miércoles, 8 de julio de 2009

El conflicto ya llegó a El Salvador


“Se ha dicho, con verdad, que el golpe de Estado hondureño es contra todo lo que se encarna en estas cuatro letras: ALBA. La Alianza Bolivariana no sólo es una urgencia histórica sino la vía inexorable para hacerle frente a la crisis estructural del capitalismo y, por eso mismo, el instrumento unitario de mayor voluntad política a la hora de actuar en función de la impostergable unidad de Nuestra América. De allí que buscaran golpearla, así lo he dicho, por su flanco más débil,” escribe Hugo Chávez, en ‘Las Líneas de Chávez: El ALBA y la hora de los hornos,’ el 4 de julio de 2009.

Tiene razón el teniente coronel: El golpe de Honduras es contra la aplicación del modelo ALBA –‘revolución bolivariana’, ‘socialismo del Siglo 21’, ‘democracia popular’, como quieran llamarlo- en un país cuya población no ha optado por este ‘cambio’.

Golpe contra el ALBA – esto explica la respuesta militante y beligerante de los gobernantes del ALBA y sus aliados, como los Kirchner, el padre Lugo... y el FMLN. “Nosotros estamos dispuestos a apoyar la insurrección del pueblo hondureño,” gritó un uniformado Hugo Chávez el 29 de junio en Managua, sentado a la par de Raúl Castro, Manuel Zelaya y Daniel Ortega, y agregó: “Haré todo lo posible para derrocar ese gobierno.”

Pero si el conflicto en Honduras es entre los seguidores y los detractores del modelo ALBA, como lo describe el mismo teniente coronel Hugo Chávez, ¿porqué la OEA toma partido por el ALBA? ¿Por qué los gobiernos democráticos -de izquierda y derecha- de Latinoamérica no forman un bloque que propone la búsqueda de una solución negociada, en vez de adoptar la posición de una de las partes en disputa por el poder? ¿Por qué nadie le agarra la pelota a Oscar Arias quien se ofrece como mediador?

Es por la ilegalidad del golpe, dicen los fariseos. El problema es que los dos bandos que en Honduras reclaman el poder legítimo, padecen de ilegalidades. Zelaya perdió el poder, porque violó la constitución tratando de gobernar desconociendo los demás poderes del estado. Micheletti llegó al poder luego de la expatriación ilegal de Zelaya. En estos casos, la comunidad internacional normalmente se rige por un criterio muy pragmático: reconoce al gobierno que de hecho ejerce control del territorio. Y hace gestiones para asegurar el imperio del estado de derecho.

Por eso nadie en su sano juicio reconocería a un gobierno cubano o chino o norcoreano o iraní en el exilio. Por eso todo el mundo respeta y admira al Dalai Lama, pero nadie reconoce su gobierno en el exilio.

¿Vamos a dejar que los presidentes del ALBA nos obligan a seguir reconociendo a un presidente exilado de Honduras, que deambula en aviones venezolanos entre Managua, San Salvador y Washington, y a desconocer al gobierno en Tegucigalpa que administra al país?

El presidente destituido José Manuel Zelaya, si es tan convencido que ‘su gente’ lo están esperando para restituirlo en el poder, debería regresar a Honduras. Tiene razón. Pero no pidiendo permiso en el aeropuerto y acompañado de celebridades, sino por las veredas del pueblo, acompañado de sus valientes ex-ministros... Si logra controlar territorio, si logra que la población se deje gobernar por él, hablemos de reconocimiento internacional. Si no, no.

Pero mientras tanto, necesitamos que los gobiernos que no han caído enfermos de calenturas bolivarianas asumen su responsabilidad en la búsqueda de una solución política, pacífica y negociada. Para eso, la primer cosa que tienen que hacer es hablar con la Corte Suprema, con el Congreso, con el fiscal general, con el comisionado de Derechos Humanos, con los obispos, con los empresarios de Honduras. Y con el gobierno que ejerce la administración del país.

¿Qué posición va a tomar el gobierno salvadoreño? Esa es la gran incógnita. Las primeras declaraciones del presidente mantuvieron una sana distancia a las posiciones extremas y beligerantes del FMLN y de los gobiernos del ALBA. Luego daba la impresión que el presidente empezó a ceder a las presiones del FMLN y sus aliados. Tampoco puso una cara muy feliz cuando Zelaya y sus amigos le cayeron a Comalapa el día del frustrado show del retorno.

Es obvio que el FMLN quiere arrastrar a El Salvador hacia la posición del apoyo incondicional a Zelaya. De esta manera el FMLN traslada el conflicto hondureño –o más bien el conflicto entre seguidores y detractores del ALBA- a nuestro país. Ya lo trasladó. Igual que en Honduras, aquí existe y se moviliza una minoría muy activa en favor del modelo bolivariano. Basta escuchar las declaraciones de Dagoberto Gutiérrez, de los líderes del ‘movimiento social’ y de los voceros del FMLN...

No hay que tenerle miedo a este conflicto. Igual que en Honduras, en El Salvador tampoco hay mayoría para el modelo ALBA. Y el presidente Funes tiene que decidir de qué lado está en esta batalla política.

(El Diario de Hoy, Observador)