Estimada Fátima:
Todos nos quejamos del mal servicio – de los bancos, de las telefónicas, de ANDA, de las alcaldías, de los hospitales. Y normalmente con sobrada razón. Es uno de nuestros deportes nacionales, a la par de hablar mal de los políticos, de la Fesfut y de la Asamblea Legislativa.
Todos nos quejamos del mal servicio – de los bancos, de las telefónicas, de ANDA, de las alcaldías, de los hospitales. Y normalmente con sobrada razón. Es uno de nuestros deportes nacionales, a la par de hablar mal de los políticos, de la Fesfut y de la Asamblea Legislativa.
Como en cualquier deporte, lo peligroso
es el exceso. Y como siempre, lo peor es el fanatismo. Hay que seguir
quejándose cuando los servicios (públicos o privados) no funcionan, pero
con una condición: Hay que ser justos, y cuando alguien nos atiende
bien, reconocerlo.
Hoy fui a TIGO en Galerías, y la buena
suerte me hizo toparme contigo, Fátima. Fui para pedir ayuda – ¡y la
encontré! Antes había peleado con TIGO durante días, porque había
renovado mi contrato y me prometieron darme la última versión de mi
celular. Pero después dijeron que no lo tenían en existencia, y me
ofrecieron otra marca. Pero yo no quiero volver a aprenderme otro
sistema. “Pero le podemos dar un iPhone.” -“No quiero ningún iPhone, soy
mara Samsung…”
Al fin, luego de quejarme bastante, me
mandaron mi nuevo celular hasta la casa. Muy finos. Pero de repente
estuve sentado en mi casa con mis dos celulares, y no encontré la forma
de pasar del teléfono viejo al nuevo los contactos, las aplicaciones, y
toda babosada que uno en dos años acumula en su celular. ¿Y cómo iba a
pasar las miles de fotos del celular a mi computadora?
Fui a TIGO, dispuesto a volver a
pelearme, y a ejercer el deporte nacional de quejarme por el mal
servicio. Pero faltando tres días para Navidad, me topé con el servicio
más amable, completo, paciente y eficiente. O sea, me topé contigo,
Fátima, y me desarmaste por completo. Me desarmaste la predisposición de
salir de la tienda de mal humor. No sólo me pasaste toda la información
de un teléfono al otro, me enseñaste cómo hacerlo.
Con mi ignorancia, que a otros les saca
de quicios, te enfrentaste con paciencia y amabilidad. Me configuraste
el nuevo celular, me instalaste bien las aplicaciones que necesito, y
del teléfono viejo me quitaste todas las aplicaciones inútiles y hasta
dañinas que yo había acumulado. En pocas palabras: Hiciste mucho más de
lo que yo te había pedido – ¡y con ganas!
Salí de la tienda de TIGO con una gran
sonrisa, con dos celulares bien configurados, con todas las redes
sociales, programas de mensajería y email funcionado mejor que nunca –
pero sobre todo con esta profunda y tan extraña satisfacción que le da a
uno cuando recibe un servicio bien hecho, eficiente y, sobre todo,
amable.
Cuando así de alegre entré al Starbucks
de enfrente para tomarme un café, la barista reaccionó a mi buen humor
con una gran sonrisa y me entregó un café latte perfecto… Y así en
cadena, todo me fue bien este día. A esto me refiero cuando te digo:
Fátima, you made my day…
Espero que los altos ejecutivos de TIGO
lean esta carta, para que sepan que en su tienda en Galerías tienen a
una ejecutiva de servicio al cliente que cumple, que trabaja con ganas,
que produce clientes felices. Quiere que le den un bono, que la
promuevan, que la hagan jefa, que la pongan a dar seminarios a los demás
sobre servicio al cliente. O que por lo menos que la feliciten, así
como yo lo hice, saliendo del Starbucks, cuando regresé a TIGO para
regalarte una gran galleta y un gracias.
Otra vez te doy las gracias, y a toda la
gente que a pesar del stress y las angustias cotidianas siguen prestando
servicio eficiente y amable a sus clientes.
Saludos y feliz Navidad,
(MAS!/El Diario de Hoy)