Los partidos políticos nos han decepcionado todos. No se escapa ninguno. El FMLN nos prometió cambio, nos habló de una nueva izquierda y nos hizo miles de promesas. Ahora no puede venir a decirnos que no es responsable de Mauricio Funes, él es presidente porque el FMLN lo propuso. Sus aciertos o desaciertos son también del FMLN, no se pueden separar, no nos pueden hablar del gobierno como un ente extraño, ajeno a ellos.
Hace dos años en una columna acá en Siguiente Página, hacia ver los inconvenientes de la candidatura de Mauricio Funes, en ese momento me refería a que su independencia más que una virtud era un problema. Me referí al carácter del entonces candidato. En aquel momento de pasiones desatadas me insultaron, casi como que hubiera usado el nombre de Dios en vano. Ahora estamos viviendo los resultados de ese matrimonio. No se pueden desligar por más que el presidente quiera o que el partido lo pretenda. Es responsabilidad del FMLN.
ARENA tampoco puede venir a decirnos que todos los males de su partido están eliminados una vez expulsaron al ex presidente Saca. Son los diputados que la cúpula del partido eligió los que se dejaron seducir por GANA. Son los políticos que ARENA crió los que ahora están aliados al FMLN. Son estos mismos los que conspiran por la Corte de Cuentas y el Tribunal Supremo Electoral. El partido le debe una disculpa a sus votantes, por poner estos candidatos.
ARENA no puede tranquilamente decir que lo malo que sucedió en sus gobiernos fue solo durante el gobierno de Saca. Y aunque este fuera el caso, no pueden desentenderse, durante esos cinco años fue el líder del partido y nadie se atrevió ha hablar en contra de él. Ahora no pueden exculparse en él. ARENA no puede venir a decirnos que la forma en que se conduce el FMLN con GANA es distinta a como ellos procedían con el PCN. Ninguna es buena.
De estas y muchas otras decepciones que los partidos políticos nos han dado entiendo la indignación con ellos, entiendo la indignación de los que pensaron que Mauricio Funes era casi el Mesías y ahora es solo un presidente poco exitoso. Entiendo que la necesidad de controlar la delincuencia nos haga pensar que un “Maximiliano Hernández Martínez” es lo que necesita El Salvador. Pero ya sabemos los dictadores de derecha y el futuro que han tenido los países latinoamericanos en ese camino.
Entiendo menos los gritos para una nueva constitución o para impulsar la democracia participativa. Porque no tenemos que remontarnos al pasado es solo necesario ver la difícil situación que vive el querido pueblo venezolano para comprender que esa no es una solución. Y es que en este espejo es donde más nos deberíamos de ver. La crisis de los partidos políticos tradicionales provocaron que un militar como Chávez pudiera llegar al poder. Provocaron que muchos románticos de la revolución y la justicia social creyeran en él (y hay algunos que todavía siguen enamorados). Fueron estos partidos políticos los crearon la desilusión tan grande dentro de los venezolanos que no tuvieron otra alternativas que creer en el militar.
Ahora la salida en Venezuela pasa por la renovación de los partidos políticos y la unión de izquierda democrática y centro derecha para crear una alternativa viable, donde los venezolanos puedan creer de nuevo y despertar de los tristes años que les han tocado pasar.
El Salvador no ha llegado a estos extremos, todavía, pero necesitamos buenos y mejores partidos políticos, que respondan a la gente, que no sean corruptos y que salvaguarden la república. Pero como podemos creer en esta clase política y en estos partidos que tanto nos han decepcionado. Simplemente no podemos creer en ellos. Hay que obligarlos que nos hagan caso, tienen que sin lugar a dudas convertirse en representantes de la voluntad popular. Para esto solo hay un camino. Hay que tomarse los partidos políticos, una nueva generación tiene que ingresar a ARENA y el FMLN.
Señores y señoras, aquí topamos, no veo otro camino. No creo se pueda fundar otro partido distinto. No podemos seguir solo con movimientos sociales. Tenemos que pasar de la indignación al compromiso. Nadie decente le gusta el oficio de político. Pero aquí no hay otro camino.