Me alegra que Mauricio Funes, al participar como invitado en la Cumbre de las Américas, no se haya incorporado al club de presidentes bayuncos encabezado por los comandantes Hugo Chávez y Daniel Ortega. En Puerto de España lo vimos decente, sobrio, respetuoso, no buscando pleitos con nadie.
No se materializaron las pesadillas de muchos, a quienes nos atormentaba la imagen de un Mauricio Funes aplicando en cumbres presidenciales su estilo arrogante e intolerante de debatir, que conocemos de su carrera periodística y su campaña electoral. En Costa Rica y en Trinidad y Tobago vimos a un Mauricio Funes que en nada emulaba los discursos embarazosos de presidentes como Evo Morales y Rafael Correa anunciando el fin del capitalismo, ni los berrinches que varias cumbres han armado Daniel Ortega y Hugo Chávez.
Nada de eso. Por lo contrario, el presidente electo se mantuvo a distancias seguras de estos personajes. Y nada de soberbia. Más bien, casi pasó desapercibido.
Claro, todavía no estaba participando con plenos derechos de presidente constitucional, sino como invitado, como presidente electo. Habría que ver si esta actitud cambia a partir del 1 de junio. Hasta ahora todo parece indicar que Mauricio Funes habla en serio cuando dice que no adoptará, por preferencias ideológicas de su partido, políticas y alianzas internacionales que comprometan intereses nacionales, por ejemplo en las relaciones con Estados Unidos.
Si es así, nos evitamos escenas como el presidente Mel Zelaya aplaudiendo a Hugo Chávez, cuando en plaza pública hondureña tildaba de “vendepatrias” a los hondureños que se oponen a la entrada de su país al ALBA.
El nuevo gobierno debería desde el principio intercambiar embajadores con Cuba y con Venezuela, como una muestra de normalidad, no de una nueva alianza. Obama dejó claro en la cumbre que esto no constituirá obstáculo ninguno para las buenas relaciones con Estados Unidos.
Una vez que asuma la presidencia, sería útil que Funes -más allá de evitar codearse con colegas como Daniel Ortega, Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales- se distancie explícitamente de sus posiciones. Llegará el momento cuando sea necesario saber, de boca del presidente, que no comparte las posiciones de sus homólogos sobre la necesidad de abolir instancias multilaterales como la OEA, el Fondo Monetaria y el Banco Mundial, y que está dispuesto a colaborar en hacer más eficientes esas instituciones.
El único error que cometió Funes en Trinidad y Tobago fue referirse, en su discurso en la cumbre presidencial, a Tony Saca como “presidente en funciones”, así como ya lo había hecho aquí, incluso en su primera visita a Casa Presidencial. Le guste o no al presidente electo, Tony Saca será presidente constitucional hasta el último segundo de su mandato, con todos los derechos y deberes que esto implica. Un funcionario “en funciones” es otra cosa. Ahora tenemos a un fiscal general “en funciones” - y vean el vacío que esto está creando. En los regimenes parlamentarios europeos, cuando el primer ministro renuncia, se queda como jefe de gobierno “en funciones” hasta que el parlamento haya nombrado a quien asuma el cargo. El poder de un mandatario “en funciones” siempre es limitado.
Dado la manera amigable como se está dando hasta la fecha la transición del viejo gobierno al nuevo, el comentario de Mauricio Funes no parece un intento de cuestionar el poder del presidente saliente, sino más bien una confusión. Podríamos preguntarnos si se trata de un lapso freudiano, causado por algún deseo inconsciente. En este caso, totalmente hipotético, aplica perfectamente una moraleja alemana: Geduld ist die Mutter de Porzellankiste - paciencia es la madre de la vajilla de porcelana...
Aplica también a todos que queremos ver en hechos lo que trae el gobierno entrante.
(El Diario de Hoy/páginas editoriales)