“Es necesario soñar. Pero sólo soñar y no despertarse para actuar es estar en coma.” Me dejaron gran impacto estas palabras que David Escobar Galindo sobre el problema del puerto de La Unión. Obviamente, el Estado no puede estar en coma…
El complemento sería: “Es necesario soñar. Porque sólo actuar sin atreverse a soñar soluciones que a primera vista parecen imposibles, sería irresponsable y mediocre.”
Entonces, ejerceré mi deber de soñar. Sueño que ante la crisis institucional y la crisis económica que enfrenta el Estado salvadoreño, los candidatos a la presidencia dejen de actuar en función de su respectivo interés partidario y comiencen a actuar en función del país.
Sueño que Rodrigo Ávila aparezca un día de estos --navidad hubiera sido buena fecha, o tal vez el 31 de diciembre-- dando un discurso que más o menos iría así:
“Ciudadanos:
El país necesita concentrar todos --¡todos sin excepción!-- esfuerzos para superar la debilidad del Estado para poner al país en condiciones de enfrentar la crisis económica, financiera y social que se desarrolla a nivel mundial.
En este momento, la polarización política es un lujo que no nos podemos seguir dando. Gane quien gane las elecciones, el próximo gobierno tiene que ser de unidad nacional para poder tomar y aplicar las decisiones necesarias --y no necesariamente populares-- para fortalecer nuestra institucionalidad y para evitar que la crisis económica cause un incremento de la pobreza y tensiones sociales que podrán ser peligrosas para la paz y la democracia que tanto han costado a nuestro pueblo.
No estaría en esta batalla si no estuviera convencido que soy mejor calificado para conducir y transformar al país en esta situación crítica. Tengo el mejor equipo, las mejores ideas, la mejor experiencia. Tengo un partido experimentado y capaz de concertar con la empresa privada. Sin embargo, todo esto no es suficiente para enfrentar los retos que tocan al próximo gobierno.
Gane quien gane la presidencia, el país necesita que el otro partido no sea derrotado, sino que se incorpore en un esfuerzo de unidad nacional. Retos especiales exigen soluciones extraordinarias. No es suficiente la concertación, el diálogo, necesitamos un pacto de gobernabilidad. Es necesario que el partido que no gane, se incorpore en el esfuerzo de solucionar los problemas del país.
Expreso mi voluntad a incorporar al gobierno de unidad presidido por mi persona a Mauricio Funes y miembros destacados de su equipo.
En caso que los votantes tomen otra decisión, expreso mi voluntad y la de los miembros de mi equipo de gobierno, a incorporarnos en un gobierno presidido por mi adversario, siempre y cuando no sea partidario sino de unidad nacional.
Las coincidencias en nuestros programas de gobierno lo permiten. Hay diferencias en visiones a largo plazo y en prioridades. Hay diferencias ideológicas marcadas y no superables. Pero hay suficiente coincidencia sobre las medidas que tomar, las reformas que hacer, los sacrificios que hacer en los próximos años.
No estoy suspendiendo la competencia política entre los partidos. Estoy planteando suspender la polarización. Estoy planteando un gobierno de transición, un gobierno de transformación.
Tampoco estoy suspendiendo la campaña electoral. Es importante que el pueblo decida en elecciones libres quien va a presidir este gobierno de unidad. Quiero ser el que gane el privilegio de dar conducción a este proyecto de unidad.
Invito al FMLN y sus candidatos a reunirse con nosotros para definir los términos del acuerdo sobre un gobierno de unidad. Después, que el pueblo decida con qué visión, con qué definición de prioridades gobernemos conjuntamente.”
Me hubiera costado un poco más, pero también me hubiera podido inventar en mis sueños el discurso correspondiente de Mauricio Funes. El hecho que se me ocurrió soñar el discurso de Rodrigo Ávila, se debe a que me cuesta aun más, mucho más, imaginármelo en boca de Mauricio Funes. Soy soñador, pero también soy realista...
¿Podría funcionar un gobierno de unidad? Obviamente no veo a Humberto Centeno como ministro de Hacienda de Rodrigo Ávila, ni a René Figueroa como ministro de seguridad de Mauricio Funes. ¿Pero sería realmente imposible que Rodrigo Ávila se convierta en ministro de gobernación de Funes, o que Funes se convierta en el canciller de Ávila? ¿Que Luís Mario Rodríguez y Guillermo Suárez integren el gabinete de Funes o Hugo Martínez y Alex Segovia el de Ávila? Difícil de imaginar tal vez, pero imposible no. Siempre y cuando sea claramente definidos y demarcados los campos de política común.
Disculpen, estoy soñando. Tal vez influenciado por tanta retórica navideña, por un rato me imaginé que ambos partidos hablan en serio del cambio y del proyecto país. Tal vez un sueño demasiado atrevido. ¿Y si nos olvidamos del gobierno de unidad, y sólo insistimos que firmen acuerdos políticos sobre reforma fiscal y electoral, y sobre el gasto social?
Bueno, ya sé que estoy hablando paja... Ya me voy a despertar y seguir funcionando en el esquema de polarización. Lo prometo. Realista hasta las últimas consecuencias.
¿O será al revés? ¿No será preferible no abandonar nuestros sueños, sino más bien abandonar a los partidos que no están dispuestos a responder a las aspiraciones y necesidades del país? ¿No será mejor --y, quien sabe, más realista-- sustituir a los partidos que no corresponden a nuestros sueños, en vez de desechar los sueños que no corresponden a los partidos que heredamos?
El complemento sería: “Es necesario soñar. Porque sólo actuar sin atreverse a soñar soluciones que a primera vista parecen imposibles, sería irresponsable y mediocre.”
Entonces, ejerceré mi deber de soñar. Sueño que ante la crisis institucional y la crisis económica que enfrenta el Estado salvadoreño, los candidatos a la presidencia dejen de actuar en función de su respectivo interés partidario y comiencen a actuar en función del país.
Sueño que Rodrigo Ávila aparezca un día de estos --navidad hubiera sido buena fecha, o tal vez el 31 de diciembre-- dando un discurso que más o menos iría así:
“Ciudadanos:
El país necesita concentrar todos --¡todos sin excepción!-- esfuerzos para superar la debilidad del Estado para poner al país en condiciones de enfrentar la crisis económica, financiera y social que se desarrolla a nivel mundial.
En este momento, la polarización política es un lujo que no nos podemos seguir dando. Gane quien gane las elecciones, el próximo gobierno tiene que ser de unidad nacional para poder tomar y aplicar las decisiones necesarias --y no necesariamente populares-- para fortalecer nuestra institucionalidad y para evitar que la crisis económica cause un incremento de la pobreza y tensiones sociales que podrán ser peligrosas para la paz y la democracia que tanto han costado a nuestro pueblo.
No estaría en esta batalla si no estuviera convencido que soy mejor calificado para conducir y transformar al país en esta situación crítica. Tengo el mejor equipo, las mejores ideas, la mejor experiencia. Tengo un partido experimentado y capaz de concertar con la empresa privada. Sin embargo, todo esto no es suficiente para enfrentar los retos que tocan al próximo gobierno.
Gane quien gane la presidencia, el país necesita que el otro partido no sea derrotado, sino que se incorpore en un esfuerzo de unidad nacional. Retos especiales exigen soluciones extraordinarias. No es suficiente la concertación, el diálogo, necesitamos un pacto de gobernabilidad. Es necesario que el partido que no gane, se incorpore en el esfuerzo de solucionar los problemas del país.
Expreso mi voluntad a incorporar al gobierno de unidad presidido por mi persona a Mauricio Funes y miembros destacados de su equipo.
En caso que los votantes tomen otra decisión, expreso mi voluntad y la de los miembros de mi equipo de gobierno, a incorporarnos en un gobierno presidido por mi adversario, siempre y cuando no sea partidario sino de unidad nacional.
Las coincidencias en nuestros programas de gobierno lo permiten. Hay diferencias en visiones a largo plazo y en prioridades. Hay diferencias ideológicas marcadas y no superables. Pero hay suficiente coincidencia sobre las medidas que tomar, las reformas que hacer, los sacrificios que hacer en los próximos años.
No estoy suspendiendo la competencia política entre los partidos. Estoy planteando suspender la polarización. Estoy planteando un gobierno de transición, un gobierno de transformación.
Tampoco estoy suspendiendo la campaña electoral. Es importante que el pueblo decida en elecciones libres quien va a presidir este gobierno de unidad. Quiero ser el que gane el privilegio de dar conducción a este proyecto de unidad.
Invito al FMLN y sus candidatos a reunirse con nosotros para definir los términos del acuerdo sobre un gobierno de unidad. Después, que el pueblo decida con qué visión, con qué definición de prioridades gobernemos conjuntamente.”
Me hubiera costado un poco más, pero también me hubiera podido inventar en mis sueños el discurso correspondiente de Mauricio Funes. El hecho que se me ocurrió soñar el discurso de Rodrigo Ávila, se debe a que me cuesta aun más, mucho más, imaginármelo en boca de Mauricio Funes. Soy soñador, pero también soy realista...
¿Podría funcionar un gobierno de unidad? Obviamente no veo a Humberto Centeno como ministro de Hacienda de Rodrigo Ávila, ni a René Figueroa como ministro de seguridad de Mauricio Funes. ¿Pero sería realmente imposible que Rodrigo Ávila se convierta en ministro de gobernación de Funes, o que Funes se convierta en el canciller de Ávila? ¿Que Luís Mario Rodríguez y Guillermo Suárez integren el gabinete de Funes o Hugo Martínez y Alex Segovia el de Ávila? Difícil de imaginar tal vez, pero imposible no. Siempre y cuando sea claramente definidos y demarcados los campos de política común.
Disculpen, estoy soñando. Tal vez influenciado por tanta retórica navideña, por un rato me imaginé que ambos partidos hablan en serio del cambio y del proyecto país. Tal vez un sueño demasiado atrevido. ¿Y si nos olvidamos del gobierno de unidad, y sólo insistimos que firmen acuerdos políticos sobre reforma fiscal y electoral, y sobre el gasto social?
Bueno, ya sé que estoy hablando paja... Ya me voy a despertar y seguir funcionando en el esquema de polarización. Lo prometo. Realista hasta las últimas consecuencias.
¿O será al revés? ¿No será preferible no abandonar nuestros sueños, sino más bien abandonar a los partidos que no están dispuestos a responder a las aspiraciones y necesidades del país? ¿No será mejor --y, quien sabe, más realista-- sustituir a los partidos que no corresponden a nuestros sueños, en vez de desechar los sueños que no corresponden a los partidos que heredamos?
(El Diario de Hoy, Observador Electoral)