viernes, 30 de agosto de 2019

“Dueño de ti… dueño de qué… dueño de nada”. De Joaquín Samayoa


Publicado en EL DIARIO DE HOY, 30 agosto 2019

La reciente elección presidencial fue una catástrofe para los dos partidos que habían llegado a posicionarse, desde hace tres décadas, como contendientes únicos en las luchas por tomar el control del Órgano Ejecutivo del Estado salvadoreño. Me atrevo a decir que ARENA jamás vio venir una derrota de semejantes proporciones. Estaban preocupados por el fenómeno Bukele (nunca atinaron cómo hacerle frente); sabían que podían perder, pero ni en sus peores pesadillas pasó por sus adormitadas mentes algo tan terrible como lo que ocurrió.
¿Por qué un partido longevo en sus andares políticos no pudo evitar un desenlace tan desfavorable? ¿Por qué un partido todavía fuerte (aunque ya menguante) en las elecciones legislativas y municipales del año anterior se derrumba tan estrepitosamente y queda reducido a escombros? Ya se dijo bastante en los abundantes intentos de responder ésas y otras interrogantes. Mi explicación es bastante sencilla. Al partido ARENA lo terminaron estrangulando la soberbia y la actitud excluyente de sus dirigentes.
El COENA de Mauricio Interiano no supo leer la realidad y tampoco quiso escuchar, menos permitirles una participación relevante, a quienes tenían una visión diferente. Aun sin tener que sufrir el desgaste de gobernar en la era del FMLN, aun con la ventaja de un FMLN totalmente desprestigiado, ARENA fue incapaz de aprovechar esos diez años para fortalecerse y prepararse para retomar la presidencia en 2019. Entraron ya bastante fraccionados al proceso interno para elegir a su candidato presidencial y, como si hubieran tenido un inmenso capital político que pudieran darse el lujo de despilfarrar, manejaron con los pies ese proceso y provocaron divisiones y descontentos aún más profundos en sus filas.
Las semanas y meses siguientes a la debacle en la elección presidencial, el COENA dio abundantes muestras de no haber aprendido la lección. Siguieron alimentando conflictos internos por apego a su maltrecho poder o por simple y llana soberbia. Y así llegaron a la elección de sus nuevas autoridades, luego de varios intentos fracasados por lograr integrar una planilla de consenso, alienando cada vez más a sus bases y, sobre todo, a los que ofrecían las mejores posibilidades de provocar la genuina e impostergable renovación de un partido visiblemente agotado.
El domingo recién pasado, menos del 20% de los militantes inscritos en el padrón de ARENA acudieron a la cita.
Probablemente muchos de los que se presentaron a votar por las nuevas autoridades lo hicieron con poca convicción o entusiasmo. La noticia al cabo de esa jornada no fue el nombre del ganador, que se daba por cierto desde antes del evento. La noticia fue la extremadamente baja cantidad de personas que mostró algún interés en el futuro de su partido, o algún grado de convicción de que los resultados de esa elección tendrían alguna relevancia.
ARENA tiene un nuevo presidente, pero la pregunta que todos nos hacemos es qué tiene el nuevo presidente. Y aquí es donde inevitablemente viene a la mente esa terrible frase de la canción que José Luis Rodríguez (el Puma) hizo famosa hace casi cuatro décadas, la canción que tal vez tendrá que cantar con mucha melancolía el nuevo presidente del COENA: “Dueño de ti… dueño de qué… dueño de nada,” cuando caiga en la cuenta de que, al intentar conducir a su partido, estará acariciando “una piel sin alma,” contemplando “un reflejo de la luna sobre el agua”.
Por mera fuerza inercial y por los intereses de todo tipo de los cacicazgos locales, ARENA podría obtener en 2021 la mitad de los diputados que obtuvo en 2018. Los encantos del presidente Bukele no son fácilmente transferibles a sus candidatos en una elección como la de 2021. Por su parte, el FMLN está también en tiempo de vacas flacas y tampoco será un gran contendiente. Por consiguiente, el éxito del nuevo COENA habrá de medirse por la cantidad de diputados por encima de esa cifra que el partido logre agenciarse en la próxima elección. Igual con los gobiernos municipales.
Más importante todavía, el éxito del nuevo COENA se verá si logra obtener y mantener una fracción pequeña pero coherente y articulada en la Asamblea Legislativa durante el período 2021-2024, lo cual le daría nuevamente posibilidad de obtener buenos resultados en las elecciones generales (presidente, alcaldes y diputados) de 2024.
Como están las cosas, Gustavo López Davidson tiene un formidable desafío. Reconstruir su partido con una nueva visión, sin mucho apoyo de sus financistas tradicionales de ARENA y en una coyuntura en la que mucha gente, incluido el liderazgo empresarial, parecen satisfechos con la presidencia de Nayib Bukele y no sienten la necesidad, aunque la hay, de buscar y apoyar un proyecto político más genuinamente democrático.
Hay que reconocer que, en el actual clima político, no es fácil ser partido de oposición (en el sano sentido del término) o intentar frenar las inclinaciones hacia el poder absoluto que ya se observan en el nuevo régimen. Pero si ARENA se sacude esa responsabilidad o se contenta con ser oposición blanda para evitarse problemas, cada vez le será más difícil justificar su existencia y conservar un espacio político para continuar operando.