El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, denunció que en Guatemala se estaba gestando un golpe de Estado en contra del presidente Álvaro Colom, al estilo del ocurrido en Honduras contra Manuel Zelaya, en el cual estarían involucrados militares y empresarios.
A su vez, el presidente de Bolivia, Evo Morales, acusó a la oligarquía guatemalteca de haber asesinado a Rodrigo Rosenberg, con el objeto de derrocar al régimen de Colom.
Sin duda, los señalamientos de Chávez y Morales evidencian una clara identificación entre el gobierno de Guatemala y los gobiernos que integran el Alba (Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Cuba), todos de corte populista autoritario o dictatorial. Chávez y Morales no defienden a quien no se identifica con ellos, y si no que lo digan los gobiernos mexicano, colombiano y peruano.
Al igual que el “chavismo” en Venezuela, el oficialismo guatemalteco ha venido insistiendo en el complot y la conspiración para derrocar a Colom, antes y después del asesinato de Rosenberg.
Han sido los “caballitos de batalla” preferidos del oficialismo para acallar las críticas y descalificar las acciones legales en contra de sus actuaciones. Para el régimen de Colom, todos los adversarios, disidentes y críticos son “enemigos” y “desestabilizadores”. No existen términos medios: o se está con Colom o contra él.
El “chavismo”, bajo la denominación de “socialismo del siglo XXI”, es expansionista. Tanto es así que se ha denunciado que Chávez ha apoyado y financiado proyectos políticos en otros países, tales los casos de Perú, México, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, El Salvador, Guatemala y Honduras, entre otros. Luego, defiende a los gobiernos que le son adeptos o afines a capa y espada.
En Guatemala, la paranoia del oficialismo no se justifica, porque no hay indicios ni evidencias de que pudiera estarse fraguando un golpe de Estado contra Colom. Ni siquiera en los días posteriores a la muerte violenta de Rosenberg, extremo que lo comprobó personalmente el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, quien de paso exoneró a Colom de cualquier responsabilidad en el crimen del indicado abogado.
En conclusión, las declaraciones de Chávez y Morales deben ser entendidas como un “espaldarazo” para Colom y como una nueva manera de hostigar y atemorizar a sus adversarios, opositores y críticos.
A su vez, el presidente de Bolivia, Evo Morales, acusó a la oligarquía guatemalteca de haber asesinado a Rodrigo Rosenberg, con el objeto de derrocar al régimen de Colom.
Sin duda, los señalamientos de Chávez y Morales evidencian una clara identificación entre el gobierno de Guatemala y los gobiernos que integran el Alba (Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Cuba), todos de corte populista autoritario o dictatorial. Chávez y Morales no defienden a quien no se identifica con ellos, y si no que lo digan los gobiernos mexicano, colombiano y peruano.
Al igual que el “chavismo” en Venezuela, el oficialismo guatemalteco ha venido insistiendo en el complot y la conspiración para derrocar a Colom, antes y después del asesinato de Rosenberg.
Han sido los “caballitos de batalla” preferidos del oficialismo para acallar las críticas y descalificar las acciones legales en contra de sus actuaciones. Para el régimen de Colom, todos los adversarios, disidentes y críticos son “enemigos” y “desestabilizadores”. No existen términos medios: o se está con Colom o contra él.
El “chavismo”, bajo la denominación de “socialismo del siglo XXI”, es expansionista. Tanto es así que se ha denunciado que Chávez ha apoyado y financiado proyectos políticos en otros países, tales los casos de Perú, México, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, El Salvador, Guatemala y Honduras, entre otros. Luego, defiende a los gobiernos que le son adeptos o afines a capa y espada.
En Guatemala, la paranoia del oficialismo no se justifica, porque no hay indicios ni evidencias de que pudiera estarse fraguando un golpe de Estado contra Colom. Ni siquiera en los días posteriores a la muerte violenta de Rosenberg, extremo que lo comprobó personalmente el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, quien de paso exoneró a Colom de cualquier responsabilidad en el crimen del indicado abogado.
En conclusión, las declaraciones de Chávez y Morales deben ser entendidas como un “espaldarazo” para Colom y como una nueva manera de hostigar y atemorizar a sus adversarios, opositores y críticos.