Hace 15 meses, cuando lo entrevisté en Caracas, el abogado venezolano Enrique ter Horst, jefe de Onusal en los años 1994-95, me dijo: "No te confundás. Venezuela no es una dictadura. Es una democracia con un gobierno de fuertes tendencias autoritarias".
Ahora, cuando Ter Horst llegó a El Salvador para asistir a la toma de poder del presidente Funes, me dijo: "Olvídate, en Venezuela ya no habrá elecciones libres, porque Chávez sabe que ya no tiene apoyo mayoritario. Chávez no va a entregar el poder. Se terminó la democracia, se terminó la libertad de expresión. Van a cerrar Globovisión".
Luego de la decisión de Chávez de no renovar la licencia de Radio Caracas TV, en 2007, Globovisión quedó como único canal independiente y crítico accesible a todos los venezolanos. Todos los demás canales de televisión o están bajo control del Estado --partido, cumpliendo abiertamente la misión de "apoyar la construcción del socialismo"-- o se han replegado a una posición "neutral", absteniéndose de emitir posiciones políticas.
El gran problema de Hugo Chávez es que sus múltiples canales estatales, partidarios y "comunitarios" juntos no tienen la influencia y credibilidad de Globovisión. Día a día la revolución bolivariana está perdiendo la batalla mediática iniciada por ella misma. Los canales oficiales no tienen audiencia fuera de los más convencidos chavistas, pero Globovisión la ven todos, incluyendo los chavistas.
Por más que Chávez y sus ideólogos hablan de "terrorismo mediático", siempre cuando se refieren a los medios independientes y al periodismo crítico a su gobierno, Globovisión fortalece su posición como vocero de la disidencia, como portador de noticias incómodas para el gobierno y como agudo crítico a las locuras ideológicas de Chávez. Y como referente obligatorio para darse cuenta de la realidad nacional, tan distorsionada en los medios oficiales.
En esta situación, es lógico que Globovisión ha dejado de ser un medio imparcial, objetivo, no partidista. Para sobrevivir, se ha convertido en vocero de la oposición. Bajo permanente ataque por parte del gobierno, fiscalía, presidente y organizaciones de masas, Globovisión acumuló más poder de convocatoria, más influencia política, más capacidad de respuesta que los partidos de oposición.
El principal contrincante de Hugo Chávez en su camino a consolidar su poder, el principal obstáculo interpuesto entre el presidente populista y las masas que quiere controlar ideológicamente, es Globovisión.
Bajo la dirección de su director Federico Ravell --hijo de una familia de gran trayectoria de luchas contra dictaduras anteriores-- Globovisión se ha convertido en un dolor de cabeza insoportable para un gobernante que no tolera crítica, no entiende el concepto de pluralidad y quien quiere liderar una revolución monopolizando las cámaras, los micrófonos, la opinión pública.
Chávez se entiende como líder carismático, como el gran comunicador --su concepción de gobernar reside en la relación directa del líder con las masas, sin intermediarios, sin filtros, sin controles, sin pluralismo--. Para él, es indispensable callar a Globovisión. Sin embargo, por más que el gobierno lo ataca, Globovisión se vuelve más agresivo y más fuerte. No le da tregua ni agua a Chávez ni a sus ministros. No les dejan pasar ningún error, ningún desliz, ninguna vivianada. Día a día, las 24 horas, Globovisión les restriega en la cara sus metidas de pata. Sin misericordia.
Chávez no puede entender por qué no logra callar a Globovisión. Ni con amenazas ni con multas millonarias ni echándole encima las turbas rojas. Se da cuenta de que tiene enfrente a un hombre igualmente terco que él mismo, Federico Ravell, que no se dejará callar. Y empieza a entender que detrás de Globovisión se han atrincherado todos sus enemigos. La defensa de Globovisión está uniendo y revitalizando una oposición desgastada y desunida.
La defensa de Globovisión se ha convertido, para la mayoría de venezolanos, en la batalla síntesis para defender la libertad de expresión y la democracia.
Que todo esto implica una peligrosa desnaturalización de un medio de comunicación, nadie lo tiene más claro que Federico Ravell y los periodistas de Globovisión. Su sueño es volver a ser periodistas nada más, sin partido, sin enemigo a combatir, sin batallas a pelear. Pero esto, en la Venezuela de Chávez, es precisamente esto: un sueño.
¿Es un problema particular de Venezuela?
No. Es una característica de los gobiernos de izquierda chavista, a la cual se suscribe un sector poderoso del FMLN. Citamos un cable de la agencia AFP desde Quito, Ecuador:
"Los presidentes de Ecuador y Venezuela propondrán a la Unión de Naciones Sudamericanas la creación de una instancia que 'defienda a los gobiernos de los abusos de la prensa', que ambos definen como mayor enemigo de su modelo socialista".
Vaya. Defender al gobierno de la prensa, o defender a la prensa de los gobiernos, esa es la decisión que tiene que tomar cada uno.
(El Diario de Hoy)