Un escritor vive en una ciudad extranjera, escribe lo que le pasa, lo que ve, lo que lee. Un concierto de Maurizio Kagel, un paseo por los jardines del Charlottenburg, una visita a Lübars, que por aquel entonces todavía estaba justo dentro del muro. Todo normal, salvo que Berlín no era una ciudad normal, y para alguien que viviera allí en aquel movido año de 1989 nunca podrá serlo. No consigo borrarlo de mi memoria: la doble línea divisoria, entre los dos sistemas políticos, entre las dos épocas. Desde las ventanas del hotel Esplanade, mucho antes de 1989, había visto el espacio escueto y nevado de la Potsdamer Platz, con la obscena tumefacción del búnker del Führer en la lejanía y, en primer plano, esas filas tan gráficas de los caballos de Frisia, pedazos oscuros de metal apuntando al cielo en diagonal, diseñados para impedir cualquier intento de fuga....
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