lunes, 28 de abril de 2014

Carta a los colegas de El Faro

¡Feliz cumpleaños!
El Faro cumplió 16 años, que son por lo menos 15 más que todos le dimos cuando lo lanzaron al espacio cibernético. ¿Un periódico digital? Tienen que estar locos. Nadie lo leerá... Esta fue la reacción de todos los periodistas, incluyendo la mía.
Pero ustedes lograran que El Faro sobreviviera. Económicamente sobrevivió en un nicho que ustedes lograron sistemáticamente consolidar - con mucho marketing, no hacia el mercado de lectores y de publicidad donde de hecho nunca penetraron mucho, sino hacia el mundo de las fundaciones internacionales que incansablemente apoyan lo “políticamente correcto”.

Periodísticamente no sólo sobrevivieron - se hicieron indispensables. Identificaron y desarrollaron temas que los medios tradicionales no tocan ni con profundidad, ni con investigación, ni con necedad, ni con independencia: la migración, las violencia, la corrupción...

Se hicieron indispensables. Esto es, para mi, lo mejor que se puede decir de un medio de comunicación. Y yo lo digo, sin nunca haberme tragado la crítica que tengo a su trabajo. A veces me preguntan cuál es mi pedo con El Faro de criticarlo tanto. Mi respuesta: lo critico porque es importante, juega un papel que nadie más cumple.

Ustedes salieron con la prepotencia de los jóvenes rebeldes que quieren revolucionar su profesión. Y siguen así, con esta prepotencia difícil de soportar. El día del cumpleaños de El Faro, uno de ustedes puso en twitter estas palabras: “Hace 16 años, El Faro abrió los ojos para intentar abrir al mundo los ojos.”

No sólo es arrogante, es peligroso. Son una amenaza no solo los políticos que piensan que son los dueños de la verdad y necesitan “abrir al mundo los ojos”, sino también los intelectuales y periodistas que se arrogan esta función. ¿Qué pasó con la revolucionaria idea de un periodismo que se propone servir al ciudadano informado, crítico e independiente?

Siempre he expresado mi crítica a la manera elitista cómo ustedes se relacionan con el medio y con el público. Me simpatiza la manera irreverente en que ustedes encaran a los poderes, cuestionándolos, interrogándolos, criticándolos – ahí es donde El Faro se hizo indispensable en nuestra cultura política. Pero detesto cómo se relacionan con el público: sermoneándole, queriéndolo educar – o como dice el tuit: abriéndole los ojos al ciego.

Mientras no superen esta distancia jerárquica de sus lectores, nunca van a salir del nicho donde subsisten. Si logran convertirse en un medio que es parte y expresión de una ciudadanía informada, despierta, crítica, ustedes podrían llegar lejos.

Pero esta carta no es para regañarlos, sino para darles ánimo: con todos los errores que cometen, y a pesar de esta terrible tendencia de actuar como órgano oficial de lo políticamente correcto que a veces me hace hervir la sangre, hace falta terrible El Faro. Nadie más que ustedes trata de entender los fenómenos de la migración, de la violencia, de las pandillas, del fracaso de las políticas de inclusión social y de Seguridad. Gracias, farolitos, por ser tan tercos con estos temas. Solo por esto les puedo perdonar que de vez en cuando recaen en los sermones sobre algunos temas donde han agarrado llave ideológica: el fantasma del crimen organizado, el peligro del estado fallido, la amnistía como pecado original de la posguerra...

Incluso les perdono las veces cuando se dejaron manipular por fuentes de inteligencia, sea para tejer historias sobre el Cártel de Texis, o sobre el origen de la tregua - o incluso sobre la muerte de monseñor Romero.

Por favor, sigan jodiendo, incluso a mi.

Paolo Lüers 
(Mas!/EDH)