Todo esto porque Melgar fue miembro de la dirigencia del PRTC, una de las organizaciones guerrilleras integrantes del FMLN, cuando esta organización cometió lo que es conocido como ‘la masacre de la Zona Rosa’. El PRTC, una organización con muy escasos aportes militares y políticas a la guerra insurgente, atacó el 19 de junio de 1985 dos restaurantes ubicados en la Zona Rosa. En esta acción comando fueron ejecutados cuatro marines estadounidenses desarmados y 9 civiles.
A partir de esta acción, cuestionada incluso dentro de la insurgencia salvadoreña como ‘terrorista’, los dirigentes del PRTC se aseguraron su inclusión en la lista negra de Washington. Nadie de ellos jamás recibirá visa para Estados Unidos.
Muchos ex-comandantes guerrilleros mantienen dudas si Manuel Melgar realmente estaba involucrado en la planificación o ejecución de esta operación infeliz. No recuerdan a Manuel Melgar como un jefe militar, a quien alguien tomaría en cuenta para planificar una operación tan complicada.
Pero esto no es el punto. Para mi, nadie debería estar excluido de la posibilidad de participar en política e incluso asumir responsabilidades gubernamentales, por su participación en la guerra. Ni siquiera por acciones tan cuestionables como la de la Zona Rosa. Si Estados Unidos quieren negar visa a los protagonistas de ciertas acciones da la insurgencia, de los escuadrones de la muerte o de la contrainsurgencia, es problema suyo. Tendrán que evaluar si su propio papel en los conflictos armados en Centro América, incluyendo en operativos contra población civil que también se podría clasificar de ‘terroristas’, les da la solvencia moral para mantener su ‘lista negra’.
El punto es otro: Manuel Melgar no tiene menos derecho de participar en política o en el gobierno que Salvador Sánchez Cerén tiene derecho de ser vice-presidente o que el mayor D’Abuissón tendría de ser ministro si no hubiese muerto en 1992.
El problema de Manuel Melgar no es que formó parte de la dirigencia del PRTC y como tal co-responsable de la masacre de la Zona Rosa. Esto está cubierto, no solo por la Ley de Amnistía, sino también por el proceso político de la paz, de la reconciliación de la construcción conjunta de un país donde todos caben. Si no, tuviéramos a esta altura seguir excluyendo del proceso político a docenas de personas que durante la guerra han tenido liderazgo en ambos lados del conflicto.
El problema de Manuel Melgar no es el hecho que los gringos lo declaren persona non grata por su pasado durante la guerra, sino su incapacidad comprobada en dos años como ministro de articular y dirigir una política de seguridad que frene el auge delincuencial y de la violencia.
Sería absurdo pedir la renuncia de Melgar por el hecho que Estados Unidos no está confiando en nuestro proceso interno de reconciliación y de superar los traumas de la guerra. Nosotros ya no deberíamos poner o quitar ministros por lo que han hecho durante la guerra, esto no califica ni descalifica a nadie. Así de fuerte es nuestro proceso de paz.
Deberíamos poner y quitar a ministros y otros funcionarios de alta responsabilidad por lo que hacen (o no saben hacer) en la actualidad. Aplicando este criterio de la meritocracia (o sea, que asumen funciones de poder solamente los que tienen los méritos, capacidades y actitudes profesionales necesarios), Manuel Melgar debería renunciar o ser sustituido. No ha logrado aprovechar la colaboración de la Fuerza Armada en las tareas de seguridad, porque no permite que los militares realmente se involucren en el combate a la delincuencia. Está sometiendo a la Policía Nacional Civil a un proceso peligroso de ideologización, promoviendo su reorganización bajo criterios partidarios y no profesionales.
Sólo estas dos deficiencias son suficientes para sustituir a un ministro de seguridad. Ni hablando de la incapacidad de articular un concepto integral de reforma de los aparatos de seguridad y justicia.
¿Será que la razón de no sustituir a Melgar es que su presencia es para el gobierno del FMLN un punto de honor frente a la hostilidad que Washington muestra a este funcionario desde que fue nombrado ministro?
Está bien que aquí ya no estemos besando banderas de nadie. Pero la dignidad hay que saber mantenerla sin pagar el costo de no tener política eficiente de seguridad.
(El Diario de Hoy)