Pero si estuviera ante este dilema, haría lo mismo que don Mario: votaría en contra del fujimorismo – o sea, contra la forma de populismo que ya tuvo oportunidad de gobernar y que ya comprobó que no cumple la promesa de respetar la institucionalidad democrática.
A Mario Vargas Llosa toda la derecha continental lo ha regañado por esta decisión. No sólo las derechas reaccionarias y represivas, de las cuales de todos modos no se podía esperar otra cosa que abrazar al fujimorismo, sino también los liberales. Me contó mi amigo Manuel Enrique Hinds, quien estuvo presente en la reunión de los guardianes del liberalismo (la célebre Mont Pelerin Society) en Buenos Aires en la cual Vargas Llosa dio a conocer su decisión ante el dilema peruano: votar por Ollanta Humala. Los guardianes del liberalismo casi le chiflaron la vieja, algunos salieron de la sala.
Esto es grave. El liberalismo, si quiere tener credibilidad en América Latina, ya no puede tomar la posición de decir, como lo han hecho equivocadamente generaciones de liberales norteamericanos: Este es un hijueputa (corrupto, represivo, ladrón), pero es nuestro hijueputa...
Los detractores de Vargas Llosa, quienes en Perú ya están haciendo alianzas con los Fujimori para evitar la presidencia de Ollanta Humala, dicen básicamente esto: los dos son un peligro para la democracia y la institucionalidad, pero por lo menos los Fujimoris no son hostiles contra la empresa privada. Roban y reprimen, pero quienes los dejan en paz, pueden seguir haciendo sus negocios sin problemas... En cambio, Ollanta, ¿quién sabe? Promete no atentar contra la empresa privada, pero ¿cómo le podemos creer?
Es un poco raro: Hay duda respecto a los dos. Pero el beneficio de la duda se concede a quien ya comprobó su vocación dictatorial.
En nombre de la defensa del derecho de hacer negocios los liberales a veces cierran los ojos y apoyan o toleran regímenes dictatoriales, con tal que sean de derecha. Cuando en Alemania el parlamento votó por otorgar poderes totales a Hitler, los liberales dieron sus votos y alegaron que de otra manera el país caería en manos del comunismo. En España los liberales no defendieron la República sino dejaron que Franco llegara al poder. En El Salvador los liberales cerraron filas con conservadores, militares y fascistas –todos enemigos de la libertad y del liberalismo-, con tal que los protegían de la izquierda insurgente – que surgió precisamente porque en este país los liberales nunca habían hecho bien su trabajo de crear una sociedad libre y abierta...
Mario Vargas Llosa tiene toda la razón política y moral cuando dice que ante el dilema en que está el país resultado de la incapacidad de los liberales, les toca organizarse para que no vuelva a ganar la derecha corrupta y represiva de Fujimori – y al mismo tiempo para que Ollanta tenga quien lo detenga cuando rompa sus promesas e intente llevar al Perú en el camino chavista.
Es la única posición moralmente defendible ante el dilema peruano. También la única que deja vivo y con credibilidad al liberalismo. Si los liberales ahora apoyan al ‘hijueputa nuestro’, pierden su identidad, su independencia, su capacidad de ejercer oposición efectiva. El fujimorismo los come, los envuelve, los pervierte, como ya pasó antes. Este peligro no existe si gana Ollanta. Existen múltiples peligros si este hombre llega al poder, pero no el peligro de comerse al liberalismo.
Con el peligro que los liberales de El Salvador me regañen: La única salida de los liberales y demócratas del Perú es votar contra Fujimori y al mismo tiempo posicionarse como oposición contra Ollanta.
(El Diario de Hoy)