La moda de repetir mandatos presidenciales saltándose la ley o modificándola al antojo del que manda se extiende en Latinoamérica. Y no es sólo cosa de caudillismos izquierdistas, véase el caso colombiano. Ahora ha llegado de manera especialmente cruda a Honduras, el violento, paupérrimo e inestable país centroamericano devastado hace 10 años por el huracán Mitch. La crisis constitucional que enfrenta al presidente con los otros poderes del Estado se ha degradado en los últimos días, mantiene a los soldados en las calles y motiva una reunión urgente de la OEA.
El presidente Manuel Zelaya, un populista elegido en 2005, quiere presentarse a un nuevo mandato, pese a que la Constitución se lo prohíbe y ha sido avisado en ese sentido por el Congreso y el Tribunal Supremo. El mandatario hondureño, discípulo de Hugo Chávez, planea con apoyo de sus fieles una consulta este domingo preguntando a sus conciudadanos si aprueban la celebración de un referéndum, coincidiendo con las elecciones presidenciales de noviembre, para cambiar la Constitución. Zelaya alega que pretende con ello una "democracia participativa" para su país, "no sólo representativa". La negativa militar a cooperar en la consulta ilegal ha motivado la destitución del jefe del Ejército, general Romeo Vázquez, y la dimisión del ministro de Defensa. El presidente ha ignorado la decisión de los jueces de reponer en su cargo a Vázquez y enciende en las calles a sus fieles asegurando que el Supremo "sólo defiende a los poderosos, los ricos y los banqueros y es un obstáculo para la democracia"; o que en el Congreso Nacional se sientan "esos otros bárbaros que ya no representan a nadie".
En una Centroamérica agitada durante décadas por algunos de los vendavales más sangrientos del hemisferio (El Salvador, Nicaragua, Guatemala), la marginada Honduras nunca ha tenido la oportunidad de que sus instituciones adquieran peso real entre su gente. Pero los argumentos de Zelaya para justificar su seudoreferéndum de mañana y sus opiniones sobre el Parlamento y el poder judicial son sonrojantes, rozan el chafarrinón valleinclanesco y descalifican antes que a nadie al propio dirigente hondureño. Que rápidamente ha sido jaleado desde Caracas por el vitalicio Chávez con el refinado argumento de que la burguesía intenta un golpe contrarrevolucionario.
(Editorial de El País, Madrid)