Vaya, pensé yo, algo les pasó a las
mujeres alemanas, son más relajadas. Ya no son tan malencaradas como yo las
recuerdo. Pero luego me di cuenta que no era un fenómeno específico de las
vendedores: todos los vendedores que me tocaron, eran igualmente profesionales
y amables. Algún cambio muy profundo parece haberse dado en la cultura
comercial de este país. Volvieron a detectar el servicio al cliente, el
contacto humano con el cliente.
Luego me topé con otra sorpresa aún más
grande: también en las oficinas públicas ha desaparecido esta detestable
especie de burócratas malencarados que en las oficinas estatales de Alemania
hicieron lo imposible para hacerle la vida miserable a los ciudadanos. Es más,
para ellos no existía ciudadanos, sino solamente súbditos, objetos de la
autoridad.
En estos día me tocaron gestiones en
bancos, en las versiones alemanas de duicentros y Sertrasen, en migración, y en
las administraciones de pensiones, universidades y seguro social – y en todos
estos trámites, sin ninguna excepción, fuimos recibidos con amabilidad, bien
asesorados, tratados con gran paciencia y tolerancia ante nuestra extraña
ignorancia...
Imagínense, ¡un sector público con
empleados y funcionarios que tratan al usuario con respeto y voluntad de
resolver sus problemas! Esto en cualquier país equivale a una revolución, pero
en Alemania, con su maldita tradición de burocracia autoritaria, equivale a un
milagro.
Ser tratado de manera correcta y con
respeto, tanto en el comercio como en las oficinas estatales, es algo que
genera calidad de vida. Pero más allá de esto, es expresión de democracia: Un
servicio estatal y una administración pública que te trata con respeto y te recibe
como ciudadano, y no como súbdito, hace la democracia concreta, la vuelve una
experiencia vivida. En una sociedad que ha llegado a este grado de democracia,
en última instancia da igual quien gobierna: Ya hay una sólida cultura
democrática que no depende de alcaldes, ministros, presidentes. Y los
ciudadanos ya no permiten retrocesos...
Para nosotros en El Salvador, ¿qué
significa todo esto? Que hay que invertir en la construcción de un sistema de
servicio público profesional, permanente y apolítico.
Saludos desde Alemania de Paolo Lüers
(Más!/EDH)