Aun cuando nadie en la OEA, en los gobiernos latinoamericanos e, incluso, en Estados Unidos, han sido discretos, la vuelta conlleva forzosamente al reconocimiento de los graves errores y extralimitaciones de Zelaya quien, con su desvergonzada entrega a la estrategia internacional de Fidel Castro y Hugo Chávez, sentó las bases de la crisis.
El virus de la reelección presidencial indefinida que contagia a los presidentes de la ALBA es la causa de esta crisis. Zelaya inventó, con ayuda económica y política venezolana, un referéndum personal y como tal lo lanzó contra lo que consagra la Constitución y sostienen los otros poderes del Estado. Desde Caracas llegaron los aviones con el material electoral, un hecho anómalo, intervencionista e inaceptable. ¿Quién dio permiso para eso? ¿Por qué el dinero de los venezolanos se malgasta en exportar el chavismo ruinoso y corrupto? Manuel Zelaya debe regresar, obviamente, pero a someterse a la Constitución y no a seguir los pasos de Chávez, quien le aconsejó alzarse con el poder. En Honduras no se puede ignorar la realidad y lo lógico es que las cosas vuelvan a la misma situación de antes de la crisis. Ello incluye el retorno del jefe militar destituido por Zelaya porque no quiso ser su cómplice en una jugada electoral promovida por los países del ALBA.
Zelaya debe respetar a las Fuerzas Armadas de Honduras que, como en todo país democrático, deben ser apolíticas y no mezclarse en asuntos partidistas como pretendía el mandatario hondureño. No olvidemos que Zelaya perdió el apoyo de su propio partido, del Tribunal Supremo y de la mayoría del Congreso.
No es poca la crisis que generó su desmedida ambición de poder, sus pretensiones de reelegirse indefinidamente y de reformar la Constitución como en Venezuela.
¡Manos fuera de Honduras! (en especial las de Venezuela) sería una buena causa para la OEA. Mientras ese organismo y su secretario general no hablen claro, la democracia irá mal en Honduras. Está bien la prudencia, pero no la abierta complicidad con el golpista Chávez, con el cocalero Morales y el aberrado Ortega.
Está bien que Zelaya regrese a la presidencia, pero a gobernar de acuerdo con la Constitución y no a obedecer consignas dictadas desde La Habana o Caracas. Es el colmo del cinismo que el dictador Fidel Castro alabe la democracia en Honduras y que el golpista Chávez defienda el orden constitucional.
Y algo más es conveniente: que nadie amenace a las Fuerzas Armadas de Honduras, aguerridas y experimentadas, porque esa es la peor receta. A lo mejor le toman la palabra a Chávez y terminan dándonos una paliza porque hoy la FAN está en la carraplana. Dios nos ayude.
(El Nacional, Venezuela)