Partidos en crisis, hay en todo el mundo. Pero encontrar un partido en permanente crisis ya no es tan frecuente. Sobre todo, si ese partido es la segunda fuerza electoral en el Congreso y su candidato presidencial se quedó a sólo 251 mil votos de ganar la elección hace tres años. Pero así es el PRD, el Partido de la Revolución Democrática, que nació de una crisis interna en el PRI en 1987 y que se fusionó con las corrientes sobrevivientes del Partido Comunista, de lo cual floreció lo peor de sus mundos: caudillismo y burocracia.
El PRD hoy en día mantiene rigurosamente su ADN político. Nunca se construyó en bloques dominantes y corrientes, y construyó una cultura tribal que lo ha marcado. Las diferencias no las resuelven en confrontaciones programáticas, sino con recelos ideológicos, a golpes y traiciones, con miradas de corto plazo donde en la salvaguarda de sus parcelas siempre omiten el análisis de quiénes serán los beneficiarios últimos en el largo plazo. Normalmente, estos ajustes de cuentas internas dejan ganadores y vencedores, sin importar que hacia fuera, colectivamente, queden más débiles.
En los últimos días el PRD ha acelerado su desangre. Dos grupos, que a su vez son amalgama de otros grupos, se enfrentaron en los tribunales electorales por la candidatura a la Delegación de Iztapalapa, la zona territorial en la capital mexicana que más habitantes tiene de todas las 16 en que se encuentra dividida (1.8 millones de habitantes) y que tiene el mayor presupuesto anual (3 mil 500 millones de pesos, o unos 200 millones de euros). El PRD controla Iztapalapa desde hace 9 años, pero en las circunstancias actuales por las que atraviesa el partido, eso ya no es suficiente. La lucha por la izquierda en México contaminó todo.
Andrés Manuel López Obrador, quien fue su candidato presidencial en 2006 y hoy no detenta cargo formal alguno, salvo el de "presidente legítimo" de México que se auto impuso, molesto con el fallo de que el triunfo de la candidata que apoyaba en Iztapalapa era ilegal, y que tenía que ser remplazada por quien había perdido, que pertenece a la corriente que encabeza el dirigente nacional del PRD, Jesús Ortega, pidió a lostas militantes perredis votar no por ese partido sino por otro, el del Trabajo (PT), lo que motivó de inmediato la amenaza de expulsión por violar los estatutos y "traicionar" al partido.
LEER EL ARTICULO COMPLETO en El País, Madrid