Con mi esposa pasamos una noche muy agradable en compañía de Reina y Fito, pareja de pensionados que luego de toda una vida laboral en Estados Unidos viven su retiro en la casa que en el transcurso de décadas construyeron en su pueblo natal de Texistepeque. Discutimos de todo, nos reímos de todo, nos contaron de su trabajo a favor de su pueblo. El proyecto estrella de Fito: construir en una colina encima del pueblo una enorme cruz que proteja a las familias de Texis. Y el proyecto estrella de Reina: la gran fiesta bailable, dos veces al año (en mayo y en diciembre) para todos los viejos del pueblo.
Este encuentro en La Ventana fue precisamente cuando toda la prensa y farándula hablaban del tal Cartel de Texis - y cuando lo mencioné, Reina y Fito casi se murieron de chiste explicándome que “tal vez nosotros seamos el cartel”, montando bailes para los viejitos como lo cuentan en los narcocorridos de México.
Nos perdimos de vista, ya nunca supimos de Reina y Fito. Hasta la mañana del lunes pasado, cuando recibí una llamada de Texistepeque. Era Reina: “Quiero que lleguen hoy a Texistepeque. Hoy es el Día de los Inocentes, la fecha de nuestra fiesta para los viejos. Y tal vez sea la última, porque nosotros ya somos más viejos que nuestros invitados, y quien sabe si tendremos la fuerza de seguir haciendo este trabajo. Queremos que lleguen.”
Dejamos de lado lo que estamos haciendo y fuimos a Texis.
No es que Fito y Reina sean ricos. Nada de esto. Han trabajado duro en Estados Unidos, comenzando con todos los trabajos que los migrantes suelen hacer, haciéndolos bien para luego escalar a mejores “jobs…” Tienen sus buenas pensiones, invirtieron bien sus ahorros. Esto les permitió regresar a su pueblo y convertirse en sus modestos benefactores. Compraron el cerro, construyeron la cruz – y organizan mayo a mayo y diciembre a diciembre la fiesta bailable para la vejez…
Organizar suena fácil. Sentado en las sombras de este jardín, observé un ejército de voluntarios, comandados por Reina, arreglando todo, armando las mesas, poniendo las flores, preparando comida, recibiendo a cada uno de los invitados. La mayoría jóvenes de Texis y sus cantones, reclutados u contagiados por el entusiasmo de esta pareja de hermanos lejanos que han encontrado en su pueblo la paz y la felicidad.
Van llegando en parejas, en grupos, algunos solitos. Cada uno es recibido personalmente y escoltado a su silla. Otros voluntarios comienzan a servirles a cada uno un sorbete, pero igual hay cerveza. ¡Y música! Un desfile de todos los grupos musicales que existen en Texis, y existen bastantes. Muchos de los músicos lucen sus uniformes gracias al apoyo de Reina y Fito, y algunos incluso sus instrumentos. Luego la piñata más divertida que he visto en mi vida, con octogenarias mujeres dándole palo al muñeco como si fuera su infiel esposo. Sorbete sin límite, cerveza sin nunca terminar, música para bailar – y una cena exquisita, servida por los jóvenes del pueblo a los ancianos.
La familia Calderón Cerritos es una institución en Texis. El verdadero cartel. Nos despedimos de Reina y Fito. Su gran preocupación: ¿Quién mantendrá viva esta tradición de las fiestas bailables para los viejos de Texis?