Erika Saldaña, ex presidenta del Centro de Estudios Jurídicos CEJ |
Publicado en EL DIARIO DE HOY, 26 agosto 2019
En El Salvador estamos acostumbrados a que la oposición política se resista a todo lo que diga el gobierno solo porque sí, limitándose a criticarlos o simplemente llevarles la contraria aunque las propuestas sean buenas. A eso se han cerrado, a ser una oposición sin propuestas. Muchos de sus integrantes parece que actúan de manera reactiva y dispersa, basándose en la coyuntura nacional semanal y haciendo críticas sin mayor reflexión. No han sido una verdadera oposición.
La existencia y garantía de la diversidad de pensamiento es primordial en un Estado de Derecho. Esta se representa fundamentalmente a través de los partidos políticos. Así, los grupos que realizan la función de oposición política a los gobiernos de turno son importantes, pues se constituyen como un mecanismo de control del poder y una garantía de la pluralidad de ideas. En El Salvador tenemos décadas sin que exista una verdadera oposición política, que sea propositiva, constructiva y que no rechace propuestas gubernamentales con la simple finalidad de entorpecer el trabajo del Ejecutivo.
Cuando el FMLN era oposición hizo propuestas que al llegar al gobierno las olvidó por completo; ahora se enfrasca en defender los errores de sus dos gobiernos. En los últimos diez años en los que ARENA era el contrapeso al gobierno del FMLN, se dedicó a ser una oposición reactiva sin tener una batalla definida por la ciudadanía, sin objetivos claros y sin presentar alternativas concretas a los problemas de país.
Los partidos de oposición no pueden justificarse en ese calificativo para simplemente llevar la contraria sin dar mucho pensamiento a sus actuaciones.
Una oposición política propositiva es sana en cualquier república democrática. Para que ésta tenga un sentido valioso debe ser crítica, pero también ayudar a avanzar con propuestas constructivas para el país. Como lo manifestó la Sala de lo Constitucional en una de sus más recientes resoluciones, la diversidad de opiniones, la pluralidad de valores, criticidad de pensamiento y la competencia permanente de visiones alternativas, dejan de ser males o peligros para el desarrollo social y se reconocen como valores indispensables para el progreso de la civilización humana.
En este caso, para el progreso de nuestro país.
No es posible que ARENA y el FMLN pretendan mantener su línea de trabajo tal y como lo han venido haciendo las últimas décadas. No pueden seguir defendiendo lo indefendible al interior de sus filas, ni resistirse a reconocer los yerros del pasado; deben buscar limpiar cara de los actos reprochables que se gestaron durante sus gobiernos. La grandeza de cualquier persona radica en hacerse responsable de sus errores y corregir verdaderamente el rumbo de su camino. Esto incluye a los partidos políticos y a sus integrantes.
Necesitamos un cambio radical de pensamiento en los partidos que hacen oposición. En el año previo a la época electoral es el momento propicio para que los partidos pongan sus barbas en remojo y corrijan el rumbo que han llevado en los últimos años; además, que tengan apertura a la renovación de caras e ideas. Las personas que llevan años incrustadas en las dirigencias deberían ceder el espacio a personas nuevas que den aire fresco a los pensamientos tradicionales dentro de dichos institutos políticos.
Los partidos políticos como ARENA y el FMLN deberían estar conscientes de las lecciones del pasado 3 de febrero. La población ya no está dispuesta a hacerse del ojo pacho por los errores cometidos por sus funcionarios y representantes, sino que pasarán la factura en las urnas. La renovación de pensamiento y de la forma de trabajo ya no es opcional, es una obligación si quieren sobrevivir como partidos a las próximas elecciones.