Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, 31 agosto 2019
Dice La Prensa Gráfica, en su portada, que “Nayib Bukele tiene 90% de aprobación”.
¿Qué hace la oposición cuando el hombre que les venció en las elecciones presidenciales obtiene el 90 % de aprobación al terminar sus primeros 3 meses?
1. ¿Tirar la toalla?
2. ¿Adaptar sus posiciones a las aprobadas por el 90%?
3. ¿Convertirse en la expresión de la minoría (los 10% que no están apoyando al gobierno) y conectar con las dudas que tiene la mitad de los 90% a pesar de darle ahora el beneficio de la duda al nuevo gobierno?
2. ¿Adaptar sus posiciones a las aprobadas por el 90%?
3. ¿Convertirse en la expresión de la minoría (los 10% que no están apoyando al gobierno) y conectar con las dudas que tiene la mitad de los 90% a pesar de darle ahora el beneficio de la duda al nuevo gobierno?
Bueno, de hecho la opción 2 resulta siendo idéntica a la 1: significa tirar la toalla. Adaptarse al cambio de época (de rumbo, de discurso, de paradigma, o como quieran llamarlo…) significa abandonar la lucha, y la identidad política propia. Y además, lleva todas las de perder. Si la oposición comienza a hablar igual (como ya lo está haciendo), ¿por qué alguien va a votar por la copia si ya tiene el original?
En cambio, quien logre expresar con el valor de ir contra corriente las razones del 10% de la ciudadanía que no apoya el discurso del gobierno y quien además sepa conectar con las dudas que existen entre los 90% (que tampoco es una masa amorfa de seguidores), se establece como minoría, pero una minoría coherente; una minoría con identidad y una minoría que va a crecer, porque esta correlación de 9 a 1 en la opinión pública tampoco se va a sostener en el tiempo. Los 90% de repente se van a hacer 70%, luego 50% y ¿quién va a representar a los que se comiencen a sentirse defraudados de las “nuevas ideas”, si todos se han dejado ir en la corriente populista?
En una situación como la actual, la oposición de todos modos será minoría por un buen rato, sea como sea que se comporte. La cuestión es si será una minoría temerosa, desdibujada y tendencialmente sumisa, que trata de sobrevivir portándose bien (con oportunismo) con el nuevo poder o una minoría valiente, combativa y coherente que desafiando al poder va cambiando la correlación de fuerzas en la opinión pública.
Se dieron cuenta que estoy hablando de ‘la oposición’, no de partidos específicos. Lo que estoy señalando es cierto tanto para ARENA, que tiene que redefinirse, como para Nuestro Tiempo, que tiene que terminar de definirse. Ambos están ante el mismo dilema.
Y no sólo ellos, también los medios y cada uno de los que escribimos sobre política. ¿Ir con la ola o nadar contra corriente? ¿Dejarse vencer del miedo de ser minoría o asumirlo con orgullo?
Los discursos que oigo en ARENA, en los gremios empresariales, en los tanques de pensamiento están entre cautelosos y oportunistas, entre confusos y sumisos. Me preocupa igual el silencio de Nuestro Tiempo y de muchos voceros de la sociedad civil organizada y tantos otros que no están de acuerdo en cómo el gobierno maneja los temas de seguridad, CICIES, partida secreta, propaganda, relación con la Asamblea y los demás poderes.
Necesitamos voces claras. No importa que sean pocas y que por el momento no tengan respaldos masivos. El único antídoto a la demagogia es la racionalidad. Pero tiene que expresarse con coherencia y con coraje. Seamos una minoría incómoda. Es lo más constructivo que podemos hacer.
Saludos,