sábado, 9 de agosto de 2014

Carta de Alemania (1)

Me impacta con cuánta pasión, pero también responsabilidad se discute aquí en Alemania el tema Gaza. O el tema Israel. O el tema Hamas… Sea como sea, es el tema principal en los medios, en pláticas, en talkshows, en las familias, incluyendo la mía; entre amigos, incluyendo los míos. Lo debaten entre extraños, en los cafés, los bares, las universidades…
Luego del holocausto (la matanza de millones de judíos en toda la Europa cometida por los alemanes), en este país no es fácil criticar a Israel. Siempre está el fantasma del antisemitismo. Por una parte el antisemitismo real y existente, el que ha sobrevivido el proceso de reconciliación, descontaminación ideológica y democratización que ha vivido Alemania a partir de la derrota de la dictadura nazi. Y por otra parte el supuesto antisemitismo, la sospecha permanente del antisemitismo – siempre y cuando alguien critica la estrategia militar israelí o la política de los asentamientos judíos en territorios palestinos. Es complicado para los alemanes criticar a Israel. Siempre tienen que mostrar que ya no son antisemitas. Muchas veces prefieren callarse.

También es complicado apoyar a Israel. Por ejemplo, yo apoyo a Israel en esta guerra fea en Gaza, porque admiro el juramento que se hicieron los judíos sobrevivientes del holocausto: “Jamás volveremos a ser víctimas indefensas. Vamos a golpear a cualquiera que nos quiere atacar…” Admiro su férrea voluntad de superar la hostilidad de la naturaleza y de sus vecinos. Admiro su capacidad de poner fin a dos mil años de comportarse y sentirse como víctimas. Argumento que en Gaza no es una guerra contra Palestina, sino contra Hamas, una organización terrorista y fundamentalista que predica la intolerancia. Pero siempre me tengo que enfrentar a la sospecha (no solo de extraños y amigos, sino incluso de mi mismo) de que mi apoyo a Israel es resultado de un complejo de culpa colectiva que me hace ciego e insensible ante los crímenes de guerra de Israel. Para evadir esta sospecha, inmediatamente decimos: Yo apoyo a Israel, pero critico sus excesos… 

Me encontré aquí en Alemania a militantes de izquierda que hablan como si mañana van a ir a Gaza para combatir contra ‘la dictadura israelí’ y el ‘nuevo apartheid’. Y a otros que hablan como si están por ir a Israel para defender a los judíos. Por supuesto, todo es paja. Hacen bulla, pero son minorías irrelevantes. La mayoría discute el problema con seriedad, a pesar de los complejos de culpa y los fantasmas. En el fondo, todos sabemos que tanto Israel como Palestina tienen derecho de existir – y de luchar por defender este derecho. Y también sabemos que en ambos bandos hay radicales que para avanzar sus causas felizmente ponen en riesgo la vida de los civiles, incluyendo los propios.

Pero esto no impide a tomar partido en este conflicto. En Gaza, los fundamentalistas tienen el poder absoluto y usan a la población civil de escudo para sus ataques militares a Israel. En Israel, los fundamentalistas y racistas son una minoría, y el estado y sus Fuerzas Armadas gozan del apoyo y están bajo el control de una mayoría democrática multipartidaria.

La única solución es que el pueblo de Palestina y sus organizaciones representativas quiten a Hamas el control militar y político en Gaza y constituyan un gobierno legítimo que puede negociar con Israel la paz, la futura convivencia pacífica y el desarrollo compartido. Si la poderosa Al Fatah no puede (o no quiere) derrotar a Hamas, lo tendrá que seguir haciendo Israel. Lamentablemente, el costo lo pagará el pueblo palestino.

Sados desde Alemania, Paolo Lüers
(Mas!/EDH)