Si es así, Mauricio Funes acaba de perder las elecciones.
Intentó involucrar a su contrincante Rodrigo Ávila en el asesinato de los tres diputados salvadoreños en Guatemala. En la entrevista que William Meléndez le hizo el lunes 2 de marzo en Canal 12, Funes mencionó tres veces una supuesta entrevista al narcodiputado guatemalteco “Manolillo” Castillo, en la cual acusaba a Rodrigo Ávila de haberse reunido, un día antes del asesinato, con los policías guatemaltecos ejecutores del crimen.
Esta entrevista a “Manolillo” Castillo que Funes cita es una falsificación. La revista guatemalteca ‘Y qué?’, citada por Funes, nunca hizo ni publicó tal entrevista ni tales declaraciones de “Manolillo” contra Rodrigo Ávila.
El periodista que pretende ser presidente tiene días de citar esta falsificación difundida por decenas de blogs cercanos al FMLN. En la entrevista en el canal 12, metió la acusación falsa contra Ávila, sin que nadie se lo preguntara, totalmente fuera del contexto de la conversación y con tono acusador contra los medios que no retomaban la supuesta vinculación de Ávila en el asesinato de sus correligionarios areneros.
Esto es grave. Suficientemente grave para convencer a cualquiera que Funes no es apto para ser presidente.
Yo siempre he defendido el derecho de las campañas electorales —y de los comentaristas— de ser agresivas. La crítica sin misericordia a partidos y candidatos es legítima y necesaria. Es necesario obligar a cada candidato que se haga cargo de sus actos en el pasado, sus errores, sus planteamientos, sus alianzas, sus metidas de pata, sus propuestas no sustentadas.
Pero usar a figuras oscuras como el narcodiputado “Manolillo” Castillo para involucrar al contrincante en un asesinato es otra cosa. Inventar publicaciones no existentes para destruir la integridad moral del contrincante, es muestra de una debilidad de carácter no admisible para gobernantes.
Es perfectamente legítimo acusar a cualquier candidato de incapaz, de confrontarlo con su pasado, de hablar de sus fracasos profesionales y políticos, de juzgarlo por sus amistades, de citar las incongruencias en sus discursos o libros. En este sentido es legítimo confrontar a Arturo Zablah con las incongruencias de sus posiciones antes y después de su incorporación a la fórmula arenera. Es legítimo confrontar a Salvador Sánchez Cerén con los crímenes de guerra cometidos por las FPL y con las barbaridades que dice en su libro. Es legítimo confrontar a Rodrigo Ávila con el fracaso del plan Mano Dura. Es legítimo confrontar a Mauricio Funes con las mentiras que utiliza para desacreditar las encuestas que no le favorecen. Todo esto no sólo es legítimo, es necesario sacarlo a la luz. Pero lo que Mauricio Funes está haciendo para involucrar y destruir la reputación de su contrincante es lo que en inglés llaman “character assassination”.
Ya se sabe que el intento de asesinato, hecho con torpeza y en desesperación, se convierte en suicidio consumado.
Alguien que ha ejercido el oficio periodístico durante 20 años conoce las reglas del manejo de fuentes. Un periodista, por una falta como la que Funes está cometiendo involucrando a Ávila basado en una fuente no verificada, pierde su trabajo. Para aspirantes a la presidencia el standard debe ser igual o más estricto.
(El Diario de Hoy, Observador Electoral)