El día del periodista es una aberración. Es un pretexto para recibir invitaciones, regalos, elogios y otras cosas que comprometen la decencia y la independencia de los periodistas.
No quiero hacer más grande el montón de paja que se produce en ocasión del día del periodista. Esas fechas de homenaje a ciertos sectores (madres, trabajadores, contadores, maestros, periodistas...) siempre se prestan a repetir viejos mitos. Esto puede ser admisible en el caso de las madres, pero en el caso del gremio de periodistas es absurdo: Nuestra tarea es desmantelar los mitos. Desmitificar la realidad.
Siempre en esas fechas se habla de la esperanza que inspiran ‘las nuevas generaciones’. Se habla de ‘el talento de periodistas jóvenes bien preparados para hacer frente a una nueva realidad’. Se sermonea de ‘una nueva generación de reporteros ávidos de explorar nuevos géneros y de aventurarse a desafiar nuevos límites’.
Claro que, afortunadamente, existen muchos periodistas jóvenes talentosos. Pero igual existen en todas las generaciones. Y existen periodistas dóciles, oportunistas, corruptos e incapaces en todas las generaciones, incluyendo las nuevas. (Y en todos los medios, incluyendo los ‘alternativos’, de paso sea dicho). Lo del periodismo no es un desarrollo darwinista y lineal. No hay ningún indicio que cada nueva generación de periodistas sea mejor que la anterior. Si en nuestro país el periodismo ha mostrado un avance notorio en los últimos 20 años, no es por un relevo generacional. Es porque el país cambió. Es porque a partir de los Acuerdos de Paz nació un sistema político propicio para el pluralismo, la tolerancia, la inclusión. Es porque unos fuimos a la guerra por la falta de espacios y libertades. Y otros aprendieron la lección. Este país y su periodismo cambiaron, porque a partir de 1992 hubo gobiernos que respetaron la libertad de expresión, y una oposición que no permitía retrocesos a una relación autoritaria entre el Estado y los medios. El periodismo dio enormes saltos de calidad por todo esto, y porque también hubo importantes aperturas en los medios de comunicación.
Eso nos lleva a otro mitos que brota de nuevo a la superficie cada año cuando hay que hablar paja el día de periodista: que el obstáculo principal para el desarrollo del periodismo es la forma de propiedad y el carácter comercial de los medios. Que existen contradicciones entre los intereses comerciales de un medio de comunicación y su calidad e independencia editoriales, es una verdad por todos compartidos. La vida está llena de contradicciones. Hay que aprender a lidiar con ellas y volverlas fuentes de creatividad y productividad.
La historia nos muestra que el intento de resolver estas contradicciones simplemente cambiando el modelo de propiedad y dirección de los medios, normalmente han llevado a menos libertad de expresión, menos calidad periodística y menos independencia editorial. Este es el caso con los medios manejados por partidos políticos, gobiernos, iglesias, o movimientos sociales. El Salvador está lleno de estos ejemplos: el canal 10, Radio Mayavisión, los medios de los diferentes pastores, el Colatino, las radios ‘comunitarios’ manejados por organizaciones sociales militantes, la radio de la UCA - todos muestran menos capacidad editorial, menos independencia, menos ética periodística y menos apertura a la pluralidad que cualquier medio comercial en manos de la ‘oligarquía mediática’. Eso no les quita el derecho de existir, pero sí el derecho de hablar tan arrogantemente de independencia y ética.
En otras latitudes existen radios y canales de televisión estatales que logran un alto grado de pluralidad. Pero tienen absoluta independencia de los gobiernos y los partidos gobernantes. Tienen un estatus de autonomía comparable a las universidades públicas. Algunos, como la BBC británica, son empresas líderes en cuanto a información veraz, pluralidad de opiniones e libertad de expresión interna. Pero no crean que para los periodistas que trabajan en estos medios estatales autónomos, no existen contradicciones diarias entre el ejercicio individual de la libertad de expresión y las líneas editoriales y los intereses del medio. No hay paraíso para la libertad de expresión. Contradicciones y limitaciones existen para los periodistas, sea cual sea el modelo de propiedad y dirección del medio.
Es parte integral de nuestro oficio saber movernos productivamente en un mundo imperfecto. Y la única receta que he encontrado es: Conectar con los lectores. Son ellos, en última instancia, los que tienen el poder. Del consumidor y su confianza depende el poder económico y político de un medio.
(El Diario de Hoy)