No puedo creer que moriste, enano. Te conocí en Managua, en diciembre del 1980. Ambos esperando el traslado a El Salvador, a la guerra que queríamos grabar, filmar, fotografiar, relatar desde adentro. Pasamos el tiempo tomando ron, despidiéndonos, platicando. Bueno, vos platicando, yo escuchando. Yo hablando poco, por lo del idioma - y porque aun no tenía nada que contar.
Una madrugada de un día como cualquiera,
un 10 de enero del 1981, me despertaron: “Vas para San Salvador, con Hernán,
van a llevar las cámaras. Apurate, el vuelo va en tres horas.”
Sentado en el avión, Hernán me dice: “Hoy
comienza la insurrección. A las 5pm. Pero yo más bien creo que empieza una
guerra larga.” Obviamente, no le creí nada, pensaba que era broma.
Lugo, ya instalados en la casa de Melitón
Barba, en la Laico, le digo: “Faltan 10 minutos para las 5, y nada. Era paja.”
Y Maravilla soltó una carcajada y dice: “Enano (toda la vida me dijo enano
aunque le llevaba casi una cabeza; pero él dijo enano a todos, costumbre que se
me pegó a mi..), y vos crees que el asalto al cuartel lo van a anunciar antes
con unos tiritos.” – “¿Cuál cuartel?” – “El San Carlos, a dos cuadras, ¿no te
recordás que te lo enseñé cuando pasamos?”
A las 5 de la tarde más 3 minutos comenzó
el infierno. Ráfagas, sirenas, bombazos toda la noche. El 10 de enero resultó
ser un día no tan ordinario, sino, como había dicho Hernán, el primer día de
una larga guerra de la cual ambos saldríamos hasta enero del 1992, cuando
Hernán me dijo: “Enano, me voy, quiero hacer cine. Buscáte una vida, , esta
onda ya estuvo.” Y se fue. Se hizo independiente y hizo películas, telenovelas
y documentales en México. Y yo me quedé en El Salvador, pero también me hice
independiente - para volver a ser periodista, para hacer una familia y criar
hijos…
Aquella larga noche del 10 de enero la
pasamos en la casa en la Laico, encerrados por el toque de queda. En los
noticieros escuchamos de la captura de Nelson Arrieta, el periodista venezolano
que había alquilado la casa de Melitón donde estábamos, conocida entre los
periodistas como la casa de los venezolanos. A Nelson lo agarraron en la casa
clandestina que servía como cuartel general de los Comandos Urbanos del ERP.
“La primera casa que van a catear es
esta, enano. Pero no te preocupés, no esta noche, Tienen suficiente que hacer
para sobrevivir estos cabrones.”
A las 6 de la mañana del día 11 estábamos
en camino a Morazán, en un microbús pintado de rótulos de “Prensa
Internacional”, con nuestras cámaras. Pasamos retenes de la Guardia, de las
FPL, del ejército, del ERP, de la PN, de las FAL - pero llegamos, en medio del
caos total, a las minas de San Sebastián, cerca de Santa Rosa de Lima, tomadas
por los mineros y los guerrilleros del ERP.
Ahí dejamos a Hernán, y Gustavo Amaya y
yo regresamos a San Salvador, a activar el plan original de establecer una base
periodística dentro de la capital, con cobertura internacional, con credenciales
del Comité de Prensa del Estado Mayor, y en contacto con Managua y Morazán. Hernán
se quedó en Morazán, para toda la guerra, grabando videos, escribiendo
editoriales para la RV. Nos volvimos a encontrar en Morazán, trabajamos juntos,
tejimos el colectivo de cine y su trabajo sincronizado desde la montaña, la
capital y el exterior, donde editamos y difundimos las películas. Mucho de lo que aprendí
en estos 11 años de trabajo en medio de la guerra, lo aprendí de Hernán. Sobre
todo la filosofía que permite gozar de la vida y ser creativo a pesar de los
horrores de la guerra.. Para entender esto, un ejemplo que demuestra que no
estoy hablando de filosofía teórica, sino de filosofía para la vida: Vos me
enseñaste que bajo los frecuentes bombardeos, lo mejor que uno podía hacer es
meterse bajo un palo sombroso y dormir: “Enano, los morteros o te caen o no te
caen. No tiene sentido afligirse, ni mucho menos correr de un lado al otro. Lo
mejor es descansar.” Esta filosofía, Hernán, es lo mejor que he aprendido de
vos: No afligirse por cosas que no podés cambiar.
Maravilla, me harás una increíble falta.
Paolo Lüers
(Mas!/EDH)