Cuando pasó el desastre nuclear de Tchernobyl, yo estaba trabajando en los estudios centrales de Radio Venceremos en Morazán. En nuestro monitoreo de radios internacionales nos salieron las versiones más contradictorias sobre lo que estaba pasando en la central nuclear soviética. The Voice of America, la BBC, Radio Netherland, Deutsche Welle y otras emisoras del mundo occidental hablaron de un gigantesco complejo nuclear fuera de control y de un peligro grave para la salud de millones de personas en toda Europa. Radio Sandino y Radio La Habana hablaron de un problema técnico bajo control de las autoridades soviéticas, y de una maniobra de guerra mediática orquestada por la CIA para desprestigiar a la Unión Soviética. Radio Moscú no dijo nada.
Yo, como veterano de batallas campales en Alemania contra la industria nuclear durante los años 70 ("Atomkraft, Nein Danke!" – "Energía nuclear, ¡no gracias!"), supe inmediatamente que Tchernobyl era la catástrofe que durante años habíamos anunciado que la locura nuclear iba a producir algún día. Obviamente, esto no se podía decir en una emisora guerrillera y anti-imperialista, cuyos dueños, el ERP y su jefe Joaquín Villalobos, en 1986, eran los niños mimados de Fidel Castro. Precisamente en esta etapa de la guerra, Cuba muy pragmáticamente reconoció el liderazgo de Joaquín Villalobos y la capacidad militar del ERP, y esta organización de rebeldes en el fondo anticomunistas, con igual pragmatismo, comenzó a aceptar la influencia cubana y soviética en la construcción de un "partido único", el FMLN...
Entonces, en abril del año 1986, usar los micrófonos de Radio Venceremos para criticar la ausencia de políticas medioambientales en la Unión Soviética era impensable. Rapidito quemé un primer borrador de un comentario que todo el mundo entendió como expresión de mi "anticomunismo europeo".
Es más, del campamento de la comandancia del ERP, con el cual compartimos el bello cerro Gigante en las afueras de Perquín, la cocina y los chambres diarios, llegó una decisión salomónica, pero para mí inaceptable: "Si nadie en el mundo realmente sabe qué diablos está pasando en la quinta mierda de Ucrania, ¿cómo alguien va a exigir a una radio guerrillera embutida en los charrales de Morazán que sepa? Vamos a plegarnos a la línea que marca Radio La Habana. ¡Y esto es una orden!"
Para mí, si acatábamos esta orden, corríamos el peligro de perder, de una vez por todo, nuestra credibilidad. No podíamos mentir en un asunto tan crucial para el futuro de la humanidad. Entonces, yo agarré el argumento de Villalobos y le di vuelta: "Si nadie nos puede exigir que sepamos qué putas está pasando en Tchernobyl, entonces simplemente no digamos nada..." Mejor callar que mentir. Por suerte no estaba en otro frente de guerra, bajo las órdenes de otros comandantes más autoritarios. Villalobos me gritó, pero no me mandó a fusilar ni a expulsar.
Mi gran aliado en este pleito era Radio Moscú. Los rusos no decían nada. Silencio. No hablaban de Tchernobyl ni tampoco de la "campaña anti-soviética de la CIA", como lo hacían todos los días los sandinistas y los cubanos. Yo decía a Joaquín: "Si Moscú calla, algo grave está pasando. En algunos días ellos van a anunciar que 'por errores y desviaciones de algunos funcionarios se descuidó la seguridad del reactor', y van a rodar cabezas. Van a tener que reconocer la catástrofe, es demasiado grande para taparla. Y si nosotros decimos que aquí no pasó nada´', al final quedaremos como unos pendejos..."
Logramos establecer contacto con Schafik en Managua, y el mensaje del viejo era algo críptico, pero bien claro: "Pongan atención a Radio Moscú..." ¡Gracias, comandante Simón!
Con la ayuda de Schafik y Radio Moscú logramos que Radio Venceremos se mantuviera callada y no se hiciera el ridículo como otros, hasta que al fin Moscú rompió el silencio, reconoció la magnitud del problema y los errores cometidos, e incluso pidió ayuda a Occidente. Gracias, camarada Leonid Brezhnev, me salvaste de un grave problema de desacato de órdenes superiores...
Hoy, en el año 2011, cuando el mundo observa el drama en el complejo nuclear de Fukushima, algo parecido está pasando. Hay quienes no quieren reconocer que lo que está pasando en Japón es la confirmación de la tesis que los riesgos de la energía nuclear son incontrolables y que los beneficios a corto plazo de esta industria, supuestamente limpia, no justifican los riesgos a largo plazo.
Tengo la impresión que aquí, como en 1986, hay quienes no se atreven hablar de esto, mientras que "de arriba" no escuchen palabras claras. En aquel entonces, los guerrilleros en Morazán tuvimos que esperar que al fin hablara Radio Moscú. No sé por quién están esperando hoy que rompa el silencio y la ambivalencia. Algunos talvez esperan que un editorial del Wall Street Journal declare el fin de la era nuclear. O el Grupo de los 20, o el Papa Benedicto XVI, o Barack Obama, o Naciones Unidas...
Paja. No hay instancia competente para declarar el fin del sueño de la energía nuclear. Lo tenemos que hacer cada uno. En Ucrania, en Japón, en Europa, en Estados Unidos, en los países en desarrollo que han apostado a la energía nuclear.
Yo reitero lo que estoy diciendo desde los años 70: Energía nuclear, ¡no, gracias!
(El Diario de Hoy)