La campaña oficial de intimidación contra cualquier opinión crítica a la presidencia de Daniel Ortega, está generando un verdadero c1ima de estupor en el país. La pregunta en las calles y hogares, es quién será la próxima víctima de esta estridente campaña de odio y difamación, que de forma grotesca se pretende justificar en nombre del amor con un lenguaje seudo religioso.
La buena noticia es que en medio de la indiferencia internacional que provoca la segunda presidencia de Ortega, esta tendencia a la regresión autoritaria ahora se proyecta con nitidez fuera de nuestras fronteras y está concitando una ola de solidaridad con Nicaragua.
La inusitada resonancia internacional de un gobierno que se encamina al fracaso, es el resultado de su propia cosecha. En sólo veinte meses de gobierno, Ortega ha cometido toda clase de atropellos y violaciones a la institucionalidad democrática. Pero ha sido la arbitraria condena judicial contra el sacerdote y poeta Ernesto Cardenal, por un juicio del que fue absuelto hace tres años, lo que puso de nuevo a Nicaragua en el mapa mundial.
Otra vez ha quedado expuesta a la vista pública la degradación de un poder judicial que se instrumentaliza para lanzar un ataque político, con el sello inconfundible de la venganza de la pareja presidencial. Una represalia nacida de la ira ante la posición ética que ha sostenido el poeta Cardenal sobre lo que representa el liderazgo de Ortega, y sobre todo después de la acogida que le brindaron al poeta en Paraguay, coincidiendo con la frustrada visita de Ortega a ese país.
Como cualquier ciudadano, el Padre Cardenal no está por encima de la ley, pero se está rebelando ante la manipulación de un adefesio judicial que está por debajo de su propia dignidad como persona. Al preferir la cárcel antes que pagar una multa aceptando una sentencia espuria, Cardenal le está dando una lección a la clase política. Igual que la huelga de hambre de Dora María Téllez representó un despertar de la conciencia nacional, el desafío de Cardenal plantea la validez de la desobediencia civil como recurso de lucha, ante un régimen que todos los días pierde su legitimidad.
¿Cuántos tendrán el coraje de seguir su ejemplo?, es difícil saberlo. Por de pronto, la condena contra el poeta se ha revertido ya como un boomerang contra el régimen Ortega-Murillo. Porque Ernesto no sólo es el más grande de los poetas nacionales vivos y uno de los mejores del mundo, sino además un referente internacional de coherencia e integridad moral, como lo demuestra la solidaridad que le están brindando centenares de intelectuales y personalidades de todo el mundo, encabezadas por Eduardo Galeano, José Saramago, y el Obispo Casaldáliga.
Los ataques contra Cardenal han causado asombro en el extranjero. En Nicaragua lo vivimos como parte de una escalada en la embestida que desde hace varios meses dirige el orteguismo para someter al periodismo independiente y a la sociedad civil democrática.
Bajo esa ola represiva, el canal 2 de televisión cerró recientemente el programa “El 2 en la Nación”, que dirigía el comentarista político Jaime Arellano. Hay distintas versiones sobre los motivos detrás de la cancelación de este espacio, pero todo mundo sabe que fue el presidente Ortega, en persona, quien encabezó los ataques contra Arellano, que luego dieron lugar a una campaña negra en su contra en los medios oficiales. Así se decidió la defenestración de Arellano.
De manera que cualquier exceso que haya cometido Arellano en su labor crítica, se queda corto a la par de la virulencia del lenguaje de Ortega y los abusos y la difamación que todos los días promueven los medios oficiales. Al margen de las reservas que pudieran existir sobre el tono que utilizaba “El 2 en la Nación”, resulta lamentable el cierre de este foro democrático, más aún en un momento de intimidación contra los medios y destacadas figuras de la prensa independiente y la sociedad civil. Cuando más imperiosa resultaba la solidaridad, Canal 2 envió a la sociedad el mensaje equivocado.
Pero el acoso contra Jaime Arellano, tampoco representa un hecho aislado. Desde los medios oficiales, también se pretende difamar a Edgard Tijerino, el mejor cronista deportivo de la región, a quien el mismo presidente Ortega le otorgó el primero de marzo la Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío. Si Tijerino es lo que dice la propaganda oficial, ¿entonces por qué lo condecoró Ortega? ¿O es que acaso el Presidente calculó que podía comprar la conciencia de Edgard Tijerino con una medalla, y ahora ordena atacarlo para silenciar sus críticas al régimen?
Y de forma más infame aún se ataca a la periodista, investigadora social, y dirigente feminista Sofía Montenegro, decretando como los fascistas: ¡muerte a la inteligencia! Pero a mayor bajeza y cobardía de la campaña oficial, se engrandecen los méritos ciudadanos de Sofía, y más contundente resulta la evidencia del fracaso de una pareja presidencial que carece de la ética más elemental y de argumentos para rebatir a sus críticos.
En la lista negra del régimen tampoco se ha salvado el humorista Luis Enrique Calderón, pues por encima de todas las cosas el poder le tiene terror a la ironía y a verse retratado en el espejo del ridículo, pero como bien lo ha dicho ya el propio Calderón, “el humor es más fuerte que el odio”.
Y el blanco más reciente ha sido el Centro de Investigaciones de la Comunicación (CINCO) y la ONG británica OXFAM, señalados en una temeraria acusación, al margen de toda legalidad, por “lavado de dinero”. Otra calumnia oficial que se convierte ipsofacto en una orden que se apresta a “investigar” el Ministerio de Gobernación. El objetivo final trasciende a CINCO: Ortega está dando el banderillazo de salida a una cacería contra todas las ONGs y los movimientos sociales, que mantienen su autonomía y espacios de participación ciudadana, frente a los impulsos autoritarios del régimen.
Y uno se pregunta, ¿cuáles son los límites de la intolerancia oficial? ¿o será que al haber perdido la pareja presidencial todo contacto con la realidad, no existe ningún límite?
No hay duda que la campaña negra seguirá enlodando a muchos más nicaragüenses honestos, y no exclusivamente opositores, sino también a funcionarios del gobierno, militantes y simpatizantes del FSLN, empresarios, productores, sacerdotes y religiosos, en tanto mantengan una actitud crítica e independiente frente al gobierno Ortega-Murillo.
Pareciera que el único propósito de esta campaña es “marcar” el territorio del orteguismo. Erigir un muro de contención, ante la creciente influencia que ejercen en la sociedad, intelectuales, artistas, periodistas, profesionales, y organizaciones de la sociedad civil, que gozan de alta credibilidad dentro y fuera del sandinismo. Pero al intentar descalificarlos, a fuerza del insulto y el terror, el gobierno Ortega-Murillo está cavando el foso de su propio descrédito. La podredumbre moral del régimen, es el mejor síntoma de su propio fracaso.
En medio de las amenazas y la incertidumbre con que transcurren estos días, tengo la certeza de que esta desesperada campaña de intimidación oficial, es un síntoma del dolor que acompaña a las contracciones previas al parto de lo nuevo. Nos anuncia el desgaste prematuro de un régimen autoritario, ante una sociedad civil democrática que desde hace rato empezó a perder el miedo.
No nos intimidaron antes, y no nos harán retroceder ahora en nuestro compromiso con la verdad, y con los principios democráticos y de justicia social, por los que miles de nicaragüenses entregaron su vida.
La buena noticia es que en medio de la indiferencia internacional que provoca la segunda presidencia de Ortega, esta tendencia a la regresión autoritaria ahora se proyecta con nitidez fuera de nuestras fronteras y está concitando una ola de solidaridad con Nicaragua.
La inusitada resonancia internacional de un gobierno que se encamina al fracaso, es el resultado de su propia cosecha. En sólo veinte meses de gobierno, Ortega ha cometido toda clase de atropellos y violaciones a la institucionalidad democrática. Pero ha sido la arbitraria condena judicial contra el sacerdote y poeta Ernesto Cardenal, por un juicio del que fue absuelto hace tres años, lo que puso de nuevo a Nicaragua en el mapa mundial.
Otra vez ha quedado expuesta a la vista pública la degradación de un poder judicial que se instrumentaliza para lanzar un ataque político, con el sello inconfundible de la venganza de la pareja presidencial. Una represalia nacida de la ira ante la posición ética que ha sostenido el poeta Cardenal sobre lo que representa el liderazgo de Ortega, y sobre todo después de la acogida que le brindaron al poeta en Paraguay, coincidiendo con la frustrada visita de Ortega a ese país.
Como cualquier ciudadano, el Padre Cardenal no está por encima de la ley, pero se está rebelando ante la manipulación de un adefesio judicial que está por debajo de su propia dignidad como persona. Al preferir la cárcel antes que pagar una multa aceptando una sentencia espuria, Cardenal le está dando una lección a la clase política. Igual que la huelga de hambre de Dora María Téllez representó un despertar de la conciencia nacional, el desafío de Cardenal plantea la validez de la desobediencia civil como recurso de lucha, ante un régimen que todos los días pierde su legitimidad.
¿Cuántos tendrán el coraje de seguir su ejemplo?, es difícil saberlo. Por de pronto, la condena contra el poeta se ha revertido ya como un boomerang contra el régimen Ortega-Murillo. Porque Ernesto no sólo es el más grande de los poetas nacionales vivos y uno de los mejores del mundo, sino además un referente internacional de coherencia e integridad moral, como lo demuestra la solidaridad que le están brindando centenares de intelectuales y personalidades de todo el mundo, encabezadas por Eduardo Galeano, José Saramago, y el Obispo Casaldáliga.
Los ataques contra Cardenal han causado asombro en el extranjero. En Nicaragua lo vivimos como parte de una escalada en la embestida que desde hace varios meses dirige el orteguismo para someter al periodismo independiente y a la sociedad civil democrática.
Bajo esa ola represiva, el canal 2 de televisión cerró recientemente el programa “El 2 en la Nación”, que dirigía el comentarista político Jaime Arellano. Hay distintas versiones sobre los motivos detrás de la cancelación de este espacio, pero todo mundo sabe que fue el presidente Ortega, en persona, quien encabezó los ataques contra Arellano, que luego dieron lugar a una campaña negra en su contra en los medios oficiales. Así se decidió la defenestración de Arellano.
De manera que cualquier exceso que haya cometido Arellano en su labor crítica, se queda corto a la par de la virulencia del lenguaje de Ortega y los abusos y la difamación que todos los días promueven los medios oficiales. Al margen de las reservas que pudieran existir sobre el tono que utilizaba “El 2 en la Nación”, resulta lamentable el cierre de este foro democrático, más aún en un momento de intimidación contra los medios y destacadas figuras de la prensa independiente y la sociedad civil. Cuando más imperiosa resultaba la solidaridad, Canal 2 envió a la sociedad el mensaje equivocado.
Pero el acoso contra Jaime Arellano, tampoco representa un hecho aislado. Desde los medios oficiales, también se pretende difamar a Edgard Tijerino, el mejor cronista deportivo de la región, a quien el mismo presidente Ortega le otorgó el primero de marzo la Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío. Si Tijerino es lo que dice la propaganda oficial, ¿entonces por qué lo condecoró Ortega? ¿O es que acaso el Presidente calculó que podía comprar la conciencia de Edgard Tijerino con una medalla, y ahora ordena atacarlo para silenciar sus críticas al régimen?
Y de forma más infame aún se ataca a la periodista, investigadora social, y dirigente feminista Sofía Montenegro, decretando como los fascistas: ¡muerte a la inteligencia! Pero a mayor bajeza y cobardía de la campaña oficial, se engrandecen los méritos ciudadanos de Sofía, y más contundente resulta la evidencia del fracaso de una pareja presidencial que carece de la ética más elemental y de argumentos para rebatir a sus críticos.
En la lista negra del régimen tampoco se ha salvado el humorista Luis Enrique Calderón, pues por encima de todas las cosas el poder le tiene terror a la ironía y a verse retratado en el espejo del ridículo, pero como bien lo ha dicho ya el propio Calderón, “el humor es más fuerte que el odio”.
Y el blanco más reciente ha sido el Centro de Investigaciones de la Comunicación (CINCO) y la ONG británica OXFAM, señalados en una temeraria acusación, al margen de toda legalidad, por “lavado de dinero”. Otra calumnia oficial que se convierte ipsofacto en una orden que se apresta a “investigar” el Ministerio de Gobernación. El objetivo final trasciende a CINCO: Ortega está dando el banderillazo de salida a una cacería contra todas las ONGs y los movimientos sociales, que mantienen su autonomía y espacios de participación ciudadana, frente a los impulsos autoritarios del régimen.
Y uno se pregunta, ¿cuáles son los límites de la intolerancia oficial? ¿o será que al haber perdido la pareja presidencial todo contacto con la realidad, no existe ningún límite?
No hay duda que la campaña negra seguirá enlodando a muchos más nicaragüenses honestos, y no exclusivamente opositores, sino también a funcionarios del gobierno, militantes y simpatizantes del FSLN, empresarios, productores, sacerdotes y religiosos, en tanto mantengan una actitud crítica e independiente frente al gobierno Ortega-Murillo.
Pareciera que el único propósito de esta campaña es “marcar” el territorio del orteguismo. Erigir un muro de contención, ante la creciente influencia que ejercen en la sociedad, intelectuales, artistas, periodistas, profesionales, y organizaciones de la sociedad civil, que gozan de alta credibilidad dentro y fuera del sandinismo. Pero al intentar descalificarlos, a fuerza del insulto y el terror, el gobierno Ortega-Murillo está cavando el foso de su propio descrédito. La podredumbre moral del régimen, es el mejor síntoma de su propio fracaso.
En medio de las amenazas y la incertidumbre con que transcurren estos días, tengo la certeza de que esta desesperada campaña de intimidación oficial, es un síntoma del dolor que acompaña a las contracciones previas al parto de lo nuevo. Nos anuncia el desgaste prematuro de un régimen autoritario, ante una sociedad civil democrática que desde hace rato empezó a perder el miedo.
No nos intimidaron antes, y no nos harán retroceder ahora en nuestro compromiso con la verdad, y con los principios democráticos y de justicia social, por los que miles de nicaragüenses entregaron su vida.
(El autor es periodista independiente nicaraguense. Fue director de Barricada, órgano oficial del FSLN.)