Tenía pendiente el segundo artículo sobre el gabinete de ‘el cambio’. El mero día de la inauguración del gobierno publiqué un artículo sobre lo positivo que había que decir sobre el gabinete. Falta lo feo y lo malo. Falta decirlo, con nombre y apellido. Muchos comentan en privado que algunos de los nuevos ministros asustan, pero hay que decirlo en voz alta. Haciendo precisamente esto me hizo acreedor del consejo de una radioescucha: “Hágase una limpia, demasiado critica”. Bueno, señora, la crítica es un ejercicio de limpia...
Para el difícil propósito de analizar los elementos negativos del nuevo gabinete, ayuda mucho que el mismo presidente Funes, en su discurso del 1 de junio, aportara los criterios de juicio: “Garantizo que este será el gobierno de la meritocracia, no el gobierno de privilegios de familias, de abuso, de clientelas y de los vicios de padrinazgos sombríos. Derechos, sí, para todos. Privilegios, no, para nadie. Aquí las personas serán reconocidas por su talento y su honestidad y no por sus conectes o su apellido.”
Entonces, ¿nada tuvieron que ver el apellido y los conectes del presidente de la CEL, Nico Salume hijo, con la decisión del presidente de darle el honor de ser el único integrante del gobierno de Tony Saca sentado en la mesa de gabinete de Funes?
Tenemos que creer que nada tuvo que ver el apoyo que el padre del presidente de la CEL dio al candidato Funes, dándole un préstamo personal de 3 millones de dólares y una mansión donde vivir adecuadamente. Si es por puros ‘méritos’, ¿cuál es el principal mérito de Nico Salume en CEL, a parte del hecho que la transparencia del proceso de licitación para el megaproyecto e la presa hidroeléctrica El Chaparral fuera seriamente cuestionada?
Sobre la definición de lo que significa ‘meritoracia’ en la construcción del gabinete Funes hay unas interesantes reflexiones nada menos de Ernesto Zelayandía, amigo de Funes y flamante viceministro de Gobernación: “Todos los que estamos en el gabinete nos involucramos en la campaña, colaboramos financieramente. Yo colaboré financieramente… todo mundo tuvo una participación de una u otra forma..” Citado por El Faro.
Sobre Neto Zelayandía ya escribí en mi anterior columna: “Tampoco puedo ver qué méritos acreditan a Ernesto Zelayandía para ser viceministro de Gobernación, más allá que ha sido el ex-marido de la primera dama y que yo lo conozco como persona íntegra y simpática. Si necesitaban a alguien que compense la incapacidad del ministro de esta cartera, el diputado Humberto Centeno (sí, él de los de los rotulitos panfletarios), hubieran buscado a un experto en administración pública... Neto Zelayandía le hubiera podido servir mucho mejor en otra función, por ejemplo dentro de Relaciones Exteriores.”
Con lo que llegamos al caso del ministro de Gobernación, Humberto Centeno. Es imposible inventar méritos que lo recomiendan a dirigir este ministerio clave para la institucionalidad democrática. Es obvio que Centeno recibió Gobernación resultado de un pacto de Funes con el sector más ortodoxo del FMLN. Ceder a este grupo el control sobre Gobernación, Inteligencia del Estado, y Educación es, para graficarlo de alguna manera, el precio que paga Funes para poder controlar --junto con el sector más renovador del FMLN, con el CD de Héctor Dada y con sus Amigos-- las políticas macroeconómicas del país.
Es un precio muy alto. Compromete, de antemano, al gobierno Funes.
En el área de Seguridad Pública hay una indefinición que en nada aporta a crear confianza y tranquilidad. El ministro Manuel Melgar es de los hombres más moderados dentro del FMLN, pero no proyecta la fuerza, la autoridad y la capacidad de garantizar que las nuevas políticas de Seguridad Pública se mantengan fuera de tentaciones y presiones autoritarias, partidistas y populistas. Es revelador que Funes no se atrevió a escoger como ministro de Justicia y Seguridad a alguien con claras credenciales democráticas que no permitiera que esta cartera se dirija con criterios partidarios, creando una peligros mezcolanza entre Estado, partido y ‘organización social’. Tampoco nombró como director de la PNC a un civil independiente del partido, sino entregó la dirección al grupo de los oficiales policiales provenientes del FMLN, con el peligro que el resto de la oficialidad sienta el peligro de una ideologización de la institución. Tanto Manuel Melgar como los nuevos directores y subdirectores de la PNC son sujeto de presión del partido.
Si sumamos a estas decisiones en Seguridad las otras que afectan las políticas de Seguridad -Seguridad entendido de manera integral-, el nuevo gabinete realmente comienza a asustar: Eduardo Linares como jefe de la Oficina de Inteligencia del Estado, y la decisión de último minuto de imponer a la Fuerza Armada a un ministro que no goza de la confianza de los militares. Es obvio que un ministro de Defensa tiene que gozar de la confianza del presidente, pero también de los militares. Es muy revelador que entre los hombres de confianza del presidente no haya nadie que también sea de confianza de los militares. Para imponer a David Mungía Payés, Funes tuvo que remover al Alto Mando completo. Ojala que el nuevo ministro de Defensa resista a todas la presiones de permitir influencias cubanas y venezolanas en la Fuerza Armada. Ojala que el presidente le ayude a resistir.
En la Inteligencia del Estado bajo el mando de Linares estas influencias van a ser inevitables. With a little help from his friends..., el ex-jefe del CAM de San Salvador tratará de construir un aparato de control a favor de las estrategias a largo plazo del FMLN.
Para analizar detalladamente todo lo malo y feo en el nuevo gabinete de gobierno, necesitaría demasiado espacio. Hay varios nombramiento que a la luz del anuncio del presidente del fin del clientelismo y compadrazgo parecen absurdas: Juan Pablo Durán llega a la Lotería Nacional cobrando favores electorales. Así llegaron José Napoleón Duarte a Turismo, Tomás Chévez al Fondo de Vivienda Social, La Chelona Rodríguez al INDES, Carlos Cáceres a Hacienda y su primo a la Secretaría Privada de la Presidencia...
No llegaron por méritos que no sean principalmente políticos y electorales. Pero esto ya lo explicó mejor Neto Zelayandía...
Todo esto no es nada nuevo. Ha sido así en otros gobiernos. Pero entonces, hay que revisar críticamente buena parte del discurso del 1 de junio del presidente Funes. Hay que preguntarse, ¿cuál cambio? ¿Cuál ruptura? ¿Cual meritocracia?
Para el difícil propósito de analizar los elementos negativos del nuevo gabinete, ayuda mucho que el mismo presidente Funes, en su discurso del 1 de junio, aportara los criterios de juicio: “Garantizo que este será el gobierno de la meritocracia, no el gobierno de privilegios de familias, de abuso, de clientelas y de los vicios de padrinazgos sombríos. Derechos, sí, para todos. Privilegios, no, para nadie. Aquí las personas serán reconocidas por su talento y su honestidad y no por sus conectes o su apellido.”
Entonces, ¿nada tuvieron que ver el apellido y los conectes del presidente de la CEL, Nico Salume hijo, con la decisión del presidente de darle el honor de ser el único integrante del gobierno de Tony Saca sentado en la mesa de gabinete de Funes?
Tenemos que creer que nada tuvo que ver el apoyo que el padre del presidente de la CEL dio al candidato Funes, dándole un préstamo personal de 3 millones de dólares y una mansión donde vivir adecuadamente. Si es por puros ‘méritos’, ¿cuál es el principal mérito de Nico Salume en CEL, a parte del hecho que la transparencia del proceso de licitación para el megaproyecto e la presa hidroeléctrica El Chaparral fuera seriamente cuestionada?
Sobre la definición de lo que significa ‘meritoracia’ en la construcción del gabinete Funes hay unas interesantes reflexiones nada menos de Ernesto Zelayandía, amigo de Funes y flamante viceministro de Gobernación: “Todos los que estamos en el gabinete nos involucramos en la campaña, colaboramos financieramente. Yo colaboré financieramente… todo mundo tuvo una participación de una u otra forma..” Citado por El Faro.
Sobre Neto Zelayandía ya escribí en mi anterior columna: “Tampoco puedo ver qué méritos acreditan a Ernesto Zelayandía para ser viceministro de Gobernación, más allá que ha sido el ex-marido de la primera dama y que yo lo conozco como persona íntegra y simpática. Si necesitaban a alguien que compense la incapacidad del ministro de esta cartera, el diputado Humberto Centeno (sí, él de los de los rotulitos panfletarios), hubieran buscado a un experto en administración pública... Neto Zelayandía le hubiera podido servir mucho mejor en otra función, por ejemplo dentro de Relaciones Exteriores.”
Con lo que llegamos al caso del ministro de Gobernación, Humberto Centeno. Es imposible inventar méritos que lo recomiendan a dirigir este ministerio clave para la institucionalidad democrática. Es obvio que Centeno recibió Gobernación resultado de un pacto de Funes con el sector más ortodoxo del FMLN. Ceder a este grupo el control sobre Gobernación, Inteligencia del Estado, y Educación es, para graficarlo de alguna manera, el precio que paga Funes para poder controlar --junto con el sector más renovador del FMLN, con el CD de Héctor Dada y con sus Amigos-- las políticas macroeconómicas del país.
Es un precio muy alto. Compromete, de antemano, al gobierno Funes.
En el área de Seguridad Pública hay una indefinición que en nada aporta a crear confianza y tranquilidad. El ministro Manuel Melgar es de los hombres más moderados dentro del FMLN, pero no proyecta la fuerza, la autoridad y la capacidad de garantizar que las nuevas políticas de Seguridad Pública se mantengan fuera de tentaciones y presiones autoritarias, partidistas y populistas. Es revelador que Funes no se atrevió a escoger como ministro de Justicia y Seguridad a alguien con claras credenciales democráticas que no permitiera que esta cartera se dirija con criterios partidarios, creando una peligros mezcolanza entre Estado, partido y ‘organización social’. Tampoco nombró como director de la PNC a un civil independiente del partido, sino entregó la dirección al grupo de los oficiales policiales provenientes del FMLN, con el peligro que el resto de la oficialidad sienta el peligro de una ideologización de la institución. Tanto Manuel Melgar como los nuevos directores y subdirectores de la PNC son sujeto de presión del partido.
Si sumamos a estas decisiones en Seguridad las otras que afectan las políticas de Seguridad -Seguridad entendido de manera integral-, el nuevo gabinete realmente comienza a asustar: Eduardo Linares como jefe de la Oficina de Inteligencia del Estado, y la decisión de último minuto de imponer a la Fuerza Armada a un ministro que no goza de la confianza de los militares. Es obvio que un ministro de Defensa tiene que gozar de la confianza del presidente, pero también de los militares. Es muy revelador que entre los hombres de confianza del presidente no haya nadie que también sea de confianza de los militares. Para imponer a David Mungía Payés, Funes tuvo que remover al Alto Mando completo. Ojala que el nuevo ministro de Defensa resista a todas la presiones de permitir influencias cubanas y venezolanas en la Fuerza Armada. Ojala que el presidente le ayude a resistir.
En la Inteligencia del Estado bajo el mando de Linares estas influencias van a ser inevitables. With a little help from his friends..., el ex-jefe del CAM de San Salvador tratará de construir un aparato de control a favor de las estrategias a largo plazo del FMLN.
Para analizar detalladamente todo lo malo y feo en el nuevo gabinete de gobierno, necesitaría demasiado espacio. Hay varios nombramiento que a la luz del anuncio del presidente del fin del clientelismo y compadrazgo parecen absurdas: Juan Pablo Durán llega a la Lotería Nacional cobrando favores electorales. Así llegaron José Napoleón Duarte a Turismo, Tomás Chévez al Fondo de Vivienda Social, La Chelona Rodríguez al INDES, Carlos Cáceres a Hacienda y su primo a la Secretaría Privada de la Presidencia...
No llegaron por méritos que no sean principalmente políticos y electorales. Pero esto ya lo explicó mejor Neto Zelayandía...
Todo esto no es nada nuevo. Ha sido así en otros gobiernos. Pero entonces, hay que revisar críticamente buena parte del discurso del 1 de junio del presidente Funes. Hay que preguntarse, ¿cuál cambio? ¿Cuál ruptura? ¿Cual meritocracia?
(El Diario de Hoy, Observador)