La Asamblea Legislativa no discute las cosas importantes y pierde tiempo con las cosas menos importantes. Incluso con pendejadas.
Las únicas iniciativas de ley que debería discutir y aprobar la Asamblea saliente en los pocos días que le queda, son las nuevas reformas constitucionales. Son las únicas que son impostergables. Pasar estas reformas a la siguiente Asamblea significa perder tres años, ya que necesitan la ratificación de la siguiente Asamblea.
Quiere decir: Si esta Asamblea, cuyo mandato vence el 30 de abril 2009, no aprueba las reformas constitucionales necesarias para subsanar las deficiencias institucionales del Tribunal Supremo Electoral y de la Corte de Cuentas, estas reformas no se pueden ratificar y poner en práctica antes del año 2012.
Todas lo demás iniciativas de ley pueden perfectamente esperar hasta que la nueva Asamblea Legislativa asuma en dos semanas.
El tiempo que se pierde si la actual Asamblea no ratifica la reforma constitucional de las escuchas telefónicas o si no elige al nuevo Fiscal General, se mide en semanas, no en años.
El caso más claro de la total perversión de prioridades es la reforma constitucional promovida por el PDC para anclar en la Constitución la prohibición de los matrimonios gay. Esta iniciativa está en la agenda de la Asamblea, y el bloque de derecha está convirtiendo su ratificación en esta Legislatura en punto de honor. A pesar de que no hay ninguna prisa, porque esta ratificación igual la puede dar la Asamblea nueva que asume en mayo.
Los matrimonios gay no están permitidos en este país. No existe ninguna iniciativa legislativa de permitirlos. No existe cola de parejas gay esperando casarse. Simplemente, el problema no existe. Y dan prioridad y urgencia impostergable a la iniciativa de cambiar la Constitución para que en algún futuro ni siquiera visible imposibilitar una hipotética ley de permitir matrimonios gay...
En cambio, las reformas de dos instituciones, cuya democratización y fortalecimiento es clave para nuestra democracia -Corte de Cuentas y Tribunal Electoral-, no está en la agenda. Todo el mundo coincide en la necesidad de estas reformas. Hay coincidencia sobre cómo reformarlos. En el caso de la autoridad electoral, separando las funciones administrativas-logísticas de las funciones jurisdiccionales, y separando ambas nuevas instancias del ámbito partidario. En el caso de la Corte de Cuentas, transformándola en una Controlaría, cuyos funcionarios se elijan con mayoría cualificada en la Asamblea.
Como no hay mucha discrepancia, sería factible discutir y aprobar estas reformas, aun en el corto tiempo que queda. Sin embargo, no hay voluntad. No hay sentido de urgencia. No hay sentido de responsabilidad. Ni por parte de la derecha ni por parte de la izquierda. Tampoco por parte de los predicadores del cambio. Lo que confirma mi sospecha que ‘cambio’ y ‘reforma’ son dos intenciones muy diferentes. Lo que en este país hace falta es reformismo. Y parece que esto no cambia con al cambio de gobierno...
Para salvar la situación, los diputados deberían convocarse a una sesión ininterrumpida que dure de lunes 20 al jueves 30 de abril. Deberían hacer tres cosas solamente: Primero, rechazar la ratificación de la reforma que intenta a hablar en la Constitución de los matrimonios gay. Para que sus promotores aprendan que no es legítimo confundir las prioridades del primer órgano del estado con iniciativas frívolas.
Segundo y tercero: discusión y aprobación de las reformas constitucionales impostergables para reformar hacernos de autoridades confiables en materia electoral y de controlaría.
Los únicos dos puntos adicionales que deberían considerarse debatir y aprobar son dos reformas constitucionales que propone FUSADES: Cambiar los requisitos que dicta la Constitución para los magistrados de la Corte Suprema, para evitar que se elijan candidatos que representen intereses partidarios. Y eliminar de la Constitución el requisito de secretividad de las declaraciones patrimoniales que deben rendir los funcionarios públicos al inicio y al final del desempeño de su cargo.
Todo lo demás, al archivo o a la próxima Asamblea. Es una cuestión de prioridad y de responsabilidad.
Las únicas iniciativas de ley que debería discutir y aprobar la Asamblea saliente en los pocos días que le queda, son las nuevas reformas constitucionales. Son las únicas que son impostergables. Pasar estas reformas a la siguiente Asamblea significa perder tres años, ya que necesitan la ratificación de la siguiente Asamblea.
Quiere decir: Si esta Asamblea, cuyo mandato vence el 30 de abril 2009, no aprueba las reformas constitucionales necesarias para subsanar las deficiencias institucionales del Tribunal Supremo Electoral y de la Corte de Cuentas, estas reformas no se pueden ratificar y poner en práctica antes del año 2012.
Todas lo demás iniciativas de ley pueden perfectamente esperar hasta que la nueva Asamblea Legislativa asuma en dos semanas.
El tiempo que se pierde si la actual Asamblea no ratifica la reforma constitucional de las escuchas telefónicas o si no elige al nuevo Fiscal General, se mide en semanas, no en años.
El caso más claro de la total perversión de prioridades es la reforma constitucional promovida por el PDC para anclar en la Constitución la prohibición de los matrimonios gay. Esta iniciativa está en la agenda de la Asamblea, y el bloque de derecha está convirtiendo su ratificación en esta Legislatura en punto de honor. A pesar de que no hay ninguna prisa, porque esta ratificación igual la puede dar la Asamblea nueva que asume en mayo.
Los matrimonios gay no están permitidos en este país. No existe ninguna iniciativa legislativa de permitirlos. No existe cola de parejas gay esperando casarse. Simplemente, el problema no existe. Y dan prioridad y urgencia impostergable a la iniciativa de cambiar la Constitución para que en algún futuro ni siquiera visible imposibilitar una hipotética ley de permitir matrimonios gay...
En cambio, las reformas de dos instituciones, cuya democratización y fortalecimiento es clave para nuestra democracia -Corte de Cuentas y Tribunal Electoral-, no está en la agenda. Todo el mundo coincide en la necesidad de estas reformas. Hay coincidencia sobre cómo reformarlos. En el caso de la autoridad electoral, separando las funciones administrativas-logísticas de las funciones jurisdiccionales, y separando ambas nuevas instancias del ámbito partidario. En el caso de la Corte de Cuentas, transformándola en una Controlaría, cuyos funcionarios se elijan con mayoría cualificada en la Asamblea.
Como no hay mucha discrepancia, sería factible discutir y aprobar estas reformas, aun en el corto tiempo que queda. Sin embargo, no hay voluntad. No hay sentido de urgencia. No hay sentido de responsabilidad. Ni por parte de la derecha ni por parte de la izquierda. Tampoco por parte de los predicadores del cambio. Lo que confirma mi sospecha que ‘cambio’ y ‘reforma’ son dos intenciones muy diferentes. Lo que en este país hace falta es reformismo. Y parece que esto no cambia con al cambio de gobierno...
Para salvar la situación, los diputados deberían convocarse a una sesión ininterrumpida que dure de lunes 20 al jueves 30 de abril. Deberían hacer tres cosas solamente: Primero, rechazar la ratificación de la reforma que intenta a hablar en la Constitución de los matrimonios gay. Para que sus promotores aprendan que no es legítimo confundir las prioridades del primer órgano del estado con iniciativas frívolas.
Segundo y tercero: discusión y aprobación de las reformas constitucionales impostergables para reformar hacernos de autoridades confiables en materia electoral y de controlaría.
Los únicos dos puntos adicionales que deberían considerarse debatir y aprobar son dos reformas constitucionales que propone FUSADES: Cambiar los requisitos que dicta la Constitución para los magistrados de la Corte Suprema, para evitar que se elijan candidatos que representen intereses partidarios. Y eliminar de la Constitución el requisito de secretividad de las declaraciones patrimoniales que deben rendir los funcionarios públicos al inicio y al final del desempeño de su cargo.
Todo lo demás, al archivo o a la próxima Asamblea. Es una cuestión de prioridad y de responsabilidad.
(Publicado en El Diario de Hoy/Observadores)