He visto con atención sus dos debates con Mitt Romney y tengo que decirle que
me siento algo decepcionado de usted. En el primer debate, le fregaron el peor
enemigo: la prepotencia; y el peor error de cualquier candidato: subestimar al
adversario.
Su mensaje era claro (y cayó remal): Soy
tan superior a este pendejo de Romney que me da hueva discutir con él. A este
imbécil lo aplasto con las manos amarradas, no voy a malgastar mi valioso
tiempo preparándome para debatir con semejante inútil...
Bueno, resulta que el imbécil le montó
riata. No sólo estaba mejor preparado, también era más simpático. Y además,
había abandonado las posiciones retrógradas que necesitaba asumir para ganar
las primarias contra los estúpidos del Tea Party. Usted atacó al candidato de
las primarias y no al candidato que tuvo enfrente. Golpes al aire...
En el segundo debate usted ya dejó atrás
la hueva, más no la prepotencia. Estuvo mejor preparado. Pero así como en el
primer debate no supo perder con gracia, en el segundo no supo ganar sin caer
mal. A Romney le vi la decisión de enfrentar las políticas suyas, pero no a la
persona. A usted le sentí más bien el desprecio por la persona de Romney, más
allá de las diferencias políticas...
Así que incluso alguien como yo, que
detesto todo lo que se parece a republicanos, luego de dos debates tengo más
simpatía por Romney que antes y menos respeto por usted que hace poco. No
votaría por él, porque es republicano. Votaría demócrata, pero no por usted,
sino a pesar de usted.
Tengo la impresión que muchos de los
votantes independientes pueden sentir igual. Aunque tal vez coincidan con las
posiciones suyas, pueden votar contra usted, si en la tercera cita no cambia
radicalmente la manera de debatir. Lo que necesita usted no es un cambio de
argumentos, sino de actitud.
Clinton tuvo razón cuando dijo: It’s
about economy, stupid. Y así ganó. Su problema, Mr. President, es que economía
no es su punto fuerte. En su caso, it’s about attitude, arrogant.
Good luck, Paolo Lüers
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