El Ejército salió a las calles. Al fin el Ejecutivo se decidió a usar todos los recursos en el combate a la delincuencia. Buena decisión.
Sacar al Ejército era necesario, no para prestarle más hombres a la PNC, sino para hacer lo que la policía difícilmente puede lograr: romper el control que los pandilleros han establecido en muchos cantones, colonias, barrios y comunidades. La policía no está hecha para la ocupación militar de terreno.
Entonces, entre la disyuntiva entre militarizar la policía, para que puede recuperar y mantener el control territorial, o hacer uso del ejército que está entrenado y organizado para esta tarea, lo correcto era llamar a la Fuerza Armada.
Ahora hay que garantizar que el Ejército tenga suficiente respaldo para enfrentar esta tarea. Lo peor que podemos hacer es mandarlo a la calle, pero con una mano atada. El jueves un periódico reportó que el ministro de Defensa declaró que los soldados tendrán derecho de usar sus armas “para su defensa personal”. El viernes otro periódico cita al presidente diciendo: “El soldado va a patrullar con armas. Si no, no tiene sentido. Y tiene que patrullar con ellas para utilizarlas cuando sea conveniente.” - Muy bien. Pero el presidente agrega: “No tiene sentido portar un arma que no se va a utilizar en defensa propia.” - Muy mal, señor y Comandante en jefe de la Fuerza Armada. Los soldados no salen “en defensa propia”, salen para defender al ciudadano.
Si el ministro de Defensa y el presidente de la República no dan al soldado el mensaje inequívoco que su misión es defender a los ciudadanos, de nada sirve sacar al ejército. El soldado tiene que tener la orden y el respaldo legal y moral para hacer uso de todas sus capacidades (incluyendo el arma) para proteger al ciudadano de cualquier amenaza a su vida e integridad por parte de los delincuentes.
El gobierno no está mandando este mensaje. El ministro de Seguridad se expresa de manera que deja entrever que no está de acuerdo que el ejército interviene, mucho menos con sus propios mandos, tácticas y maneras de operar. Con esto, el ministro se acopla a la posición de su partido, el FMLN, cuyos dirigentes han dicho claramente que no aceptan una intervención del ejército que trascienda el esquema de la patrullas conjuntas bajo el mando de la PNC. Pero este esquema ya fracasó.
¿Y el presidente? El presidente habla de usar el arma sólo en “defensa propia” y de “presencia disuasiva”. ¿Será disuasiva la presencia de miles de soldados, o llevan la misión de intervenir, recuperar y mantener control territorial, combatir a las pandillas? Esto tiene que estar bien definido, sobre todo para los militares que ya están en la calle.
El ministro de Seguridad dice: “La participación de la Fuerza Armada es sólo una parte del plan integral de combate a la delincuencia”. Correcto. Precisamente por la falta de un pan integral -cuya elaboración es tarea del ministro de Seguridad- muchos tenemos duda de la eficiencia de la decisión de involucrar al ejército. Si el resto de las instituciones del Estado -pero sobre todo PNC, fiscalía, sistema carcelario, el Consejo Nacional de Seguridad Pública, jueces- no hacen su parte y si para esto no existe un plan integral, el ejército tampoco puede hacer milagros.
Lástima que no conocemos tal plan integral, del cual el ministro habla. Ojalá que lo comunique, si no a la opinión pública, por lo menos a los mandos militares a la hora de diseñar sus operaciones.
Los militares están claros que están condenados al éxito. Si ellos fracasan y la delincuencia sigue igual, estaremos peor que antes. Porque habremos quemado el último cartucho. El último recurso legal. Si el Ejército no pudo, ¿quién? Luego de eso, la ley de la selva...
Ya dijimos: Una manera de hacer fracasar al Ejército en su misión antidelincuencial es mandarlos con las manos atadas, sin suficiente respaldo. Otra manera de hacerlos fracasar es mandarlos a todas partes, de manera dispersa, con una concepción de persuasión. Para asegurar éxito, la misión tiene que ser focalizada..
El presidente ya dijo que el Ejército no va a operar en todo el país, sino de manera concentrada en las zonas más conflictivas. Ojalá que esto signifique que como comandante en jefe realmente dé a la tropa la misión de recuperar y mantener el territorio donde los pandilleros han usurpado el control. Ojalá que pongan a los soldados a hacer lo que mejor saben: ocupar territorio y no soltarlo. Esto significa acampar en ciertas comunidades. No entrar y salir, sino entrar y quedar. Sólo de esta manera pueden romper la situación fatal que existe en muchas zonas suburbanas y rurales: que por falta de capacidad del Estado de ejercer control y ofrecer protección a la población, esta se la arregla con las bandas de delincuentes que sí ejercen control local.
La otra manera de focalizar la misión del Ejército, tal vez la más efectiva a corto plazo, es que tomen control de la cárceles, por lo menos de las cárceles donde están concentrados los conocidos jefes de las pandillas. Todo el mundo sabe que de ahí se dirigen las pandillas a nivel nacional, se organizan los secuestros, las extorsiones, las ejecuciones. Tomar control de las cárceles y efectivamente someter a los jefes pandilleros a un régimen de aislamiento que no les permite seguir coordinando, planificando y dirigiendo las operaciones de miles de pandilleros, difícilmente se logra sin militarizar las cárceles.
El país no se puede dar el lujo de tener a activistas de Derechos Humanos dirigiendo el sistema carcelario. Tal vez si el problema principal de nuestras cárceles fueran las violaciones a los Derechos Humanos. Pero el problema de nuestras cárceles es que se han convertido en el estado Mayor de la delincuencia. Ahí no hay u exceso de represión sino una falta de control y autoridad.
Para cumplir la meta del ministro de Defensa quien quiere que el Ejército logre una baja de 10% en los homicidios, sólo hay que militarizar las cárceles y se logra, de un sólo, reducir la operatividad de las pandillas en mucho más que 10%.
Resumiendo: Es correcto incorporar al Ejército en el combate a la delincuencia. Pero que sea combate, no ‘presencia disuasiva’.
(El Diario de Hoy)
Entonces, entre la disyuntiva entre militarizar la policía, para que puede recuperar y mantener el control territorial, o hacer uso del ejército que está entrenado y organizado para esta tarea, lo correcto era llamar a la Fuerza Armada.
Ahora hay que garantizar que el Ejército tenga suficiente respaldo para enfrentar esta tarea. Lo peor que podemos hacer es mandarlo a la calle, pero con una mano atada. El jueves un periódico reportó que el ministro de Defensa declaró que los soldados tendrán derecho de usar sus armas “para su defensa personal”. El viernes otro periódico cita al presidente diciendo: “El soldado va a patrullar con armas. Si no, no tiene sentido. Y tiene que patrullar con ellas para utilizarlas cuando sea conveniente.” - Muy bien. Pero el presidente agrega: “No tiene sentido portar un arma que no se va a utilizar en defensa propia.” - Muy mal, señor y Comandante en jefe de la Fuerza Armada. Los soldados no salen “en defensa propia”, salen para defender al ciudadano.
Si el ministro de Defensa y el presidente de la República no dan al soldado el mensaje inequívoco que su misión es defender a los ciudadanos, de nada sirve sacar al ejército. El soldado tiene que tener la orden y el respaldo legal y moral para hacer uso de todas sus capacidades (incluyendo el arma) para proteger al ciudadano de cualquier amenaza a su vida e integridad por parte de los delincuentes.
El gobierno no está mandando este mensaje. El ministro de Seguridad se expresa de manera que deja entrever que no está de acuerdo que el ejército interviene, mucho menos con sus propios mandos, tácticas y maneras de operar. Con esto, el ministro se acopla a la posición de su partido, el FMLN, cuyos dirigentes han dicho claramente que no aceptan una intervención del ejército que trascienda el esquema de la patrullas conjuntas bajo el mando de la PNC. Pero este esquema ya fracasó.
¿Y el presidente? El presidente habla de usar el arma sólo en “defensa propia” y de “presencia disuasiva”. ¿Será disuasiva la presencia de miles de soldados, o llevan la misión de intervenir, recuperar y mantener control territorial, combatir a las pandillas? Esto tiene que estar bien definido, sobre todo para los militares que ya están en la calle.
El ministro de Seguridad dice: “La participación de la Fuerza Armada es sólo una parte del plan integral de combate a la delincuencia”. Correcto. Precisamente por la falta de un pan integral -cuya elaboración es tarea del ministro de Seguridad- muchos tenemos duda de la eficiencia de la decisión de involucrar al ejército. Si el resto de las instituciones del Estado -pero sobre todo PNC, fiscalía, sistema carcelario, el Consejo Nacional de Seguridad Pública, jueces- no hacen su parte y si para esto no existe un plan integral, el ejército tampoco puede hacer milagros.
Lástima que no conocemos tal plan integral, del cual el ministro habla. Ojalá que lo comunique, si no a la opinión pública, por lo menos a los mandos militares a la hora de diseñar sus operaciones.
Los militares están claros que están condenados al éxito. Si ellos fracasan y la delincuencia sigue igual, estaremos peor que antes. Porque habremos quemado el último cartucho. El último recurso legal. Si el Ejército no pudo, ¿quién? Luego de eso, la ley de la selva...
Ya dijimos: Una manera de hacer fracasar al Ejército en su misión antidelincuencial es mandarlos con las manos atadas, sin suficiente respaldo. Otra manera de hacerlos fracasar es mandarlos a todas partes, de manera dispersa, con una concepción de persuasión. Para asegurar éxito, la misión tiene que ser focalizada..
El presidente ya dijo que el Ejército no va a operar en todo el país, sino de manera concentrada en las zonas más conflictivas. Ojalá que esto signifique que como comandante en jefe realmente dé a la tropa la misión de recuperar y mantener el territorio donde los pandilleros han usurpado el control. Ojalá que pongan a los soldados a hacer lo que mejor saben: ocupar territorio y no soltarlo. Esto significa acampar en ciertas comunidades. No entrar y salir, sino entrar y quedar. Sólo de esta manera pueden romper la situación fatal que existe en muchas zonas suburbanas y rurales: que por falta de capacidad del Estado de ejercer control y ofrecer protección a la población, esta se la arregla con las bandas de delincuentes que sí ejercen control local.
La otra manera de focalizar la misión del Ejército, tal vez la más efectiva a corto plazo, es que tomen control de la cárceles, por lo menos de las cárceles donde están concentrados los conocidos jefes de las pandillas. Todo el mundo sabe que de ahí se dirigen las pandillas a nivel nacional, se organizan los secuestros, las extorsiones, las ejecuciones. Tomar control de las cárceles y efectivamente someter a los jefes pandilleros a un régimen de aislamiento que no les permite seguir coordinando, planificando y dirigiendo las operaciones de miles de pandilleros, difícilmente se logra sin militarizar las cárceles.
El país no se puede dar el lujo de tener a activistas de Derechos Humanos dirigiendo el sistema carcelario. Tal vez si el problema principal de nuestras cárceles fueran las violaciones a los Derechos Humanos. Pero el problema de nuestras cárceles es que se han convertido en el estado Mayor de la delincuencia. Ahí no hay u exceso de represión sino una falta de control y autoridad.
Para cumplir la meta del ministro de Defensa quien quiere que el Ejército logre una baja de 10% en los homicidios, sólo hay que militarizar las cárceles y se logra, de un sólo, reducir la operatividad de las pandillas en mucho más que 10%.
Resumiendo: Es correcto incorporar al Ejército en el combate a la delincuencia. Pero que sea combate, no ‘presencia disuasiva’.
(El Diario de Hoy)