Nunca me imaginaba que una pequeña burla a ContraPunto iba a provocar un contraataque tan personal y visceral. Mucho menos de mi viejo amigo Edgardo Ayala. A este nivel del debate mejor tiro la toalla. Todavía me cuesta aceptar que críticas y discrepancias políticas pueden llevar a antiguos amigos a reescribir la historia común para distanciarse de uno.
En la Unión Soviética hubo funcionarios encargados a borrar, uno por uno, de las fotos históricas a los dirigentes caídos en desgracia. Si a Edgardo Ayala le resulta más cómodo borrar mi nombre de la lista de los que han sido en los años 90 sus amigos y colegas periodistas, ni modo.
Paolo Lüers