Sobre la crisis de ARENA se ha hablado mucho. Incluyendo mucha paja. Veamos algunos conceptos que se han ventilado en el debate.
División. Muchos han hablado de una división de ARENA. Obviamente la parte más interesada en una división de su adversario, el FMLN. Pero también muchos comentaristas de derecha. Sobre todo los que tienen una larga historia de cercanía, para no decir otras palabras que podrían ser ofensivas, con el grupo que en los últimos años controló el gobierno y el partido de gobierno. División es cuando de un partido que entra en crisis, salen dos partidos, dos proyectos políticos. Pero es obvio que lo que se acaba de desprender de ARENA no es un partido nuevo. Tampoco un proyecto político. Salió de ARENA un grupo de diputados y dirigentes de poca monta y mínimo apoyo de las bases, no salieron estructuras sectoriales o locales del partido.
Disidentes. Los 12 diputados y los 4 ex-directores departamentales salieron de ARENA resultado de un intento fallido de retener el control partidario, no resultado de una disidencia política o ideológica. Salen porque luego de pertenecer a la poderosa estructura de control del partido durante años, fueron desplazados y sintieron -con razón- que ya no tendrán futuro en el partido. Jugaron el único capital que les quedó: su diputación, legado de la anterior cúpula. Un capital fuerte. No para un proyecto político, sino para el chantaje. Sabían que para ARENA perder 12 diputados significa perder buena parte de su capacidad opositora en la Asamblea. Entonces, plantearon un negocio: la lealtad de nuestros 12 votos contra la reversión de la renovación del partido. Porque la exigencia de 4 puestos en el COENA se traduce a nada menos que el intento de un contragolpe. El intento de restaurar la influencia institucional que el grupo del ex-presidente Saca había perdido en el proceso postelectoral de consultas con las bases. No se trataba solo que el diputado el ex-jefe de fracción quería recuperar su silla en el COENA, sino de parar en seco el todavía débil proceso de redefinición del partido y posterior apertura a nuevos liderazgos. Quien describe el pleito en ARENA como ‘disidencia’, oculta que detrás de la actuación de los supuestos disidentes se esconde el último intento de detener un proceso interno que está dejando marginado a un grupo acostumbrado a controlar el partido y traducir este control en capacidad de negociación.
La nueva dirección de ARENA desautorizó y deshizo todos los intentos de la anterior cúpula de usar ARENA para llegar con el Frente y con el nuevo presidente a un pacto político que garantizaría a unos inmunidad y a otros gobernabilidad. Por esto se tardaron tanto en elegir a los magistrados de la Corte Suprema y al fiscal general: Cristiani deshizo todos los entendimientos anteriores y la negociación tuvo que empezar de cero...
Renovadores. Hasta este nombre algunos trataron de dar al grupo de diputados extorsionistas. Para ganarse este nombre, primero habría que tener un proyecto político, y segundo un proyecto que encamina para adelante. En ARENA es al revés: los supuestos ‘renovadores’ tratan de detener la renovación de su partido, porque saben que esta los deja sin influencia. Por muy tímidas que han sido la manifestaciones de renovación en ARENA, este grupo ha tratado de boicotearlas. ARENA, para sobrevivir como fuerza política relevante, necesita una renovación radical que no teme tocar los viejos dogmas, símbolos y métodos de hacer política de ARENA. Con la decisión de rechazar el chantaje de los 12 diputados y dejarlos ir, ARENA ha removido apenas el primer obstáculo para su renovación. Habrá otros, así como habrá otros chantajes.
Independencia. El uso más cínico de conceptos erróneos en esta historia es tildar a los 12 diputados de ‘independientes’. O incluso decir que ahora al fin hay diputados que se han liberado del yugo de la dependencia de las cúpulas partidarias y hacen honor al mandato de sólo obedecer a su conciencia y los intereses del pueblo. Los 12 son los diputados más manipulados y más manipulables de la historia reciente del parlamentarismo salvadoreño. Se han separado de su partido, no para consolidar otro proyecto político, sino porque se han quedado sin proyecto político. Son machos sin dueño que a partir de ahora van a negociar sus votos cada vez de nuevo. Dependiendo de la correlación de fuerza y de la oferta...
La falta de independencia de los diputados de sus cúpulas partidarias es un asunto no resuelto en nuestro sistema político. Urgen una reforma electoral a fondo y una ley de partidos políticos para resolver este problema. El desprendimiento de diputados desafectados y resentidos de sus partidos seguramente no resuelve el problema, sino crea uno peor: el chantaje y la compra de voluntades.
Si ARENA sabrá aprovechar la oportunidad de convertir la crisis en el factor que dinamice su renovación, ser verá en los próximos meses. Ha dado el primer paso indispensable: amputar lo que había que amputar en vez de seguir viviendo con la gangrena del chantaje. Habiéndose liberado del grupo que boicoteaba la renovación, ARENA ya no tiene pretexto para no atreverse a redefinir su proyecto político.
La separación dolorosa de una parte de sus cuadros (y de una parte de su fuerza parlamentaria) puede ser un paso más hacia el desmoronamiento de ARENA – o el inicio de su resurrección. Depende en qué dirección van los siguientes pasos.
División. Muchos han hablado de una división de ARENA. Obviamente la parte más interesada en una división de su adversario, el FMLN. Pero también muchos comentaristas de derecha. Sobre todo los que tienen una larga historia de cercanía, para no decir otras palabras que podrían ser ofensivas, con el grupo que en los últimos años controló el gobierno y el partido de gobierno. División es cuando de un partido que entra en crisis, salen dos partidos, dos proyectos políticos. Pero es obvio que lo que se acaba de desprender de ARENA no es un partido nuevo. Tampoco un proyecto político. Salió de ARENA un grupo de diputados y dirigentes de poca monta y mínimo apoyo de las bases, no salieron estructuras sectoriales o locales del partido.
Disidentes. Los 12 diputados y los 4 ex-directores departamentales salieron de ARENA resultado de un intento fallido de retener el control partidario, no resultado de una disidencia política o ideológica. Salen porque luego de pertenecer a la poderosa estructura de control del partido durante años, fueron desplazados y sintieron -con razón- que ya no tendrán futuro en el partido. Jugaron el único capital que les quedó: su diputación, legado de la anterior cúpula. Un capital fuerte. No para un proyecto político, sino para el chantaje. Sabían que para ARENA perder 12 diputados significa perder buena parte de su capacidad opositora en la Asamblea. Entonces, plantearon un negocio: la lealtad de nuestros 12 votos contra la reversión de la renovación del partido. Porque la exigencia de 4 puestos en el COENA se traduce a nada menos que el intento de un contragolpe. El intento de restaurar la influencia institucional que el grupo del ex-presidente Saca había perdido en el proceso postelectoral de consultas con las bases. No se trataba solo que el diputado el ex-jefe de fracción quería recuperar su silla en el COENA, sino de parar en seco el todavía débil proceso de redefinición del partido y posterior apertura a nuevos liderazgos. Quien describe el pleito en ARENA como ‘disidencia’, oculta que detrás de la actuación de los supuestos disidentes se esconde el último intento de detener un proceso interno que está dejando marginado a un grupo acostumbrado a controlar el partido y traducir este control en capacidad de negociación.
La nueva dirección de ARENA desautorizó y deshizo todos los intentos de la anterior cúpula de usar ARENA para llegar con el Frente y con el nuevo presidente a un pacto político que garantizaría a unos inmunidad y a otros gobernabilidad. Por esto se tardaron tanto en elegir a los magistrados de la Corte Suprema y al fiscal general: Cristiani deshizo todos los entendimientos anteriores y la negociación tuvo que empezar de cero...
Renovadores. Hasta este nombre algunos trataron de dar al grupo de diputados extorsionistas. Para ganarse este nombre, primero habría que tener un proyecto político, y segundo un proyecto que encamina para adelante. En ARENA es al revés: los supuestos ‘renovadores’ tratan de detener la renovación de su partido, porque saben que esta los deja sin influencia. Por muy tímidas que han sido la manifestaciones de renovación en ARENA, este grupo ha tratado de boicotearlas. ARENA, para sobrevivir como fuerza política relevante, necesita una renovación radical que no teme tocar los viejos dogmas, símbolos y métodos de hacer política de ARENA. Con la decisión de rechazar el chantaje de los 12 diputados y dejarlos ir, ARENA ha removido apenas el primer obstáculo para su renovación. Habrá otros, así como habrá otros chantajes.
Independencia. El uso más cínico de conceptos erróneos en esta historia es tildar a los 12 diputados de ‘independientes’. O incluso decir que ahora al fin hay diputados que se han liberado del yugo de la dependencia de las cúpulas partidarias y hacen honor al mandato de sólo obedecer a su conciencia y los intereses del pueblo. Los 12 son los diputados más manipulados y más manipulables de la historia reciente del parlamentarismo salvadoreño. Se han separado de su partido, no para consolidar otro proyecto político, sino porque se han quedado sin proyecto político. Son machos sin dueño que a partir de ahora van a negociar sus votos cada vez de nuevo. Dependiendo de la correlación de fuerza y de la oferta...
La falta de independencia de los diputados de sus cúpulas partidarias es un asunto no resuelto en nuestro sistema político. Urgen una reforma electoral a fondo y una ley de partidos políticos para resolver este problema. El desprendimiento de diputados desafectados y resentidos de sus partidos seguramente no resuelve el problema, sino crea uno peor: el chantaje y la compra de voluntades.
Si ARENA sabrá aprovechar la oportunidad de convertir la crisis en el factor que dinamice su renovación, ser verá en los próximos meses. Ha dado el primer paso indispensable: amputar lo que había que amputar en vez de seguir viviendo con la gangrena del chantaje. Habiéndose liberado del grupo que boicoteaba la renovación, ARENA ya no tiene pretexto para no atreverse a redefinir su proyecto político.
La separación dolorosa de una parte de sus cuadros (y de una parte de su fuerza parlamentaria) puede ser un paso más hacia el desmoronamiento de ARENA – o el inicio de su resurrección. Depende en qué dirección van los siguientes pasos.
(El Diario de Hoy)