domingo, 7 de junio de 2009

Tiranos y disidentes


Los fanáticos no soportan la disidencia. Menos aún, la de quienes alguna vez les han acompañado en sus credos.

Alguien que se distancia de sus posturas es simplemente un traidor. Si el fanático, además, es un autócrata, con toda seguridad se dedicará a perseguir al disidente y este último puede pasarla mal.

Es lo que está ocurriendo en Nicaragua con tres figuras que en otra época, en los tiempos cuando el sandinismo era una esperanza, fueron altamente representativas en su vida cultural y política. Hablo del narrador y ex vicepresidente de la república Sergio Ramírez, el poeta Ernesto Cardenal y el músico Carlos Mejía Godoy, auténticos íconos en los años setenta de la lucha contra la dictadura somocista y figuras protagónicas en la gesta política que se encargó de abrir paso a la democracia.

Los tres han sido fuertes críticos del Gobierno y consideran delictiva la conducta del presidente Ortega y la cúpula sandinista; los tres han hecho públicas sus críticas; y, en consecuencia, los tres son hoy objeto de persecución por gentes con la que alguna vez fueron compañeros de ruta.

Por ejemplo, a Sergio Ramírez, la semana pasada, en un estilo de brigadas de choque que bien conocemos en Venezuela, se le ha impedido el acceso a la Universidad de León donde iba a presentar El cielo llora por mí, su más reciente novela. Y en un lenguaje, que también conocemos, el presidente de la Unión Nacional de Estudiantes declaró que de ahora en adelante al autor de Adiós muchachos ­el más brillante y valiente testimonio personal sobre la revolución sandinista­ tiene terminantemente prohibida la entrada a todas las universidades nicaragüenses porque, afirma, se trata de un "un pelele, traidor y vendepatria" (Tal Cual, 01.06.09, p.25).

La persecución no es nueva.

Meses atrás, el Gobierno trató de impedir que Ramírez cumpliera con la solicitud de una editorial española para prologar una antología del poeta Carlos Martínez Rivas. La editorial se negó a aceptar lo que consideró un acto de censura y el libro sencillamente no se hizo. El Instituto de Cultura Nicaragüense, propietario de los derechos, prefirió perder esta oportunidad de promoción para un autor local que aceptar un prólogo del "vendepatria".

Ernesto Cardenal también ha recibido un castigo que los nicaragüenses demócratas asocian a la furia vengativa de Daniel Ortega. Sucede que un viejo y olvidado juicio promovido en su contra, por supuestas injurias a un ciudadano alemán, fue reactivado sorpresivamente, apenas unos días después de que el poeta, en medio de la toma de posesión del presidente de Paraguay, Fernando Lugo, realizó severas críticas al primer mandatario nicaragüense.

Cardenal, quien fue ministro de Cultura del primer gobierno sandinista, fue condenado y sus cuentas bancarias congeladas, lo que ha provocado que incluso intelectuales con simpatías públicas por los gobiernos de la izquierda autoritaria latinoamericana, como Saramago y Galeano, hayan salido en su defensa.

El desencanto es notable.

Carlos Mejía Godoy, autor del himno sandinista y de muchas de las canciones emblemáticas de la lucha antidictadura, ha recibido peyorativas descalificaciones luego de emprender una demanda para exigirle al Gobierno que no use sus composiciones en actos públicos. "No puedo permitir que las canciones inspiradas en el sacrificio e inmolación de miles de hermanos sirvan de fondo musical a la tragicomedia más vergonzosa de los últimos años, a otra dictadura familiar, réplica sórdida de la tiranía de los Somoza". (Arturo Wallace: "¿Cardenal a la cárcel?", BBCMundo.com).

A finales del año pasado, la respuesta de la cúpula gubernamental, especialmente de Rosario Murillo, a quien se le considera el verdadero poder detrás del trono, fue de burla.

No solo siguieron colocando sus piezas sino que, en un acto de violación oficial de los derechos de autor, la piratería promovida desde el Gobierno hizo editar masivamente un CD con sus canciones pero sin colocar su nombre como autor.

Como lo denunció el propio Mejía Godoy, sobre el CD sólo iban las siglas del FSLN.

Prácticas comunes de regímenes "hermanos", signados por la intolerancia.

(El Nacional, Venezuela)