En la interesante, esperanzadora y delicada situación en la que se encuentra América Latina en su conjunto empieza a adquirir gran importancia lo que está ocurriendo en Perú, el país con suficiente peso, masa crítica e historia como para cambiar los difíciles equilibrios actuales.
La incorporación de Perú al movimiento indigenista y al área bolivariana que lidera actualmente Venezuela, algo que no ha ocurrido, pero que podría ocurrir si no se controla la fuerte crisis que está atravesando, supondría un cambio de fuerzas entre los dos modelos principales que, con diferencias nacionales e importantes peculiaridades, se han instalado en el continente. Las noticias de Lima llenan de preocupación al gran bloque que lidera Brasil y, en menor medida, Chile, que propone un cambio de inspiración socialdemócrata, con reforzamiento institucional, crecimiento económico alto y una mejora social progresiva, pero que, en muchos casos, resulta demasiado lenta e insuficiente frente a las carencias que sufre la mayoría de la población.
En sentido contrario, países como Bolivia y Ecuador, con grandes poblaciones indígenas que fueron radicalmente marginadas de la vida política y económica de sus países y que ahora se sienten representadas en las nuevas constituciones indigenistas y en los Gobiernos de Evo Morales y Rafael Correa, ven con esperanza la posibilidad de que Perú se desestabilice lo suficiente como para que en las próximas elecciones presidenciales, en 2011, dé el giro definitivo y contemple la victoria de Humala, el líder del nacionalismo étnico. Perú aportaría en ese caso un peso extraordinario a un eje que apoya Hugo Chávez, y que está ahora debilitado con la caída del precio del petróleo.
El presidente Alan García ganó las elecciones en 2006, en segunda vuelta, por 52% a 47%, a Ollanta Humala, un ex militar de 46 años, fundador del Partido Nacionalista Peruano, de fuerte inspiración étnica. García -que ya ocupó la presidencia en otro periodo, durante el que fue acusado de graves casos de corrupción- ha impulsado un fuerte crecimiento económico, que en 2008 fue del 9,8%, uno de los más altos del mundo, basado en una fuerte inversión extranjera. La crisis golpeó duro al país y en 2009 se prevé un crecimiento cercano al 3%.
En los últimos meses, varias de sus decisiones fueron seriamente contestadas por la población indígena. En junio pasado se produjeron violentas manifestaciones en la zona de la Amazonia, que provocaron la muerte de 24 policías y 10 civiles. Los indígenas lograron que se retiraran las leyes que permitían la venta de terrenos en lo que se considera tierra de los pueblos originarios. García ha sido acusado de desatender a las poblaciones indígenas y de no impulsar programas sociales capaces de promover su integración educativa y política.
Con el conflicto con los indígenas aún sin resolver, y con la crisis económica en ebullición, el Gobierno de Alan García ha tenido que hacer frente en las últimas semanas a más de 200 conflictos sociales; los más graves, las huelgas de maestros y de transportistas. La dimisión del primer ministro, Yehude Simon, no ha ayudado a parar la veloz caída de popularidad de García y no parece que se vayan a calmar las movilizaciones. Ollanta Humala se proclamó ya candidato para 2011 (o antes, si se adelantaran las elecciones), al igual que el ex presidente Alejandro Toledo y Lourdes Flores, de 50 años, rectora de la Universidad de San Ignacio y presidenta del Partido Popular Cristiano. También podría optar a las elecciones la hija mayor del ex presidente Alberto Fujimori, Keiko Fujimori, de 33 años, que busca la liberación de su padre -condenado a 25 años por delitos contra los derechos humanos- y que fue elegida en 2006 senadora con más votos que ningún otro candidato. Nadie duda, sin embargo, que Ollanta será la figura a batir por todos los demás y que su llegada al poder sería, realmente, la que trastocaría el mapa político latinoamericano y rompería los equilibrios actuales. Perú tiene el fiel de la balanza.
(El País, Madrid)