Un Encuentro sobre Libertad y Democracia, celebrado en Caracas el 28 y 29 de mayo, que hubiera pasado inadvertido del gran público y confinado en un reducido ámbito intelectual, se convirtió gracias al Gobierno del presidente Hugo Chávez en un acontecimiento internacional. En buena hora, pues de este modo un amplio sector pudo enterarse de los atropellos que se cometen a diario en la tierra de Bolívar contra las libertades civiles y del coraje con que tantos venezolanos se han movilizado contra el proyecto estatista y totalitario que pretende convertir a este país en una segunda Cuba.
Un centenar de escritores, intelectuales, políticos y periodistas fuimos a Caracas a festejar los 25 años de CEDICE, un instituto defensor de la cultura democrática y la economía libre, que, pese al hostigamiento de que ha sido y sigue siendo víctima, continúa promoviendo las ideas liberales en medio de la frenética campaña centralista y colectivista de uno de los gobiernos más anacrónicos del mundo occidental.
Es verdad que Venezuela todavía no es Cuba porque aún quedan espacios para la empresa privada y la prensa libre, pero ellos se van cerrando cada día más. Tanto empresarios privados como órganos de prensa independiente trabajan sometidos a acosos y amenazas y con la espada de Damocles de la confiscación, la expropiación y la clausura sobre sus cabezas. Sin embargo, pese a los juicios, multas y entrampamientos administrativos que los asfixian, la entereza con que continúan en la brega es admirable. El día que inauguramos el Encuentro se cumplían dos años del cierre de Radio Caracas Televisión, luego de la épica batalla por la supervivencia que dieron su propietario Marcel Granier y los centenares de periodistas y demás trabajadores de la empresa. Ahora, el objetivo del régimen es el último canal independiente donde la oposición puede expresarse: Globovisión. El terreno está siendo abonado con una ofensiva de injurias y acusaciones delirantes contra el canal y su propietario, Guillermo Zuloaga, cuya casa fue invadida hace pocos días por la policía y a quien el Gobierno chavista acaba de abrir un juicio por supuestos tráficos ilegales: una burda patraña antes del zarpazo final contra un canal de televisión que se empeña en ser libre en un país donde la libertad se apaga cada día como la lucecita de un candil. Al igual que en Radio Caracas Televisión, los 400 periodistas y trabajadores de Globovisión han cerrado filas en defensa de su centro de trabajo y de su dignidad.
¿Cuál es la popularidad real de Hugo Chávez? En una de las exposiciones más notables del Encuentro, María Corina Machado, fundadora del Movimiento Cívico Súmate, mostró, con documentos irrefutables, que el régimen chavista, bajo su apariencia bullanguera y caótica, maneja un rodillo compresor, inteligente e implacable, de intimidación y extorsión de las conciencias y el voto, que manipula y sojuzga sobre todo a los empleados públicos, a los pensionistas y a los obreros y trabajadores eventuales, ofreciéndoles seguridad en sus empleos a cambio de adhesión política y haciéndoles creer que todos sus movimientos y palabras son vigilados de modo que, ante la menor desviación, la represalia gubernamental se abatirá sobre ellos como una guillotina, privándolos del trabajo, el salario o la pensión. La expositora contó cómo, en uno de los barrios más pobres de Caracas, los vecinos le confesaron que no se atrevían a votar contra Chávez porque un "satélite" los espiaba incluso en el interior de los centros de votación.
La ofensiva contra el sector privado de la economía es vertiginosa. Una tercera parte de ella está ya en manos del Estado. Dos millones de hectáreas han sido arrebatadas a sus dueños para ser convertidas -según un término copiado de la dictadura militar peruana del general Velasco Alvarado- en empresas de "propiedad social". Han sido igualmente estatizadas las empresas eléctricas, la mayoría de las telecomunicaciones, las cementeras, todas las empresas de servicios petroleros y todas las empresas mixtas de explotación del petróleo así como las empresas siderúrgicas e incontables empresas medianas o pequeñas de distintos rubros con pretextos diversos o sin pretexto alguno, mediante la mera prepotencia. En el ámbito financiero, el Banco Santander ha sido el primero en caer víctima de la estatización.
Todavía hay elecciones, pero se trata de una operación de relaciones públicas, pues el Gobierno ignora sus resultados y anula y persigue a los opositores elegidos. Manuel Rosales, el ex-gobernador de Zulia y alcalde de Maracaibo, ha debido exiliarse en el Perú para escapar a la saña chavista. Al alcalde metropolitano de Caracas, Antonio Ledesma, Hugo Chávez lo ha privado prácticamente de todas las atribuciones importantes que eran responsabilidad del Ayuntamiento, y hasta le ha birlado el local del municipio, por la fuerza, donde ahora impera una super-alcaldesa nombrada a dedo. Con lo que no contaba el chavismo, es con la gallardía del popular Ledesma, que, con el apoyo resuelto de sus electores, defiende con uñas y dientes su gestión.
En el campo sindical es donde el autoritarismo de Hugo Chávez ha encontrado mayor resistencia a sus apetitos hegemónicos. Los obreros venezolanos no se dejan engañar ni amedrentar. Para tratar de reemplazar a la Central de Trabajadores de Venezuela (CTV), afiliada a la OIT (Organización Internacional de Trabajadores), Chávez creó la Unión Bolivariana de Trabajadores, sindicato oficialista que, pese al desembozado apoyo del régimen -y acaso por eso mismo- no ha prendido y carece no sólo de legitimidad, también de afiliados. Casi todos los intentos de copamiento de los gremios y sindicatos por parte de los sicarios y agentes del régimen han sido un fracaso y se han saldado a veces con violencia callejera y asesinatos. De hecho, no siempre son los empresarios quienes encabezan la lucha contra las estatizaciones, sino a menudo los obreros -el número de huelgas es acaso en Venezuela el más alto de América del Sur-, conscientes de que, una vez incorporados al sector público, sus centros de trabajo no sólo serán víctimas de la ineficiencia y la corrupción, sino de la politización que premia a los obsecuentes y serviles y castiga a los independientes y a los críticos.
Dicho todo esto, y aunque la resistencia sea difícil contra un régimen matonesco y sin escrúpulos, la batalla por la libertad no está perdida en Venezuela. Una de las más emocionantes sesiones del Encuentro fue aquella en la que los jóvenes alcaldes de Chacao, Sucre y Baruta -antes lo había hecho el de Caracas-, expusieron cómo se las arreglan, pese a la miseria presupuestal con que el Gobierno los castiga por ser opositores, para hacer obra pública, trabajar con los vecinos a fin de reducir la delincuencia y el consumo de drogas, mejorar la educación y alentar el civismo y la cultura democrática en el vecindario.
¿Cómo no va a haber esperanzas en un país donde todas las universidades, privadas y públicas, rechazan el proyecto totalitario y donde los estudiantes están en la vanguardia de las manifestaciones contra las pretensiones de Hugo Chávez de convertir a Venezuela en una sociedad oscurantista y dictatorial a la manera de Cuba y Corea del Norte? Ellos fueron el motor de la movilización que derrotó a Chávez cuando el plebiscito. ¿Y qué decir de los intelectuales, artistas y escritores? La revolución chavista es la primera en la historia que nació huérfana de ideas y de doctrinas y debió de contentarse sólo con eslóganes, estribillos y lugares comunes porque en sus filas había agitadores pero no pensadores ni escribidores dignos de ese nombre. Revoluciones como la rusa, la china y la cubana imantaron en sus primeros años el idealismo y la imaginación de grandes creadores, cuya ingenuidad las embelleció y prestigió: luego, pagarían carísimo su error e irían al gulag, padecerían la "revolución cultural" o partirían al exilio. Pero, en Venezuela, con excepciones que se cuentan con los dedos de una mano, la clase intelectual mostró desde el primer momento una lucidez visionaria sobre lo que estaba en juego y desde entonces, con todos los matices que cabe señalar, no ha podido ser reclutada (es decir, castrada) por el régimen: allí está, limpia y treja, dando la pelea, como un ejemplo para sus congéneres en el resto del mundo.
En los cinco días que acabo de pasar en Venezuela me he sentido animado como en los mejores días de mi adolescencia. Siempre estuve agradecido a ese bello país, que, al concederme el Premio Rómulo Gallegos en 1967, dio un gran impulso a mi trabajo de escritor. Ahora lo estoy más, por la extraordinaria lección de hidalguía que hemos recibido los participantes al Encuentro de tantas venezolanas y venezolanos indomables en la defensa de su libertad.