Arreglar los conflictos internos de ARENA es tarea de los areneros. Igual es tarea del PDC y del PCN defenderse de los intentos de dividirlos y de financiar la deserción de sus diputados. Sin embargo, reconstruir la oposición política como elemento indispensable del sistema democrático, es una tarea demasiado importante para dejarla a las cúpulas partidarias.
En este sentido, lo que aparece como crisis de ARENA no es sólo un problema de ARENA. Es un desafío que incluso trasciende la derecha. Es un problema de la democracia. Para asegurar que en el las próximas elecciones del 2012 y del 2014 exista un proyecto político capaz de frustrar las aspiraciones del FMLN de quedar en el poder que ahora comparte con compañeros de viaje que no están plenamente identificados con sus fines, es indispensable un proceso amplio y profundo de debate, definición y construcción.
Un congreso de ARENA puede resolver la crisis de legitimidad de sus instancias de liderazgo. Una coordinación efectiva entre los tres partidos puede resolver la falta de planes de contingencia en la Asamblea. Pero para realmente resolver la crisis de la oposición y la falta de un proyecto político atractivo y reformador, se necesita la concurrencia creativa de todos los sectores políticos y sociales dispuestos a defender el sistema de democracia representativa y economía social del mercado. Estamos hablando de un proceso que trasciende las clásicas fronteras de la derecha. Un proceso que incluye a la izquierda democrática y produzca una propuesta de reforma con puertas abiertas para la parte de la izquierda democrática que por el momento está incluida en la alianza alrededor de la figura del presidente Funes. Es muy poco probable que esta alianza, en esta forma y con esta amplitud, va a seguir existiendo cuando se acerquen las próximas elecciones.
Urge iniciar un proceso de reformulación de la oposición y de formulación de una propuesta política alternativa al proyecto socialista del FMLN. Este proceso tiene que trascender, además de la frontera derecha-izquierda, el ámbito partidario e incluir a empresarios, centros de pensamiento, organizaciones sociales, líderes de opinión. Sobre todo tiene que incluir los grupos de jóvenes que últimamente están irrumpiendo la vida política del país, producto del vacío de liderazgos tradicionales y partidarias. Estas iniciativas de jóvenes, que se han generado tanto en las universidades como en el ámbito de los profesionales, más bien deben jugar un rol protagónico en el proceso de debate y construcción de un proyecto político para el país. Podrían ser los catalizadores de un proceso nuevo, que los partidos no son capaces de provocar y liderar.
Para evitar cualquier confusión: No estoy llamando a nadie a afiliarse a partidos. No se trate de una concurrencia partidaria, sino de la participación de toda la masa crítica democrática de la sociedad en un proceso serio y profundo de debate, reflexión, análisis que puede o no puede llevar a cambios en el mapa partidario del país. Pero que de mínimo producirá nuevas ideas, nuevas propuestas de reforma, y rutas para nuevas alianzas y nuevas formas de participación. O sea, conjuntamente hay que producir los insumos indispensables para que luego los que tengan la vocación de hacerlo puedan construir un proyecto político electoral capaz de convertirse en opción de reforma y opción de poder en El Salvador.
Si ahora dejamos solos a las partidos -o a lo que va a quedar de los partidos luego de esta ‘recomposición’ política en la bolsa de voluntades y diputados-, en la tarea de formular una alternativa, dejaremos al FMLN el campo abierto para llenar los vacíos y para ganar el control de las instituciones que necesitan para implementar su modelo político de ‘democracia popular’.
El FMLN tendrá suficientes fondos, provenientes de Venezuela mediante Alba Petróleo y otros negocios, para implementar (con o sin los recursos y el aval de Casa Presidencial) políticas populistas y clientelistas de prebendas y compra de voluntades. Sin embargo, hay sólo una manera que en El Salvador la izquierda radical, mostrando su propia cara y su propio programa, puede ganar elecciones: descomponiendo al resto del espectro político.
En este camino, hay que decirlo, van bien avanzados. La primera víctima fue la izquierda democrática, que se desarticuló como tendencia autónoma ante la disyuntiva entre apoyar o oponer la llegada del FMLN al poder. El siguiente paso: la desestabilización de ARENA y la ‘recomposición’ de la correlación en la Asamblea. Los capítulos en desarrollo: desgastar al PDC y al PCN con una estrategia doble de división y cooptación; mediatizar a los gremios empresariales y los medios comerciales de comunicación...
La única manera de parar y revertir esta tendencia es un esfuerzo conjunto de definir y construir un proyecto alternativo que sea decididamente reformista, plural y democrático. Y que después cada uno saque de este proyecto integral lo que le toque hacer en su ámbito partidario, electoral, intelectual o gremial.
Cualquier otra cosa es rendición.
Si los lideres partidarios tratan de resolver el problema solos y con los limitados métodos tradicionales de partidos, sin atreverse a apertura y pluralidad, se hacen corresponsables del debacle.
(El Diario de Hoy)
En este sentido, lo que aparece como crisis de ARENA no es sólo un problema de ARENA. Es un desafío que incluso trasciende la derecha. Es un problema de la democracia. Para asegurar que en el las próximas elecciones del 2012 y del 2014 exista un proyecto político capaz de frustrar las aspiraciones del FMLN de quedar en el poder que ahora comparte con compañeros de viaje que no están plenamente identificados con sus fines, es indispensable un proceso amplio y profundo de debate, definición y construcción.
Un congreso de ARENA puede resolver la crisis de legitimidad de sus instancias de liderazgo. Una coordinación efectiva entre los tres partidos puede resolver la falta de planes de contingencia en la Asamblea. Pero para realmente resolver la crisis de la oposición y la falta de un proyecto político atractivo y reformador, se necesita la concurrencia creativa de todos los sectores políticos y sociales dispuestos a defender el sistema de democracia representativa y economía social del mercado. Estamos hablando de un proceso que trasciende las clásicas fronteras de la derecha. Un proceso que incluye a la izquierda democrática y produzca una propuesta de reforma con puertas abiertas para la parte de la izquierda democrática que por el momento está incluida en la alianza alrededor de la figura del presidente Funes. Es muy poco probable que esta alianza, en esta forma y con esta amplitud, va a seguir existiendo cuando se acerquen las próximas elecciones.
Urge iniciar un proceso de reformulación de la oposición y de formulación de una propuesta política alternativa al proyecto socialista del FMLN. Este proceso tiene que trascender, además de la frontera derecha-izquierda, el ámbito partidario e incluir a empresarios, centros de pensamiento, organizaciones sociales, líderes de opinión. Sobre todo tiene que incluir los grupos de jóvenes que últimamente están irrumpiendo la vida política del país, producto del vacío de liderazgos tradicionales y partidarias. Estas iniciativas de jóvenes, que se han generado tanto en las universidades como en el ámbito de los profesionales, más bien deben jugar un rol protagónico en el proceso de debate y construcción de un proyecto político para el país. Podrían ser los catalizadores de un proceso nuevo, que los partidos no son capaces de provocar y liderar.
Para evitar cualquier confusión: No estoy llamando a nadie a afiliarse a partidos. No se trate de una concurrencia partidaria, sino de la participación de toda la masa crítica democrática de la sociedad en un proceso serio y profundo de debate, reflexión, análisis que puede o no puede llevar a cambios en el mapa partidario del país. Pero que de mínimo producirá nuevas ideas, nuevas propuestas de reforma, y rutas para nuevas alianzas y nuevas formas de participación. O sea, conjuntamente hay que producir los insumos indispensables para que luego los que tengan la vocación de hacerlo puedan construir un proyecto político electoral capaz de convertirse en opción de reforma y opción de poder en El Salvador.
Si ahora dejamos solos a las partidos -o a lo que va a quedar de los partidos luego de esta ‘recomposición’ política en la bolsa de voluntades y diputados-, en la tarea de formular una alternativa, dejaremos al FMLN el campo abierto para llenar los vacíos y para ganar el control de las instituciones que necesitan para implementar su modelo político de ‘democracia popular’.
El FMLN tendrá suficientes fondos, provenientes de Venezuela mediante Alba Petróleo y otros negocios, para implementar (con o sin los recursos y el aval de Casa Presidencial) políticas populistas y clientelistas de prebendas y compra de voluntades. Sin embargo, hay sólo una manera que en El Salvador la izquierda radical, mostrando su propia cara y su propio programa, puede ganar elecciones: descomponiendo al resto del espectro político.
En este camino, hay que decirlo, van bien avanzados. La primera víctima fue la izquierda democrática, que se desarticuló como tendencia autónoma ante la disyuntiva entre apoyar o oponer la llegada del FMLN al poder. El siguiente paso: la desestabilización de ARENA y la ‘recomposición’ de la correlación en la Asamblea. Los capítulos en desarrollo: desgastar al PDC y al PCN con una estrategia doble de división y cooptación; mediatizar a los gremios empresariales y los medios comerciales de comunicación...
La única manera de parar y revertir esta tendencia es un esfuerzo conjunto de definir y construir un proyecto alternativo que sea decididamente reformista, plural y democrático. Y que después cada uno saque de este proyecto integral lo que le toque hacer en su ámbito partidario, electoral, intelectual o gremial.
Cualquier otra cosa es rendición.
Si los lideres partidarios tratan de resolver el problema solos y con los limitados métodos tradicionales de partidos, sin atreverse a apertura y pluralidad, se hacen corresponsables del debacle.
(El Diario de Hoy)