Roberto Lorenzana, cerebro de la campaña del FMLN, preguntado sobre la importancia de la votación del 18 de enero, dijo en TCS: "Son el first round, y terminarán con un k.o. de Rodrigo Ávila."
Muy equivocado. Mañana los salvadoreños van a elegir alcaldes y diputados, y estas elecciones tienen sus propias características y leyes. Para empezar, no son un juego entre dos, sino entre todos los partidos.
La elección presidencial, en cambio, es una carrera entre dos. Los demás participantes no juegan a ganar sino solamente a complicarles la carrera a los dos contendientes, o para halar votos para sus candidatos a alcalde o diputados.
El mapa municipal y parlamentario es, por definición, plural. Hay bastiones de poder local que ni ARENA ni el FMLN pueden asaltar. Hay municipios que van a seguir gobernados por el PDC o el PCN. Y nadie va a sacar a René Canjura del FDR de la alcaldía de Nejapa. Las municipales son elecciones de personas, de líderes locales, más que de banderas partidarias o ideologías.
PCN y PDC, pero también ARENA, tienen una larga tradición de saber escoger y lanzar a líderes comunales natos, en vez de tratar de imponer a soldados del partido. En esto reside su éxito en las elecciones municipales.
En los municipios es más difícil engañar a la gente con discursos y promesas sin hablar de obras concretas. La gente vota por el liderazgo local y la capacidad personal.
Y en las elecciones parlamentarias, hay un porcentaje considerable de votantes que conscientemente apuestan a los chiquitos, al pluralismo, a los contrapesos, al equilibrio. Los votantes salvadoreños no quieren a un presidente con control sobre la Asamblea. A ningún presidente de la posguerra le han dado carta blanca, todas han tenido a concertar para poder legislar.
La reiterada exigencia de Mauricio Funes que le firmen una carta blanca en forma de 43 diputados del FMLN, es tal vez el primer error grave que ha cometido en su campaña (no contando el pecado original, aceptar a su compañero de fórmula, Salvador Sánchez Cerén). El hecho que Funes pide con insistencia lo que la gente no está dispuesta a darle -el poder absoluto-, pone a mucha gente en contradicción con el candidato del FMLN.
Es el mismo error que comete Hugo Chávez, quien tiene apoyo popular para gobernar, pero no para la reforma constitucional que le daría poder absoluto y eterno. Exigiendo más, pierde lo mucho que tiene...
Cada voto que le falta al FMLN para tener mayoría absoluta en la Asamblea, será interpretado como un voto contra Mauricio Funes y su aspiración de control.
Cada voto que el electorado le niega al FMLN prefiriendo a alcaldes de otros partidos, por su mérito personal, será interpretado como un voto contra la aspiración de Funes y su partido de controlar todo para producir el cambio de modelo (cambio de sistema... de época...) que predican.
Esto es el riesgo de poner la meta tan alta y de sentirse envalentonado a querer a aspirar al poder total. Sólo que los votantes salvadoreños ya se convirtieron de 'base social' o 'pueblo' en ciudadanos. Y ciudadanos no tienen porqué delegar control a nadie. Ciudadanos construyen pluralismo. Y lo defienden tercamente.
(El Diario de Hoy, Observador Electoral)