser adaptable y tiene que tener una base en la integración de las ciencias que crean un lenguaje común.