domingo, 7 de junio de 2009

El gallo correlón

El Presidente suspendió "por un rato" la cadena de televisión por capítulos que había convocado para celebrar el décimo aniversario de su programa y no regresó... hasta cuatro días después y con cara de haberlo pasado bastante mal, demasiado mal: su rostro parecía una pieza de barro y los ojos semejaban las ranuras de una alcancía. Había dejado a un montón de jalamecates esperando (¡bien hecho!) y el avión de Cubana de Aviación listo en Maiquetía -el suyo lo están reparando después de "tanta rosca"- para trasladarse a El Salvador con motivo de la toma de posesión de Mauricio Funes.

No asistió por causa mayor: un decrépito terrorista cubano, Luis Posada Carriles, apoyado por el "aparato de inteligencia de Estados Unidos" (que ya debe contar con al menos tres generaciones recientes de terroristas a su servicio), tenía "varios cohetes listos" para lanzárselos al avión "cuando llegara o saliera de tierra salvadoreña".

La lógica de este probable embuste presidencial (uno más) es que el mentado Posada Carriles tiene experiencia en hacer estallar aviones cubanos, pues lo hizo hace ya varias décadas para provocar la muerte de un gran número de deportistas de la isla. Por lo demás, de ser cierto el pretexto, no explicaría la ausencia de sus carnales de Bolivia y Nicaragua de los actos de celebración en San Salvador Por supuesto que no es la primera vez que el "¡ya vengo!" del Presidente se convierte en embarque para muchos, pues ya se sabe que el habitualmente maníaco de las cadenas de televisión (¡otro cafecito con litio!), suele salir del aire y dejar cualquier compromiso al convertirse en depresivo. Normalmente -dicen los que saben de psicosis- hay algún acontecimiento que precipita el cambio de conducta: un deslave en Vargas, un sismo de cierta importancia, o un contratiempo inesperado como el sufrido con la aceptación a debatir por parte de los intelectuales invitados por Cedice, especialmente Mario Vargas Llosa. El que se ufanaba de haber sido arañero (vendedor de arañas) en Sabaneta y, sin embargo, retaba a las luminarias de la inteligencia latinoamericana que nos visitaban, finalmente reculó (arrugó suelen decir) y feo, con el argumento de que el escritor peruano (también español) tenía que ganar la presidencia de su país para poder pretender debatir con él... lo que aprovechó el novelista para salir (airoso) de la trampa (emboscada dijo) que le habían tendido y poner en evidencia que el gallo retador, además de totalitario, resultó correlón. Y dejó de cantar por cuatro días.

(El Nacional, Venezuela)