Imaginemos una noche de diciembre de 1973. Zona norte de Madrid. Dos jóvenes se despiden de sus anfitriones en el portal. Entre las bromas, una frase: "No os creáis nada de lo que diga la prensa mañana". Una frase genérica de complicidad antifranquista sin más trascendencia. A la mañana siguiente, al escuchar la radio, la frase adquiere una certeza cegadora: el almirante Carrero Blanco ha muerto en un atentado que se atribuye a ETA. Más tarde, las fotografías de los dos jóvenes con quienes cenaron la noche anterior figuran, junto a las de otros cuatro, en las portadas de todos los periódicos de la capital. Semejante escena podría haber sido la del comienzo de un proceso de conciencia que ha durado casi 40 años, en el que la simpatía inicial de algunos hacia ETA derivó hacia un rechazo cada vez más firme, el que ayer volvió a manifestarse tras el bárbaro ataque contra la casa cuartel de Burgos.
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