El verdadero acto de "traición", como lo llamarán sus detractores, o de insurrección, como lo llaman otros, del capitán Francisco Mena Sandoval, no es la acción en Santa Ana y su subsiguiente incorporación a la guerrilla del ERP, sino es su decisión, en octubre de 1980, de negarse a ejecutar la masacre en villa El Rosario.
Lo que otros oficiales con menos sentido humano después ejecutaron en el río Sumpul y El Mozote, ya estaba decidido por el Alto Mando a celebrarse en octubre de 1980 en Morazán: una masacre a la población civil para quitarle el agua al pez; eliminar por completo y con saña a un contingente de civiles para quitarle a los guerrilleros lo más vital: el apoyo de la población en logística, en inteligencia y, sobre todo, moral.
Para el operativo villa El Rosario, con el cual el Alto Mando pensaba erradicar la guerrilla en Morazán antes de que creciera, una de las misiones claves se le asignó al capitán Francisco Mena Sandoval, de la Segunda Brigada de Infantería con sede en Santa Ana: cercar herméticamente al casco de la villa del Rosario, no dejando salir a nadie. La Fuerza Aérea se iba a encargar de bombardear al pueblo, supuestamente lleno de guerrilleros y sus colaboradores. Al final, a otra fuerza le iba tocar entrar y rematar.
La masacra de villa El Rosario no se consumió, porque el capitán Mena Sandoval, al darse cuenta de las órdenes ya emitidas a la Fuerza Aérea y a la fuerza de remate, tomó la decisión de no cumplir sus órdenes, por considerarlas traición a lo que para él es la misión de la fuerza armada: servir al pueblo.
El capitán Francisco Mena Sandoval, en vez de cercar a la población para facilitar la matanza, se tomó el pueblo, abortando el plan de masacre.
La esencia de este plan se ejecutó un año más tarde, en El Mozote, con un saldo de más de mil pobladores asesinados. El que tomó la decisión de poner en práctica la estrategia de las masacres como arma contrainsurgente, fue un amigo y mentor del capitán Mena Sandoval, el entonces teniente coronel Domingo Monterrosa. Sólo que en diciembre de 1981, cuando Domingo Monterrosa encabeza la operación en El Mozote, los dos oficiales ya no eran camaradas y cheros, sino combatientes y oficiales de dos bandos enfrentados en guerra.
El capitán Francisco Mena Sandoval, después de regresar de villa Rosario (viaje en el cual le pegaron varios tiros desde otro vehículo militar), decidió, junto con otros oficiales, insurreccionarse en enero. El plan era tomar control del cuartel de Santa Ana, convencer a otras brigadas a unirse al golpe, deponer al Alto Mando y entrar en negociaciones de paz.
Los oficiales involucrados en este plan, que fracasó en todos los sentidos, se incorporaron a la guerrilla. Este plan y sus protagonistas pecaron de mucha ingenuidad, mala planificación, falta de análisis..., pero no de traición. No actuaron de noche contra camaradas dormidos, sino a la luz del día.
La mayoría de los oficiales del cuartel estaban de su lado, pero cuando el segundo jefe de la brigada brindó resistencia armada y murió en la balacera que él mismo inició, la mayoría de los oficiales (con sano realismo) vieron frustrado el plan recomendaron a Mena Sandoval retirarse. La compañía bajo su mando, luego de una votación, acompañó a su comandante en esta travesía.
¿Quién es traidor, quién es héroe en esta historia?
Depende del punto de vista. Domingo Monterrosa sigue siendo héroe para unos y genocida para otros. Francisco Mena Sandoval sigue siendo traidor para unos y héroe para otros. Los dos son protagonistas en una historia que obligó a cada uno a escuchar a su conciencia y tomar decisiones difíciles, a veces imposibles. Decisiones que nadie debería estar obligado a tomar, y que pueden decidir si uno termina en la historia como héroe o como traidor.
(El Diario de Hoy)