Tuvo
que movilizarse el viejo señor del PSOE, el ex presidente Felipe
González, para poner en su lugar a “Podemos” y su candidato Pablo
Iglesias. Durante meses "Podemos" atacó sin misericordia a los
socialistas y su candidato Pedro Sánchez – y esta estrategia tuvo toda
la lógica del mundo: “Podemos”, la autoproclamada “nueva izquierda”,
para crecer tiene que desplazar a la socialdemocracia. Su campaña es muy
simple: atacar a la derecha gobernante, el PP de Rajoy, y decir que los
socialistas ya no son oposición, sino cómplices del PP. Ocupar el
espacio socialdemócrata. Y luego, pactar con un debilitado PSOE para
formar una gobierno de “unidad popular”. Todo muy lógico.
Lo
ilógico es que la campaña del líder socialista Pedro Sánchez nunca
entendió que su principal adversario no era ni el PP ni mucho menos el
nuevo centro llamado “Ciudadanos”, sino “Podemos”. Era la “nueva
izquierda” que le estaba robando votos y disputando el papel de
principal retador de Rajoy. Para ganar a Rajoy y asumir el gobierno, el
PSOE tenía que parar a “Podemos”, atacándolo. Pero no lo hizo. Ni en las
reciente campaña electoral para parlamentos regionales y gobiernos
municipales, y tampoco ahora en la campaña que va a definir el Congreso y
el gobierno. Pedro Sánchez obviamente se tragó la tramposa tesis de
“Podemos” que solo una nueva mayoría de izquierda podrá derrotar a la
derecha. Hizo pactos locales y regionales con “Podemos”, incluso algunos
(como en el ayuntamiento de Madrid) como socio menor. No entiende que
la mayoría que tiene que construir es la mayoría de los reformistas,
para derrotar al PP y al mismo tiempo marginar a “Podemos”, la fuerza
anti-europea.
Pablo
Iglesias y “Podemos” saben que no pueden ganar las elecciones generales
en España. Su meta no es ganar, sino desplazar a los socialistas y
convertirse en sus herederos. Y de paso, a quebrar su resistencia al
populismo y al concepto de la “unidad popular”. Por esto definieron,
correctamente, a los socialistas como su enemigo principal. Luego,
cuando de repente surgió “Ciudadanos” como nueva fuerza emergente de
cambio y renovación, robándole a “Podemos” las banderas del relevo
generacional y del cambio, “Podemos” definió a Albert Rivera, el
carismático líder de esta fuerza céntrica, como segundo enemigo
principal. Se había generado una situación muy compleja: Podemos estaba
robándole votos al PSOE, pero “Ciudadanos” le estaba robando aún más a
“Podemos”, y al mismo tiempo al PP. Por esto, Albert Rivera creció tanto
que ahora muchos piensan que la recta final es entre Mariano Rajoy y
él, con las dos fuerzas de izquierda relegadas.
De
repente vino Felipe González, agarró el micrófono del PSOE y dirigió
todo el ataque verbal a Pablo Iglesias y “Podemos”. Correcto,
refrescante, pero tarde. Pedro Sánchez, el líder del PSOE, piensa que
necesita a “Podemos”. En caso que logre sobrepasar a Rajoy, quiere
gobernar con “Podemos”. En caso que gane Rajoy o Rivera, Sánchez se ve
en una alianza opositora con “Podemos”. Felipe vino tarde. Ya no puede
cambiar la estrategia de su partido...
Esta
estrategia equivocada le va a costar caro al PSOE. No solo están al
punto de perder, otra vez, la batalla por la presidencia, sino también
el papel de primera fuerza opositora. Lo más lógico, y lo mejor no solo
para el PSOE, sino para el país, hubiera sido trabajar desde el
principio para que “Podemos” no crezca. Y prepararse a una alianza con
la nueva fuerza progresista, liberal, radical-democrática que es
“Ciudadanos”. O juntos en el gobierno, o juntos haciendo oposición al
desgastado PP de Rajoy. Si Rivera gana, necesita al PSOES para gobernar.
Si no, tendría que gobernar con el PP, cosa que no prefiere y que no
sería nada bueno para la renovación del país. Si Pedro Sánchez gana,
necesita pactar con “Ciudadanos”. Si no es con “Ciudadanos”, estaría
obligado a pactar con “Podemos”, lo que sería lo peor para la
socialdemocracia, para España y para Europa.
El
PSOE y “Ciudadanos” son la fórmula perfecta para renovar España. Tienen
muchas coincidencias en temas de institucionalidad, el manejo de la
crisis catalana, la reforma de las autonomías, derecho humanos,
transparencia, etc. Tendrían que ponerse de acuerdo sobre temas
económicos, fiscales y sociales, pero precisamente esto sería bueno para
España: salir de la vieja polarización entre neoliberalismo y
socialismo, conceptos que ambos ya no tienen vigencia. Es posible una
nueva mayoría reformista y progresista. Ojala que los socialistas lo
entiendan.
(El Diario de Hoy)